Preparemos trampas para el justo, pues nos es molesto
Primera lectura de la Misa del viernes de la cuarta Semana de Cuaresma:
Razonando torcidamente se dijeron:
«Preparemos trampas para el justo, pues nos es molesto. Se opone a nuestros actos, nos echa en cara pecados contra la Ley, nos denuncia de faltas contra la educación que recibimos. Declara que conoce a Dios y se llama a sí mismo hijo de Dios. Es un reproche de nuestros pensamientos, sólo el verle nos resulta una carga, pues lleva una vida distinta de los demás, y sus sendas son diferentes. Nos considera como escoria, y se separa de nuestros caminos como de la impureza; proclama dichoso el fin de los justos y se ufana de tener a Dios por padre. Veamos si son veraces sus palabras, pongamos a prueba cómo es su salida. Si el justo es de verdad hijo de Dios, Él le amparará y le librará de manos de los adversarios. Sometámosle a prueba con ultraje y tortura para cerciorarnos de su rectitud y comprobar su paciencia. Condenémosle a muerte ignominiosa, pues, según sus palabras, Dios le asistirá».
Así discurren, pero están engañados, pues su maldad los ciega; no conocen los misterios de Dios, ni tienen esperanza en el premio de la santidad, ni aprecian el honor de las almas sin mancha.
Sab 12,1a.12-22
Esta preciosa lectura del Libro de Sabiduría encuentra eco en el evangelio de Juan:
Éste es el juicio: que vino la luz al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra mal odia la luz y no viene a la luz, para que sus obras no le acusen. Pero el que obra según la verdad viene a la luz, para que sus obras se pongan de manifiesto, porque han sido hechas según Dios.
Jn 3,19-22
Efectivamente, el impío no solo ama el pecado sino que odia al que por gracia anda en santidad. Sencilla y llanamente, no lo soporta.
Cuando el impío goza además de cierto poder temporal, busca la aniquilación del justo. Por eso el fin de muchos profetas es el martirio. De hecho, es exactamente lo que ocurrió con el Justo entre los justos, nuestro Señor Jesucristo. Y por eso mismo Él nos advirtió:
Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.
Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo”. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.
Jn 5,18-21
Mas observemos algo muy importante del mensaje de la primera lectura de hoy. El justo no solo predica conforme a la ley de Dios. Anda en ella. Tengámoslo en cuenta, no sea que ocurra lo que advirtió San Pablo:
Por ello, tú que te eriges en juez, sea quien seas, no tienes excusa, pues, al juzgar a otro, a ti mismo te condenas, porque haces las mismas cosas, tú que juzgas. Sabemos que el juicio de Dios contra los que hacen estas cosas es según verdad.
¿Piensas acaso, tú que juzgas a los que hacen estas cosas pero actúas del mismo modo, que vas a escapar del juicio divino? ¿O es que desprecias el tesoro de su bondad, tolerancia y paciencia, al no reconocer que la bondad de Dios te lleva a la conversión?
Con tu corazón duro e impenitente te estás acumulando cólera para el día de la ira, en que se revelará el justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno según sus obras: vida eterna a quienes, perseverando en el bien, buscan gloria, honor e incorrupción; ira y cólera a los porfiados que se rebelan contra la verdad y se rinden a la injusticia.
Rom 2,1-6
Por tanto, aunque:
¿No sabéis que los santos van a juzgar al mundo?
1ª Cor 6,2
No demos por hecho que ya hemos completado el camino de la santidad:
Así pues, el que piense estar en pie, que tenga cuidado de no caer.
1ª Cor 10,12
En este tiempo de Cuaresma el Señor nos ofrece la inigualable oportunidad de examinar nuestras vidas, para discernir si de nosotros se puede decir que conocemos los misterios de Dios, tenemos esperanza en el premio de la santidad y apreciamos el honor de un alma sin mancha.
Ilumínanos Señor con tu sabiduría, clava tu ley en nuestros corazones, líbranos de nuestros enemigos y concédenos la gracia de la santidad, para que así podamos anunciar honestamente tu verdad a todo el que anda en tinieblas.
Santidad o muerte.
Luis Fernando
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