Nuestra capacidad viene de Dios
Primera lectura del miércoles de la décima semana del Tiempo Ordinario
Y esta confianza la tenemos por Cristo ante Dios. No es que por nosotros seamos capaces de pensar algo como propio nuestro, sino que nuestra capacidad viene de Dios, el cual también nos hizo idóneos para ser ministros de una nueva alianza, no de la letra, sino del Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida.
Pues si el ministerio de muerte, grabado con letras sobre piedras, resultó glorioso, hasta el punto de que los hijos de Israel no podían fijar su vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, que era perecedera, ¿con cuánta mayor razón será más glorioso el ministerio del Espíritu?
Porque si el ministerio de la condenación fue glorioso, mucho más abunda en gloria el ministerio de la justicia. Y verdaderamente, aquella glorificación deja de ser gloriosa en comparación con esta gloria eminente. Porque si lo perecedero pasó por un momento de gloria, con mucha más razón lo duradero permanece en gloria.
2ª Cor 3,4-11
Si San Pablo, gran apóstol, entendía que cualquier capacidad suya venía de Dios, ¿habremos nosotros de ser tan necios como para creer que tenemos capacidad de hacer algo bueno sin el Señor? Si hasta el desear hacer el bien nos viene de Él, cuánto más aquello que finalmente obremos conforme a su voluntad. Fuera pues, toda jactancia.
San Pablo explica que la gloria del Nuevo Pacto (evangelio) es superior a la gloria del Antiguo Pacto (ley mosaica). La Pascua cristiana es infinitamente superior a la Pascua judía. No sacrificamos corderos sino que el Cordero de Dios fue sacrificado por nosotros. Aquella primera Pascua era imagen de la Pascua eterna que nos llegó del Salvador.
Mas si para participar en la primera Pascua era necesario pertenecer al pueblo elegido de Dios, para participar en la segunda es imprescindible estar en gracia de Dios, pues de lo contrario profanaremos al Santo de los Santos, añadiendo pecado sobre pecado. Desechemos pues la tentación que nos ofrecen los impíos y acudamos a alimentarnos del Cordero de Dios con el corazón limpio por la gracia santificante que se nos dio en el bautismo y se nos renueva en el sacramento de la confesión.
Abre Señor, las puertas de los cielos, y derrama sobre nosotros espíritu de conversión y santidad.
Luis Fernando
2 comentarios
A tenor de nuestra gratuita libertad: en capacidad y ser capaces de mar o de odiar a Dios. ¿ -¿Cual de la dos viene de Dios?
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