Ideología de género. El Papa tiene razón: tanta coincidencia no es casual
España, Colombia, Argentina y lo que está por venir. En esa escalera de la muerte que llevamos años escalando, el peldaño de la ideología de género es el que está de moda. Es por ello muy necesario difundir por todas partes las palabras del papa Francisco a los obispos polacos:
«En Europa, América, América Latina, África, en algunos países de Asia, hay verdaderas colonizaciones ideológicas. Y una de estas – lo digo claramente con nombre y apellido – es el ‘gender’. Hoy a los niños – a los niños – en la escuela se enseña esto: que cada uno puede elegir el sexo. ¿Por qué enseñan esto? Porque los libros son los de las personas y de las instituciones que dan el dinero. Son las colonizaciones ideológicas, sostenidas también por países muy influyentes. Y esto es terrible. Hablando con Papa Benedicto, que está bien y tiene un pensamiento claro, me decía: ‘Santidad, esta es la época del pecado contra Dios creador’. Es inteligente. Dios ha creado al hombre y a la mujer; Dios ha creado al mundo así, así, y nosotros estamos haciendo lo contrario. Dios nos dio un estado ‘inculto’ para que nosotros lo transformáramos en cultura; y después, con esta cultura, hacemos cosas que nos devuelven al estado ‘inculto’. Lo que ha dicho el Papa Benedicto tenemos que pensarlo: ‘Es la época del pecado contra Dios creador‘».
Hay quien sugiere que sería mejor que el Santo Padre dijera lo mismo de forma más pública y no en un encuentro con obispos. Pero el caso es que lo ha dicho y toca a la prensa católica aprovechar que lo ha dicho. Si nosotros no difundimos ese mensaje tan claro, ¿quién lo va a hacer? ¿los medios que solo citan al Papa cuando creen que dice algo que gusta al establishment socio-cultural reinante?
De toda esta movida perversa, la peor parte es el intento de adoctrinar a los niños contra el criterio moral de sus padres. Bien saben los hijos del Príncipe de este mundo (Efe 2,2) que para lograr su objetivo es necesario conquistar la mente y el alma de los más pequeños. Y si para ello tienen que cargarse el derecho paterno y la escuela cristiana -la de verdad, no solo la de nombre-, lo harán.
Si los padres se oponen, les quitarán a sus hijos, como ya está ocurriendo en algunos países. Y si los centros católicos intentan sortear esas leyes inicuas, los sancionarán y los cerrarán. Decir esto no es ser profeta de calamidades. Es tener los ojos bien abiertos y mirar lo que está pasando.
La gran tentación de muchos pastores y seglares es el conformismo, la tibieza y la falsa prudencia adornada de diálogo. Ellos se unirán al coro mundano que acuse a los pastores y seglares fieles a Cristo de ser una panda de fundamentalistas que buscan la confrontación. Pero como acaba de escribir el cardenal Zen Ze-kiu al negarse a llegar a pacto alguno con la dictadura comunista china que suponga ceder a las exigencias de los totalitarios:
¿Cómo pueden llamar “confrontación” cuando un cordero rechaza ser comido por el lobo?
El lobo del lobby LGTB quiere devorar a nuestros pequeños, ¿y vamos a quedarnos de brazos cruzados? ¿vamos a combatir tal cosa con buenas palabras, con pacifismos cobardes, con complicidades apóstatas?
Dice el Santo Padre que todo esto es terrible. Efectivamente lo es. Pues bien, es hora de dar la buena batalla, sabiendo que “no es nuestra lucha contra la sangre o la carne, sino contra los principados, las potestades, las dominaciones de este mundo de tinieblas, y contra los espíritus malignos que están en los aires” (Efe 6,12) (*). Sí, esos principados y potestades satánicas tienen peones de carne y sangre, pero son esclavos del mal. Esclavos a los que es necesario predicar el evangelio de liberación y salvación en Cristo Jesús. Si lo aceptan, loado sea el Señor. Si lo rechazan, que el Señor les impida conseguir vencernos en esta batalla en la que, lo queramos o no, estamos inmersos. Al fin y al cabo, Cristo ya venció a Satanás en la Cruz (Col 2,13-15). Reclamemos esa victoria.
Exsurge Domine et iudica causam tuam.
Luis Fernano Pérez Bustamante
(*) A través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas, que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor, hasta el día final. Enzarzado en esta pelea, el hombre ha de luchar continuamente para acatar el bien, y sólo a costa de grandes esfuerzos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de establecer la unidad en sí mismo.
Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 37