No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos

Primera lectura del lunes de la vigésimo segunda semana del Tiempo Ordinario

Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los que no tienen esperanza. Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual modo Dios llevará con él, por medio de Jesús, a los que han muerto.
Esto es lo que os decimos apoyados en la palabra del Señor: nosotros, los que quedemos hasta la venida del Señor, no precederemos a los que hayan muerto; pues el mismo Señor, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar; después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos entre nubes al encuentro del Señor, por los aires. Y así estaremos siempre con el Señor.
Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.
1 Tes 4,13-18

Para todos aquellos que han perdido un ser querido recientemente, cuya muerte haya sido de forma bastante clara en la gracia de Dios, las palabras de san Pablo son consuelo de lo Alto. Efectivamente, a quien el Señor da el don de la perseverancia final acabará pasando la eternidad con Él. 

El propio apóstol demostró no tener temor alguno a la muerte cuando dijo: 

Me encuentro en esta alternativa: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros.
Fil 1,22-23

Por tanto, si vivimos, que sea para servir al Señor. Y si morimos, que sea en el Señor para estar con Él. Y si vivimos sirviendo al Señor es señal de que Él nos ha escogido para la salvación. Pero siempre recordando que debemos trabajar por nuestra salvación con temor y temblor (Fil 2,12), no sea que, como advierte el apóstol:

…castigo mi cuerpo y lo someto a servidumbre, no sea que, después de haber predicado a otros, quede yo descalificado. 
1ª Cor 9,27

Encomendémonos a María, Madre de Dios y Madre nuestra, para que acompañe a nuestros seres queridos y a nosotros mismos en el tránsito hacia la gloria. Quien estuvo al lado de su Hijo en la Cruz es compañía celeste para cruzar el umbral de la muerte.

Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.

Luis Fernando