Es Cristo quien nos comunica el adorable conocimiento de sí mismo
Del oficio de Lectura del miércoles de la undécima semana del Tiempo Ordinario:
Hay tres cosas que manifiestan y distinguen la vida del cristiano: la acción, la manera de hablar y el pensamiento. De ellas, ocupa el primer lugar el pensamiento; viene en segundo lugar la manera de hablar, que descubre y expresa con palabras el interior de nuestro pensamiento; en este orden de cosas, al pensamiento y a la manera de hablar sigue la acción, con la cual se pone por obra lo que antes se ha pensado. Siempre, pues, que nos sintamos impulsados a obrar, a pensar o a hablar, debemos procurar que todas nuestras palabras, obras y pensamientos tiendan a conformarse con la norma divina del conocimiento de Cristo, de manera que no pensemos, digamos ni hagamos cosa alguna que se aparte de esta regla suprema.
Todo aquel que tiene el honor de llevar el nombre de Cristo debe necesariamente examinar con diligencia sus pensamientos, palabras y obras, y ver si tienden hacia Cristo o se apartan de él. Este discernimiento puede hacerse de muchas maneras. Por ejemplo, toda obra, pensamiento o palabra que vayan mezclados con alguna perturbación no están, de ningún modo, de acuerdo con Cristo, sino que llevan la impronta del adversario, el cual se esfuerza en mezclar con las perlas el cieno de la perturbación, con el fin de afear y destruir el brillo de la piedra preciosa.
Por el contrario, todo aquello que está limpio y libre de toda turbia afección tiene por objeto al autor y príncipe de la tranquilidad, que es Cristo; él es la fuente pura e incorrupta, de manera que el que bebe y recibe de él sus impulsos y afectos internos ofrece una semejanza con su principio y origen, como la que tiene el agua nítida del ánfora con la fuente de la que procede.
En efecto, es la misma y única nitidez la que hay en Cristo y en nuestras almas. Pero con la diferencia de que Cristo es la fuente de donde nace esta nitidez, y nosotros la tenemos derivada de esta fuente. Es Cristo quien nos comunica el adorable conocimiento de sí mismo, para que el hombre, tanto en lo interno como en lo externo, se ajuste y adapte, por la moderación y rectitud de su vida, a este conocimiento que proviene001 del Señor, dejándose guiar y mover por él. En esto consiste (a mi parecer) la perfección de la vida cristiana: en que, hechos partícipes del nombre de Cristo por nuestro apelativo de cristianos, pongamos de manifiesto, con nuestros sentimientos, con la oración y con nuestro género de vida, la virtualidad de este nombre.
Del Tratado de san Gregorio de Nisa, obispo, Sobre el perfecto modelo del cristiano
(PG 46, 283-286)
Cristo es la fuente de todo lo bueno que hay en el alma redimida. Causa una cierta ternura ver a los cristianos que piensan que en orden a la salvación pueden hacer algo por sí solos (Jn 15,5). Causa tristeza ver a los cristianos que piensan que, en orden a la salvación, no deben hacer nada (Stg 2,17).
San Gregorio de Nisa desarrolla lo que San Pablo nos explica en la epístola a los filipenses:
No os preocupéis por nada; al contrario: en toda oración y súplica, presentad a Dios vuestras peticiones con acción de gracias. Y la paz de Dios que supera todo entendimiento custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, cuanto hay de verdadero, de honorable, de justo, de íntegro, de amable y de encomiable; todo lo que sea virtuoso y digno de alabanza, tenedlo en estima.
Fil 4,6-8
Y más adelante añade:
Todo lo puedo en Aquél que me conforta.
Fil 4,13
Quien por gracia abre la puerta de su alma para acoger a Cristo y por gracia permanece fiel, necesariamente habrá de ser transformado en todo su ser, de manera que podrá llegar a decir:
ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí.
Gal 2,20
Señor, enseñoréate de nuestras almas para que podamos brillar con la luz nítida de la santidad a la que nos has llamado y que nos concedes.
Luis Fernando
1 comentario
En efecto, es la enseñanza tradicional, Orange, Trento, Santo Tomás, San Agustín, san Anselmo...
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