Cuando Dios usó a un pastor luterano sueco para abrirme los ojos

No me acuerdo de su nombre ni he vuelto a saber de él, pero la primera persona que el Señor usó para abrirme los ojos, siendo todavía protestante, a la presencia real de Cristo en la Eucaristía fue un pastor luterano de Suecia, con quien entablé cierta amistad a finales del siglo pasado. Dado que él no hablaba español y mi dominio del sueco era más bien escaso, nos escribíamos en inglés. De hecho, mis primeros años en internet sirvieron para que mejorara grandemente mis conocimientos sobre el idioma de Shakespeare, dado que la mayor parte del material cristiano que merecía la pena presente en la red estaba en ese idioma.

El pastor no necesitó hacer ninguna treta como hizo Lutero con Zwinglio cuando debatieron precisamente sobre la Eucaristía en la Disputa de Marburgo. Le bastó usar la Biblia, especialmente el capítulo 6 del evangelio de Juan. Obviamente la tesis luterana sobre la presencia real no alcanza la verdad completa presente en la fe católica. Cosubstanciación  no es lo mismo que Transubstanciación, pero dentro del protestantismo es lo que más se le acerca. Desde aquellas charlas que mantuve con él, me abstuve casi por completo de debatir con católicos sobre la cuestión de la presencia real, aunque yo seguía negando el carácter sacrificial de la Eucaristía. De hecho, cuando un par de años después el Señor me trajo de vuelta a la Iglesia, ese tema, a diferencia de las doctrinas sobre María y el uso de las imágenes, no supuso el menor problema para mí.

Sin embargo, lo que más recuerdo de mis coloquios con el pastor luterano era su oposición radical a la deriva que el luteranismo oficialista había tomado no solo en su país sino en el resto de países europeos donde su fe era la religión oficial de estado. Él detestaba la teología liberal y me aseguraba que había llevado la apostasía a su patria y a gran parte del luteranismo en todo el mundo. Por supuesto, yo estaba plenamente de acuerdo. Su oposición le llevó a abandonar la iglesia “estatal” luterana para unirse a una independiente, pero auténticamente luterana. Eso suponía, entre otras cosas, que renunciaba a un sueldo seguro, pagado por el estado, durante toda su vida.

Como buen pastor luterano, estoy convencido de que él rechazó la Declaración conjunta católico-luterana sobre la justificación, en la que el luteranismo se alejó de la postura de Lutero sobre este tema. Y quien diga lo contrario, sencilla y llanamente miente. Pero no es la única cuestión en la que el luteranismo oficialista se ha separado de Lutero. Aunque el heresiarca alemán llegó a aprobar la bigamia de Felipe Hesse apelando a la poligamia de los patriarcas bíblicos, no tengo la menor duda de que habría echado a patadas del luteranismo a cualquiera que sugiriera que se podían celebrar “matrimonios” entre personas del mismo sexo. Y también habría propuesto enviar al cadalso a todo aquel que enseñara que los milagros que relata la Biblia no eran realmente milagros o que los evangelios no cuentan fielmente la vida de Cristo, sin inventos míticos.

Otra de las características que adornaban a ese pastor era su rechazo absoluto a cualquier tipo de ecumenismo real con el catolicismo. Aunque no usaba el lenguaje ofensivo de Lutero hacia el papado, creía que los católicos pecaban de idolatría y estaban bastante lejos del evangelio. Apenas hablamos un par de veces sobre ese tema, pero en ellas me dijo que el ecumenismo era la trampa que Roma estaba planteando a los luteranos para que cayeran en las redes del catolicismo. A día de hoy, creo que esa postura es bastante ingenua. No hay la menor posibilidad de que los luteranos oficialistas, que son con los que se llevan reuniendo los papas desde hace décadas, acaben siendo católicos. Es mucho más cierto que su liberalismo teológico amenaza la fe católica. De hecho, la teología del cardenal Kasper y sus adláteres es netamente “luterana” liberal en varios aspectos.

Aunque lo veo casi imposible -no he conservado su email-, sinceramente me gustaría recuperar el contacto con ese pastor luterano. Él sí era un hijo “legítimo” de Martín Lutero. No lo son la práctica totalidad de los obispos luteranos suecos, ni el resto de obispos luteranos de los países nórdicos. Tienen el copyright legal del luteranismo, pero en sus almas corre el veneno del liberalismo teológico, del falso irenismo, del adulterio apóstata con los principios mundanos. Ese luteranismo oficialista cuasi apóstata no tiene derecho a conmemorar nada de lo que hizo Lutero. Vamos a asistir a una gran farsa. Lutero, al que no guardo simpatía alguna, rechazaría cualquier cosa que hagan en su nombre. No son sus hijos legítimos. Ni siquiera creo que sean sus hijos bastardos. Simplemente, son hijos del Príncipe de este mundo. Y como dice la Escritura:

No os unzáis en yugo desigual con los infieles: ¿qué tienen en común la justicia y la maldad?, ¿qué relación hay entre la luz y las tinieblas?, ¿qué concordia puede haber entre Cristo y Beliar?, ¿qué pueden compartir el fiel y el infiel?
2 Cor 6,14-15

Paz y bien,

Luis Fernando Pérez Bustamante

PD: La foto es de un pastor luterano “consagrando".