Dios no nos llamó a la impureza, sino a la santidad

Primera lectura del viernes de la vigésimo primera semana del Tiempo Ordinario:

Por lo demás, hermanos, os rogamos y os exhortamos en el Señor Jesús a que, conforme aprendisteis de nosotros sobre el modo de comportaros y de agradar al Señor, y tal como ya estáis haciendo, progreséis cada vez más.
Pues conocéis los preceptos que os dimos de parte del Señor Jesús. Porque ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; que os abstengáis de la fornicación: que cada uno sepa guardar su propio cuerpo santamente y con honor, sin dejarse dominar por la concupiscencia, como los gentiles, que no conocen a Dios.
En este asunto, que nadie abuse ni engañe a su hermano, pues el Señor toma venganza de todas estas cosas, como ya os advertimos y aseguramos; porque Dios no nos llamó a la impureza, sino a la santidad.
Por tanto, el que menosprecia esto no menosprecia a un hombre, sino a Dios, que además os concede el don del Espíritu Santo.
1 Tes 4,1-8

¿Cómo pues? ¿San Pablo hablando de “no hagáis esto, no hagáis lo otro, guardad preceptos, ser santos"? ¿no será que todavía le quedaba un resabio fariseo? 

No, más bien el fariseo, y el escriba, y el falso maestro, y el falso profeta, es quien quiere hacer trampas con la ley de Dios, que engaña a los fieles asegurándoles que la ley de Dios es un buen ideal pero que tampoco hace falta cumplirla siempre y en toda circunstancia.

El perverso no es quien exhorta a los fieles a la santidad, sino quien llega a justificar la fornicación y el adulterio por razones diversas.

El verdadero maestro espiritual, el verdadero apóstol, es instrumento de conversión. Y sabe muy bien que el Espíritu Santo es más que poderoso para liberarnos del pecado y concedernos ser santos.

Por tanto, hermanos, huyamos como de la lepra de aquellos farsantes que hoy tañen las campanas de la impureza disfrazada de falsa misericordia. Huyamos como de la peste de quienes abren de par en par las puertas a la profanación eucarística. Huyamos como de Satanás de quienes son ministros suyos, por mucho que se disfracen de ministros de luz, paz y fraternidad. No nos engañemos. Todavía están entre nosotros pero no son de nosotros. Menosprecian al Espíritu Santo. No son de Cristo, por mucho que de vez en cuando tengan su nombre en su boca. 

Estamos en la guerra de la que nos habla San Pablo en Efesios 6, 10 y ss. Santidad o muerte.

Levántate Señor y juzga tu causa. Barre de tu Iglesia a los que obran iniquidad y empujan a tus fieles por caminos de condenación.

Luis Fernando

3 comentarios

  
Carlos
Magnífica reflexión.
02/09/17 2:38 PM
  
Juan Pablo lizcano
Sabia reflexión . Estad atentos . El rey de la mentira está trabajando .
02/09/17 4:49 PM
  
Juan Andrés
Parafraseando un poco... pero es así.
02/09/17 10:31 PM

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