Su palabra estaba llena de autoridad
Evangelio del martes de la vigésimo segunda semana del Tiempo Ordinario:
Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba. Se quedaban asombrados de su enseñanza, porque su palabra estaba llena de autoridad.
Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu de demonio inmundo y se puso a gritar con fuerte voz: «¡Basta! ¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».
Pero Jesús le increpó, diciendo: «¡Cállate y sal de él!». Entonces el demonio, tirando al hombre por tierra en medio de la gente, salió sin hacerle daño.
Quedaron todos asombrados y comentaban entre sí: «¿Qué clase de palabra es esta? Pues da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen».
Y su fama se difundía por todos los lugares de la comarca.
Luc 3,31-37
La autoridad de la palabra de Cristo es hoy la misma que cuando recorría la región de Galilea. Su enseñanza sigue vigente y lo seguirá siempre. Nada ni nadie puede cambiar eso.
Hasta los demonios reconocían su poder. Y sin embargo, la plaga modernista niega hoy que expulsara demonios e incluso se permite el “lujo” de cuestionar que nos hayan llegado fielmente sus palabras. A los difusores de ese virus mortal para las almas les falta el “respeto", si es que se le puede llamar así, que sí le tenían a Cristo los espíritus inmundos.
Como dice la Escritura:
Porque muchos -esos de quienes con frecuencia os hablaba y os hablo ahora llorando- se comportan como enemigos de la cruz de Cristo: su fin es la perdición, su dios el vientre, y su gloria la propia vergüenza, porque ponen el corazón en las cosas terrenas.
Fil 3,18-19
Mas añade:
Pero nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo, el cual transformará nuestro cuerpo vil en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene para someter a su dominio todas las cosas.
Fil 3,20-21
Quiera Dios tenernos entre esos ciudadanos del cielo.
Señor, que tu palabra y tu poder gobiernen nuestras vidas para que en tu regreso podamos ser dignos de ser llevados por ti a la presencia del Padre.
Luis Fernando
4 comentarios
Este cuestionamiento es ridículo, además de lamentable, si tenemos en cuenta que Dios, al resucitar a Jesús a un estado glorioso, imprimió su "sello de aprobación" a todo lo que Jesús hizo y dijo hasta su muerte. Pero si Dios no garantizase a la vez que nos llegue un registro fidedigno de lo que Jesús hizo y dijo, ese "sello de aprobación" no tendría ningún sentido. ¿Para qué nos serviría que Dios confirmase que las obras y palabras de Jesús son aprobadas por Él si no tuviésemos un registro fidedigno de esas obras y palabras?
En efecto, hablaba con autoridad, y de un modo tal asombroso que en el Sermón de la Montaña renovó las leyes que, con autoridad divina, dio Moisés. Pero con un matiz nuevo y perturbador: Moisés hablaba en nombre de Dios. Jesús hablaba "en su propio nombre".
Y en "su propio nombre" canceló un mundo antiguo y nos abrió a un mundo nuevo. De la esclavitud de la ley a la libertad de la Gracia.
Los Apóstoles siempre tuvieron presente el modelo de Jesús, y nos enseña que también nosotros, podemos hacer otro tanto. Imitar a los Santos es ir a Jesús, nuestro Señor. Por eso dice, «sed imitadores míos y fijaos en los que caminan según el modelo que tenéis en nosotros»; «Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo» (cfr Flp 3,17; 1Cor 11,1).
Este es el comentario que podemos leer de la Sagrada Biblia, Nuevo Testamento, editorial Eunsa, y dice:
Del comentario a los Filipenses 3,17-21
La imitación de los santos —y no la de los enemigos de la cruz del Señor— es camino seguro para ser eficaces en el servicio a Dios y a los demás. Como ciudadanos del Cielo los cristianos debemos vivir una vida alegre y confiada, propia de hijos de Dios, que se funda en la esperanza de la venida del Señor y de la resurrección.
Además, conviene observar la actitud pastoral de San Pablo. Él mismo da ejemplo con su vida de todo lo que predica. «¡No hay mejor enseñanza que el ejemplo del maestro! —exclama San Juan Crisóstomo, comentando este pasaje—. Por este camino el maestro está seguro de lograr que el discípulo se decida a seguirlo. Hablad con sabiduría, instruid con toda la elocuencia posible (...), pero vuestro ejemplo causará una impresión más fuerte y más decisiva (...). Cuando vuestras obras sean consecuentes con vuestras palabras, no habrá nada que se os pueda objetar» (In Philippenses, ad loc.).
Imitar y obedecer a Nuestro Señor Jesucristo, el Padre Celestial, ve la imagen de Jesús en nuestra propia vida, en nuestro interior, y nos hace dignos para la Vida eterna.
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