La puerta hacia la salvación sigue siendo estrecha

Si Cristo ha enseñado algo, ya puede pararse el mundo, ya se le puede dar todas las vueltas que se quiera, ya puede quien sea intentar contradecirle, que la palabra del Señor permanece para siempre.

Y Cristo enseñó esto:

Entrad por la puerta estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos.
Mt 7,13-14

Y:

Uno le preguntó: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?». Él les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán.
Luc 13,23-24

Eso no lo dice quien tiene interés en que la gente se condene, sino Aquél que dio su vida en la cruz para que todos puedan salvarse

La puerta a la salvación tiene como jambas la conversión, la confesión y la penitencia. Nadie les equivoque con otra idea. Quien no se convierte de sus pecados, quien no hace propósito de enmienda, quien no se confiesa, quien no cumple la penitencia que le sea impuesta, está atrevesando la puerta ancha. Y lo peor de todo, puede creer que es la estrecha bajo la que está pasando. De hecho, en el evangelio de Mateo, justo después de decir lo de las puertas, Cristo nos advierte:

Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces.
Mt 7,15

En ese sentido, es altamente preocupante lo que un sacerdote italiano ha contado a Sandro Magister en una carta. Cada vez se confiesa menos gente y además, muchos lo hacen rematadamente mal. Y el colmo de los colmos, es que los que no quieren confesarse bien, usan como argumento la interpretación errónea de determinadas frases del papa Francisco. 

Estamos en pleno año de la Misericordia. El arzobispo de Sevilla acaba de pedir a los sacerdotes que se enganchen al confesionario. Pero me temo que habrá que pedir también que no cedan ante aquellos que están siendo engañados por la idea de que la puerta a la salvación es ancha. Sigue siendo estrecha. Lo que es anchísimo, enorme, imparable, es el poder de la gracia de Dios para transformar los corazones. La gracia no es salvoconducto para seguir pecando. Es instrumento de santificación. Y sin santidad, como dice la Escritura, nadie verá a Dios.

Santidad o muerte

Luis Fernando Pérez Bustamante