Qué triste la condición de los católicos en este país
¿Qué queda de la España católica? Aquí fue donde por primera vez se usó el apelativo de “romano” en unión al de católico. Fueron los arrianos, que pretendían así burlarse de los cristianos que profesaban la fe “trinitaria” del Obispo de Roma. Aquí fue donde el Islam sufrió su más dolorosa derrota militar con la culminación de la Reconquista, por no hablar de Lepanto. Dado que esa religión siempre se extendió “manu militari", ese hecho es muy importante. De aquí salieron misioneros que evangelizaron un continente entero. Y si hoy hay una nación asiática mayoritariamente católica, caso de Filipinas, fue gracias a los españoles. La lista de grandes santos que ha dado este país es inmensa. ¿Y qué no diremos del ejemplo de santidad y martirio que dio el catolicismo español el siglo pasado, cuando decenas de miles de hijos de Dios y de la Iglesia fueron asesinados sin que se produjera una sola apostasía?
Pero también es este país el que dio a luz a una izquierda anticlerical y masónica -esto último supongo que por ósmosis de un liberalismo siempre escaso en número pero influyente-, que hace tiempo entendió que había algo mucho más peligroso para el catolicismo que intentar acabar con él por la violencia. Era mucho más efectivo acabar con su alma, con una legislación y una política educativa que transformara una sociedad otrora cristiana en pagana y apóstata. La diferencia es que a la izquierda violenta la Iglesia respondió con mártires, mientras que a la “democrática” respondió… entregándose en sus brazos. Primero, en los colegios, en manos de órdenes religiosas cada vez más secularizadas y prisioneros de un concierto económico que deja en manos del poder político un arma muy poderosa. Segundo, en los partidos políticos, especialmente el principal de centro-derecha, que no conserva ya de cristiano ni las apariencias, aunque todavía haya católicos dentro haciendo el papel de cómplices necesarios, de héroes arrinconados o de tontos útiles -de todo hay-.
En plena orfandad política del catolicismo en España surge de nuevo con fuerza la izquierda que está dispuesta a dar el golpe de gracia. Cualquier gobierno del PSOE-Podemos, o Podemos-PSOE, sería una catástrofe no solo para la nación en general, sino para el catolicismo en particular. Por ejemplo, adiós clase de religión (¿la hemos aprovechado para algo?). Y, en cuanto puedan, adiós a los conciertos económicos para los colegios católicos, sobre todo los que quieran serlo de verdad. Adiós también al derecho de los padres católicos a que sus hijos sean educados conforme a sus valores. Ideología de género, moral sexual depravada desde la más tierna infancia, etc, estarán a la orden del día. Y el que se oponga, que se atenga a las consecuencias.
Y ante esa persepectiva, ¿cuál es la alternativa para el católico políticamente conservador? ¿El PP de Rajoy? ¿El PP del derecho al aborto, el “matrimonio” homosexual, el divorcio express, el de la aniquilación de los pocos diputados y senadores que pretendían plantar cara ideológicamente a la izquierda?
¿Qué es peor? ¿caer en manos de Caifás, que siempre ha querido aniquilarnos, o en manos de Judas, que nos vende por unas monedas de plata arriolescas? Porque esa, y no otra, es la realidad que tenemos ante nuestros ojos.
La nostalgia no vale de nada. Los tiempos pasados no volverán. Las palmadas en el pecho que se dan unos cuantos, recordando épicas pasadas, son como el llanto de la viuda que sabe que su marido seguirá muerto una vez sus lagrimales se sequen. Ciertamente tenemos una herencia de santidad que nos precedió a la que podemos mirar para sacar lo mejor de ella. Pero es ya hora de replanteanos hacia dónde vamos y qué vamos a hacer para poder significar algo en el futuro de este país. El drama no es ser una minoria numérica socialmente poco significante. El drama seria ser pocos y encima aguados, tibios, acomodados al paisaje que nos rodea.
Luis Fernando Pérez Bustamante