Quédate al lado del Buen Pastor y nadie te apartará de Él
El evangelio de ayer, cuarto domingo de Pascua, es una de las lecturas más cortas del año litúrgico pero, a su vez, una de las más reconfortantes:
Juan 10,27.30
En aquel tiempo, dijo Jesús: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno»
¡Qué paz da saberse protegido por el Buen Pastor! ¡Qué tranquilidad para nuestras almas el comprobar que nada nos puede separar de Él, porque Él es quien nos cuida!
Como dice San Pablo:
Rom 8,38-39
Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las cosas presentes, ni las futuras, ni las potestades, ni la altura, ni la profundidad, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios, que está en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Todo lo que debemos hacer es, por gracia, permanecer fieles a Cristo. E incluso eso es un don que se nos concede, pues es Dios quien produce en nosotros el querer estar a su lado y el poder permanecer en su regazo (Fl 2,13).
Si estamos pegados a Cristo, da igual que haya una tormenta de confusión rodeándonos. Da igual que alrededor nuestro todo tiemble y parezca venirse abajo. Él es la Roca fime a la que agarrarse, el Cirineo que nos ayuda a sobrellevar nuestras cruces.
Otra de las lecturas de ayer indican la preeminencia absoluta de la voluntad divina a la hora de la salvación. Leemos en el libro de los Hechos de los apóstoles:
Hech 13,48
Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y alababan la palabra del Señor; y los que estaban destinados a la vida eterna creyeron.
Si te encuentras entre los que han creído para la salvación -o sea, no solo crees sino que obedeces a Aquél en quien has creído (Luc 6,46-49)-, debes saber que fue Dios mismo quien te eligió para ser miembro del rebaño de Cristo. Queda así excluida cualquier autoglorificación, pues por gracia has sido salvado, para que tu vida sea un constante obrar aquello que el Señor ha preparado de antemano para que hagas (Efe 2,8-10).
Pues, como dice el apóstol:
2ª Cor 9,8
Poderoso es Dios para colmaros de toda gracia, para que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo necesario, tengáis abundancia en toda obra buena.
Y
Fil 1,6
quien comenzó en vosotros la obra buena la llevará a cabo hasta el día de Cristo Jesús.
Cuéntanos, Señor, entre tus elegidos.
Luis Fernando Pérez Bustamante