Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya
Evangelio del sábado de la quinta semana de Pascua:
Jesús dijo a sus discípulos: Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.
Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo”. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.
Jn 15,18-21
Algo no va bien en nuestras vidas cuando no nos diferenciamos gran cosa de como viven los que no están en Cristo. Y algo va muy mal en la Iglesia cada vez que recibe el aplauso del mundo. Pues como dice San Pablo “todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús serán perseguidos” (2 Tim 3,12).
La persecución no tiene porqué ser necesariamente sangrienta. A veces consiste en el mero desprecio y vilipendio público por defender los valores que emanan del evangelio. Si no sacrificamos al ídolo de lo políticamente correcto, se nos trata como a apestados, como a radicales peligrosos para la sociedad.
Lo peor, sin embargo, es cuando el ataque y el desprecio llega desde la propia Iglesia. El propio San Pablo tuvo que experimentar tal hecho:
Alejandro, el herrero, se ha portado muy mal conmigo; el Señor le dará el pago conforme a sus obras. Guárdate de él también tú, porque se opuso vehementemente a nuestras palabras. En mi primera defensa, nadie estuvo a mi lado, sino que todos me abandonaron. ¡No les sea tenido en cuenta! Mas el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones. Y fui librado de la boca del león.
2 Tim 4,14-17
No nos extrañe, pues, que nos encontremos en soledad cuando tengamos que defender nuestra causa, la de la fidelidad al evangelio, ante los Césares de turno. No nos extrañe que aquellos que deberían estar a nuestro lado no solo huyan de la prueba sino que además nos maltraten. Como bien advierte San Juan, no ocurre solo que nosotros estamos en el mundo sin ser del mundo, sino que entre nosotros están aquellos que son del mundo y no de Cristo, aunque aparenten ser de Cristo:
Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros.
1 Jn 2,19
Concédenos Señor ser fieles a ti en todo momento y en todo lugar, para que podamos dar testimonio al mundo de tu realeza.
Luis Fernando
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