De cómo aprovechar un viaje a Plutón para arremeter contra la fe

Antonio Ruiz de Elvira es Catedrático de Física Aplicada de la Universidad de Alcalá de Henares. Y en calidad de tal ha escrito un artículo para el diario El Mundo titulado “¿Por qué puede una nave viajar 5.000 millones kilómetros hasta Plutón?”.

La primera parte del artículo está dedicada a explicar la mecánica de los vuelos de las sondas espaciales que el hombre lleva enviando a diversos planetas desde hace décadas. En el fondo no deja de ser una serie de cálculos matemáticos bien sencillos que tienen en cuenta la fuerza gravitatoria de los planetas, que sirve de impulso para dichas naves, que así no necesitan grandes cantidades de combustible para ir de acá para allá.

Todo iba bien hasta que el catedrático, en vista de que no tenía más que contarnos acerca de su especialidad, se pone en plan “existencialista”:

El ser humano quiere explorar, o al menos algunos seres humanos queremos explorar mientras que la gran mayoría prefiere quedarse en sus casas (cuevas, rocas, tiendas de campaña…) sin moverse, esperando que otros hagan la labor (en general, esa mayoría lo que quiere es que le den todas las cosas hechas, para vivir como vegetales sin iniciativa). Menos mal que esos algunos seres humanos han querido explorar. La alternativa habría sido quedarnos viviendo como los monos en las sabanas africanas.

Me pregunto cuántas veces en su vida habrá salido el señor Ruiz de Elvira a explorar la sabana africana, el polo norte, la patagonia chilena o la tundra siberiana. No parece que haya figurado entre los hombres que han puesto su pie en la luna, ni que haya pilotado desde un buque uno de esos submarinos que se adentran en las grandes fosas marinas.

No me parece de recibo eso de llamar vegetales sin iniciativa a esa gran mayoría de seres humanos que, sencilla y llanamente, quieren labrar su vida ganándose el pan de sus hijos allá donde han nacido o a donde se han tenido que trasladar para conseguir trabajo. Si todos los hombres se dedicaran a ser Marco Polo, apañados estaríamos. De hecho, no conozco a ningún mono de la sabana que sepa sembrar, abonar, cuidar y cosechar en el campo, cosa que si hacen esas buenas gentes que han nacido, crecido, vivido y fallecido en, por ejemplo, un pequeño pueblo de los monegros oscenses, a los que parece que el señor Ruiz, muy sabio él, desprecia.

Tras justificar el gasto que se hace en enviar naves a Plutón, el catedrático suelta esta perla:

La única alternativa que tenemos al desastre monumental que supone el crecimiento constante de la población en la Tierra es conseguir cambiar cualitativamente nuestra forma de pensar.  

Ay, ay, ay, que ya empieza la cosa a oler a malthusianismo barato, cual si fuera colonia de marca blanca de supermercado. Prepárense, que llega la bomba":

En las últimas semanas se ha presentado ante nuestros ojos un espectáculo bochornoso en el caso de Grecia, en el cual los técnicos europeos se han agarrado como los curas de todas las religiones a sus dogmas. Incapaces de plantearse el menor cambio en sus ideas, unas ideas que como el agua de la fuente de Lourdes no cura el cáncer, ellas no traen a los europeos mas que el aumento de la miseria, no son capaces de corregir el problema en el que estamos sumergidos.

¿Ven ustedes lo fácil que es empezar hablando de un viaje a Plutón para acabar atizando a los tecnócratas europeos y de paso a todo lo que huela a religión? Y, por supuesto, entre las religiones a las que atiza este insigne científico metido a economista y anticlerical de vía estrecha figura el catolicismo, y más concretamente el santuario de Lourdes. El caso es que tan cierto como que una nave acaba de pasar muy cerquita de ese planeta enano, son multitud las personas que han sido sanadas de sus enfermedades en Lourdes por su fe, o la de otros. Así lo han atestiguado científicos tan respetados en sus disciplinas como lo pueda ser esta catedrático de física en la suya. 

Dice este hombre:

El comportamiento humano es el que manda carabelas a América y sondas a Plutón, es el que se interesa por el clima, y por el flujo del aire en las turbinas de los molinos de viento, por el comportamiento del cerebro, y como funcionan los seres vivos.

El comportamiento animal es aquel que sólo se interesa en conservar la poltrona del cabecilla, a pesar de la miseria de sus conciudadanos.

La ciencia, desde el estudio de lo mas pequeño, el comportamiento de los protones, a los átomos y la química, a los sistemas complejos como los organismos, los fluidos y el clima, al estudio del sistema planetario y del pasado del cosmos (pues del presente solo vemos nuestro sistema solar) es lo que nos hace humanos, y nos ha permitido, no con los gadgets, sino con el cambio mental cualitativo que supone, ser, aunque aun pobres materialmente, inmensamente mas ricos, también materialmente, que nuestros antepasados poco humanos.

No seré yo quien diga que no tiene interés científico enviar sondas a Plutón, pero les aseguro que cuando Colón partió hacia América no tenía como principal objetivo demostrar que la tierra era esférica sino abrir una nueva vía comercial hacia Asia. Es más, uno de los motivos que llevó a la Reina Isabel a impulsar esa aventura fue precisamente el difundir la fe que provoca que en Lourdes se produzcan milagros. Tanto si le gusta al señor Ruiz de Elvira como si no, la religión ha provocado mucho más “interés aventurero” en el hombre que la ciencia.

De hecho, no es que la ciencia nos haga humanos. Más bien es que porque somos humanos, hacemos ciencia, cosa que ningún mono de la sabana puede ni podrá hacer jamás. Un simio mira el cielo despejado en la noche africana y se queda igual que si mirara el poster de Lebrón James machacando el aro. Cualquier hombre mira al cielo y, a menos que esté absolutamente cegado por la soberbia y el pecado, entiende que “desde la creación del mundo las perfecciones invisibles de Dios -su eterno poder y su divinidad- se han hecho visibles a la inteligencia a través de las cosas creadas” (Rom 1,20) y comprende que “los cielos pregonan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salm 19,1).

Ah, otro detalle sin importancia. El señor Ruiz de Elvira figura entre la nómina de los científicos que han escrito libros sobre el calentamiento global. Ya saben, eso que dicen que provocamos los malvados seres humanos que superpoblamos este planeta. Habrá que ir pensando en enviar a algunos a Plutón, donde hace mucho frío.

Luis Fernando Pérez Bustamante