El castigo, precio de nuestra paz, cayó sobre él
Primera lectura del Viernes Santo de la Pasión del Señor:
Mirad, mi siervo triunfará, será ensalzado, enaltecido y encumbrado. Como muchos se horrorizaron de él -tan desfigurado estaba, que no tenía aspecto de hombre ni apariencia de ser humano-, así él asombrará a muchas naciones. Por su causa los reyes cerrarán la boca, al ver lo que nunca les habían narrado, y contemplar lo que jamás habían oído.
«¿Quién dio crédito a nuestro anuncio? El brazo del Señor, ¿a quién fue revelado? Creció en su presencia como un renuevo, como raíz de tierra árida. No hay en él parecer, no hay hermosura que atraiga nuestra mirada, ni belleza que nos agrade en él.
Despreciado y rechazado de los hombres, varón de dolores y experimentado en el sufrimiento; como de quien se oculta el rostro, despreciado, ni le tuvimos en cuenta. Pero él tomó sobre sí nuestras enfermedades, cargó con nuestros dolores, y nosotros lo tuvimos por castigado, herido de Dios y humillado. Pero él fue traspasado por nuestras iniquidades, molido por nuestros pecados. El castigo, precio de nuestra paz, cayó sobre él, y por sus llagas hemos sido curados.
Todos nosotros andábamos errantes como ovejas, cada uno seguía su propio camino, mientras el Señor cargaba sobre él la culpa de todos nosotros».
Fue maltratado, y él se dejó humillar, y no abrió su boca; como cordero llevado al matadero, y, como oveja muda ante sus esquiladores, no abrió su boca.
Por arresto y juicio fue arrebatado. De su linaje ¿quién se ocupará? Pues fue arrancado de la tierra de los vivientes, fue herido de muerte por el pecado de mi pueblo. Su sepulcro fue puesto entre los impíos, y su tumba entre los malvados, aunque él no cometió violencia ni hubo mentira en su boca.
Dispuso el Señor quebrantarlo con dolencias. Puesto que dio su vida en expiación, verá descendencia, alargará los días, y, por su mano, el designio del Señor prosperará. Por el esfuerzo de su alma verá la luz, se saciará de su conocimiento. El justo, mi siervo, justificará a muchos y cargará con sus culpas.Por eso, le daré muchedumbres como heredad, y repartirá el botín con los fuertes; porque ofreció su vida a la muerte, y fue contado entre los pecadores, llevó los pecados de las muchedumbres e intercede por los pecadores.
Is 52,13-5. 54, 1-2
¿Qué decir? ¿que hablar? ¿qué comentar? La cruz, el castigo y la muerte es lo que nos merecíamos por nuestos pecados. Pero Cristo toma nuestro lugar y se deja torturar, azotar, crucificar y matar como pago por nuestro rescate. Cumplió así las exigencias de la justicia y la misericordia de Dios. Justicia, porque el pecado no podía quedar sin castigo. Misericordia, porque la justicia no podía tener la última palabra y Dios quiere salvarnos.
Así lo explica el autor de Hebreos en la segunda lectura de hoy:
Ya que tenemos un Sumo Sacerdote que ha entrado en los cielos -Jesús, el Hijo de Dios-, mantengamos firme nuestra confesión de fe. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino que, de manera semejante a nosotros, ha sido probado en todo, excepto en el pecado. Por lo tanto, acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, para que alcancemos misericordia y encontremos la gracia que nos ayude en el momento oportuno.
Él, en los días de su vida en la tierra, ofreció con gran clamor y lágrimas oraciones y súplicas al que podía salvarle de la muerte, y fue escuchado por su piedad filial, y, aun siendo Hijo, aprendió por los padecimientos la obediencia. Y, llegado a la perfección, se ha hecho causa de salvación eterna para todos los que le obedecen
Heb 4,14-16. 5,7-9
Igual a nosotros en todo menos en el pecado. Sumo Sacerdote que intercede ante el Padre por nuestra salvación. Obediente y maestro de obediencia. Por eso es obligado obedecerle. No hay salvación para quienes rechazan la Cruz desobedeciendo a Cristo. No basta llamarle Señor. Ha de ser verdadero Señor de nuestra voluntad. Eso es lo que se nos pide. Y se nos pide porque se nos concede.
Y mientras estaba en la Cruz pagando el rescate de nuestras almas, el Señor nos concedió otro gran regalo. Lo leemos en el evangelio de hoy:
Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, le dijo a su madre: -Mujer, aquí tienes a tu hijo.
Después le dice al discípulo: -Aquí tienes a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa.
Mat 19,25-27
Cristo quiso que su Madre fuera nuestra Madre. Quiso regalarnos la maternidad de la Madre de Dios. Y para que quedara clara la importancia de esa maternidad, nos la concedió en la Cruz, momento culmen de su amor por nosotros.
¿Cómo pues desechar a quien Cristo nos regala como Madre entre sufrimientos indecibles? ¿cómo no aceptarla y recibirla en la casa de nuestro corazón? Allá donde va la Madre va Cristo. Allá donde Cristo nos salva, está la Madre. Iglesia cristiana, Iglesia mariana.
Señor, por la intercesión de tu Madre, concédenos el don de obedecerte siempre y en todo lugar para así recibir el regalo de la salvación y la vida eterna. Sé paciente con nuestras rebeliones y toma nuestras manos con tus manos horadadas para llevarnos a la presencia del Padre, a quien sea toda la gloria hoy y por siempre.
Luis Fernando
8 comentarios
Corrígeme si me equivoco.
Paz y Bien.
Ni una vida entera puede llevarnos a comprender la magnitud de esa asombrosa frase
Porque detrás de ella emerge un amor que nos desborda intelectual y emocionalmente.
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LF:
Eso de que Jesús no buscó su muerte no es cierto. Él vino al mundo a morir por nosotros.
Si somos padre o madre entregar a un hijo y ver su sufrimiento impotente produce un desgarro indecible pongámonos como padres al pie de la cruz de Jesús como si fuera nuestro hijo y miremos el desgarro de corazones de amor.
Jesús se preocupa por su Madre viuda y sola entregándola a Juan y nos la da como Madre es la segunda parte de la Iglesia Madre esperando la promesa.
Su alma baja a los infiernos a rescatar a los que han muerto y estaban en la tumba esperándolo, todos pasaremos por allí y con nuestra alma dolorida vamos donde Él va, a la tumba, a consolar su alma de tanto sufrimiento ,mientras amortajan su cuerpo cádaver, la tumba al menos es lugar seguro para su alma,
En la tierra de los aún vivos ,nos queda consolar a una madre - su espera- Ella nos lo dió vivo desde su seno y se lo entregamos muerto por nuestros pecados, consolar a sus discípulos que aún no creen en Él -nosotros- sin sufrimiento, sin tensión mortal no hay Redención, de eso nos cuentan bastante los misticos ,muy pocos comparados con toda la Humanidad ,sin embargo somos el cuerpo místico de Cristo ,encarnación ,sufrimiento ,tumba y espera . Consolemos a Jesús sólo en su tumba y a María afligida con los suyos.
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LF:
Lo que diga un réprobo no debe importarnos nada.
Estaba profetizado que Cristo moriría como murió. Por tanto, sabía perfectamente lo que le iba a ocurrir. Vino para eso, como bien le dijo a Pilatos.
Por cierto, y esto va para todos, yo no soy maestro. Por tanto, no puedo dedicarme a aclarar cosas. En este portal hay sacerdotes y teólogos seglares con capacidad de aclarar bien cualquier duda.
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