Tengo en esta ciudad un pueblo numeroso
Primera lectura del viernes de la sexta semana de Pascua
Por la noche el Señor le dijo a Pablo en una visión: -No tengas miedo, sigue hablando y no calles, que yo estoy contigo y nadie se te acercará para hacerte daño; porque tengo en esta ciudad un pueblo numeroso.
Permaneció allí un año y seis meses enseñando entre ellos la palabra de Dios.
Galión era procónsul de Acaya cuando los judíos se amotinaron todos a una contra Pablo y lo condujeron al tribunal diciendo: -Éste induce a los hombres a dar culto a Dios al margen de la Ley.
Cuando Pablo se disponía a hablar, les dijo Galión a los judíos: -Judíos, si se tratara de un delito o de un grave crimen, sería razonable que os atendiera, pero si son cuestiones de palabras y de nombres y de vuestra Ley, os lo solucionáis vosotros; yo no quiero ser juez de esos asuntos. Y los expulsó del tribunal.
Entonces todos ellos agarraron a Sóstenes, el jefe de la sinagoga, y comenzaron a golpearle delante del tribunal, pero nada de esto le importaba a Galión.
Después de permanecer allí bastante tiempo, Pablo se despidió de los hermanos y embarcó rumbo a Siria. Iban con él Priscila y Aquila. Se había rapado la cabeza en Céncreas porque había hecho un voto.
Hech 18,9-18
“Tengo en esta ciudad un pueblo numeroso", dijo el Señor a san Pablo. ¿Quién podía ver dónde estaba ese pueblo? Nadie. Solo Dios. ¿Qué habían hecho para ser parte del pueblo de Dios? Nada.
Cristo dijo a los apóstoles que no le habían elegido ellos a Él sino Él a ellos (Jn 15,16). De igual manera, ese pueblo de Dios “oculto” en Corinto iba a salir a la luz por la predicación del apóstol, pero ya figuraba en el decreto salvífico del Señor. Pues como leemos en Efesios:
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda bendición espiritual en los cielos, ya que en él nos eligió antes de la creación del mundo para que fuéramos santos y sin mancha en su presencia, por el amor; nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por Jesucristo conforme al beneplácito de su voluntad,
Efe 1,3-5
¿Cuántos pueblos numerosos quedan todavía en el mundo esperando la llegada de un apóstol, de un predicador del evangelio, que sea instrumento para su conversión? ¿y pensamos que si no vamos nosotros, desde la Iglesia Católica, Dios va a quedarse sin testigos? Si es necesario, enviará hasta ángeles a anunciar su Palabra.
Danos valor, Señor, para hablar y no callar. Y danos sabiduría para hablar conforme a tus designios salvíficos.
Luis Fernando
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LF:
Los judíos que se oponían a Pablo
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