Mi "guía" de voto

He recibido algunos emails preguntándome si íbamos a dar, como otros años, alguna guía de voto para las elecciones del próximo 20 de diciembre en España. Pues no, no tenemos intención de hacer tal cosa. La realidad es que no existe la más mínima posibilidad de que en el próximo parlamento español haya un partido que defienda los principios no negociables que en su día marcó Benedicto XVI. De hecho, dentro de la propia Iglesia no está precisamente de moda defender dichos principios como motor de la acción política.

Más allá de declaraciones generalistas que sirven para cubrir el expediente, no se ve por ningún lado que la Iglesia en España quiera ayudar lo más mínimo a que haya una opción política que tenga la capacidad de lograr un resultado que vaya más allá de lo testimonial. Y hablo de la Iglesia en general, no solo de la jerarquía que, de hecho, no está para hacer política.

Cuando el señor Rajoy decidió burlarse de sus votantes retirando la pseudo-reforma de la ley del aborto que proponía el ex-ministro Gallardón, despejó toda duda que, increíblemente, pudiera haber sobre la condición abortista de un partido que cuando gobernó por primera vez vio sin inmutarse como el número de abortos en España llegaba a los cien mil al año. La ingenuidad candorosa de muchos provida, que todavía creían que se podía hacer algo con las siglas del PP, se enfrentó de bruces contra la realidad. Pero da lo mismo. ¿Cuántos españoles creen ustedes que votan teniendo en cuenta como primera, segunda, tercera, cuarta o incluso quinta derivada el aborto? Y si a eso le añadimos la institución familiar, ¿cuántos más?

Y de todos esos, ¿cuántos creen que superarían la tentación de dejar a un lado el mal menor para votar un bien objetivo, aun a costa de que ese bien sea porcentualmente irrelevante?

Además, se da otra circunstancia. Resulta que para poder presentarse en una provincia, hace falta tener la firma de un número de ciudadanos que alcance el 1% del censo total. Eso es muy fácil para los grandes partidos, pero para los pequeños, para los que no aparecen en los medios de comunicación salvo que sean protagonistas de una noticia “llamativa", es una tarea muy difícil, por no decir imposible. De los partidos o coaliciones a los que voté en pasadas elecciones, ninguno se presenta allá donde puedo votar ahora. Y la opción más cercana -que no idéntica- a ellos, caso de VOX, tampoco. El Partido Sain, menos aún. Conclusión; me quedaré en casa, pues no tengo la menor intención de apoyar con mi voto estructuras de pecado, tal y como les definió Mons. Reig Pla.

¿Significa eso que me da lo mismo quién gobierne España en los próximos años? Pues sí y no. Me da igual que gobierne el PP, que el PSOE, que Ciudadanos. No me daría igual que gobernara Podemos, porque no me apetece ver a mi país convertido en una sucursal del moribundo chavismo, pero al mismo tiempo tengo la convinción de que la democracia tiene la virtud de dar a cada pueblo los gobernantes que se merece. Así que si los españoles deciden que al frente de este país estén el señor Iglesias y sus camaradas, todo lo que nos venga después lo tendremos bien merecido.

De hecho, pienso que el catolicismo “conservador” de este país se merece una derecha como la del PP y el “progresista” una izquierda podemita. Cuatro décadas haciendo dejación de funciones en cuanto a la acción política de los católicos, acaban pagándose.

Así que mi recomendación a todos es que voten en conciencia, y si en conciencia no pueden votar a nadie, quédense en casa tranquilamente.

Luis Fernando Pérez Bustamante