Se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz
Segunda lectura del Domingo de Ramos
Jesucristo, siendo de condición divina, no consideró como presa codiciable el ser igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo tomando la forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y, mostrándose igual que los demás hombres, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Y por eso Dios lo exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre; para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese: «¡Jesucristo es el Señor!», para gloria de Dios Padre.
Fil 2,6-11
Este domingo es el pórtico de la Semana Santa, en la que conmemoramos la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Es vital que entendamos la dimensión de lo acontecido hace veinte siglos. El Hijo de Dios, divino como el Padre y el Espíritu Santo, se hizo hombre, encarnándose de María la Virgen. Siendo Dios, quiso ser como nosotros para que pudiéramos participar de su naturaleza divina (2ª Ped 1,4).
Si Cristo obedeció al Padre, de igual manera debemos ser obedientes y dejar atrás todo lo que nos aleja de Dios. Acompañemos al Señor en las procesiones que recorren nuestras calles, pero sobre todo confesemos de palabra y de obra que es verdadero Señor de nuestras vidas. Crucifiquemos nuestra carne, nuestras pasiones. Seamos el apóstol fiel que está junto a la Madre al pie de la Cruz.
Concédenos, Señor, poder decir contigo al Padre “que no sea tal como yo quiero, sino como quieres tú” (Mt 26,39).
Luis Fernando
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Concédenos, Señor, poder decir contigo al Padre “que no sea tal como yo quiero, sino como quieres tú”. Amén.
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