Guardaos bien de los falsos profetas

Evangelio del miércoles de la duodécima semana del Tiempo Ordinario

Jesús dijo a sus discípulos: Guardaos bien de los falsos profetas, que se os acercan disfrazados de oveja, pero por dentro son lobos voraces.
Por sus frutos los conoceréis: ¿es que se recogen uvas de los espinos o higos de las zarzas? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, y todo árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego. Por tanto, por sus frutos los conoceréis.
Mt 7,15-20

Corren malos tiempos para el ministerio profético. El profeta no busca agradar al mundo sino mostrar la voluntad de Dios que, inexorablemente, está en consonancia con su Palabra revelada. El profeta no halaga los oídos de quienes buscan mil y una maneras de justificar sus pecados.

Si el Señor nos advierte de que los falsos profetas parecen ovejas es por algo. No es de extrañar que usen la Escritura con el fin de engañar a los débiles en la fe o de tentar a quienes libran la buena batalla de la fe. Al fin y al cabo, Satanás quiso tentar al mismísimo Cristo citando el Antiguo Testamento.

Dice nuestro Señor que la clave para reconocer a los verdaderos profetas de los falsos son los frutos. Pues bien, el buen profeta trae como fruto el crecimiento en santidad de los fieles. El falso, les devuelve o les mantiene en la esclavitud al pecado. Como bien nos amonestó San Pablo

Cuando erais esclavos del pecado, estabais libres respecto de la justicia. ¿Qué fruto obteníais entonces de esas cosas que ahora os avergüenzan? Pues su final es la muerte.
Ahora, en cambio, liberados del pecado y hechos siervos de Dios, dais vuestro fruto para la santidad; y tenéis como fin la vida eterna. Pues el salario del pecado es la muerte; en cambio el don de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Rom 6,19-23

Señor, guárdanos de los falsos profetas y danos discernimiento para identificarles y alejarnos de su mensaje de muerte envuelto en falsa bondad y misericordia.

Luis Fernando