Acusará al mundo de pecado, de justicia y de juicio
Evangelio del martes de la sexta semana de Pascua:
Ahora voy a quien me envió y ninguno de vosotros me pregunta: «¿Adónde vas?» Pero porque os he dicho esto, vuestro corazón se ha llenado de tristeza; pero yo os digo la verdad: os conviene que me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a vosotros. En cambio, si yo me voy, os lo enviaré. Y cuando venga Él, acusará al mundo de pecado, de justicia y de juicio: de pecado, porque no creen en mí; de justicia, porque me voy al Padre y ya no me veréis; de juicio, porque el príncipe de este mundo ya está juzgado.
Jn 16,5-11
No creer en Cristo, que es exactamente lo mismo que no creer en Dios, es pecado. Lo dijo Él mismo a sus apóstoles. En la primera lectura de hoy, San Pablo y Silas respondieron al jefe de la prisión de la que fueron liberados por un terremoto cuando les preguntó cómo podía salvarse él mismo:
-Señores, ¿qué debo hacer para salvarme?
Ellos le contestaron: -Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa. Le predicaron entonces la palabra del Señor a él y a todos los de su casa. En aquella hora de la noche los tomó consigo, les lavó las heridas y acto seguido se bautizaron él y todos los suyos.
Hech 16,30b-33
Nada ha cambiado desde entonces. Hoy como hace casi veintiun siglos es absolutamente necesario creer en Cristo y bautizarse. Y tal cosa ocurre mayormente tras la predicación del evangelio.
El Señor indica también que el príncipe de este mundo (Satanás) ya está juzgado. Por tanto, quienes creen en Él, deben obrar conforme a su voluntad y no conforme a los rudimentos de este mundo. Es falsa la idea de que solo los religiosos consagrados deben alejarse de los modos y maneras mundanos. Esa debe ser la característica de todo cristiano, sea cual sea su condición. O de Cristo, o del mundo. No hay otra.
Triste es la condición del pagano que no ha recibido todavía a Cristo, pero más triste es la de aquellos que, habiendo sido bautizados, viven cual paganos en este mundo. Da igual si creyó y se bautizó de adulto o si recibió el don del bautismo desde muy pequeño. La Escritura dice que toda la casa del jefe de prisión se bautizó, lo cual apunta a la posiblidad de que hubiera niños pequeños que también se bautizaron. La fe y el bautismo son puertas hacia la salvación, pero existe un camino por recorrer y existe la posiblidad de alejarse del mismo.
Como advierte el apóstol San Pablo:
Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios.
2 Corintios 6,1
Espíritu Santo, haznos propiedad de Cristo y enséñanos a vivir en el mundo sin ser del mundo.
Luis Fernando