Mons. Osoro tampoco condena a nadie

Mons. Carlos Osoro, nuevo arzobispo de Madrid, ha concedido una primera entrevista a Jesús Bastante, uno de los periodistas que, además de hacer caja publicando una biografía, más se ha caracterizado, junto a José Manuel Vidal, por faltar al respeto a su antecesor, al que sometieron a una persecución que merece figurar en los análisis del periodismo religioso por lo que ha tenido de brutal, humillante, encarnizada y barriobajera. Don Carlos da una serie de respuestas muy interensates.

Copio:

¿Está la Iglesia perseguida en España, como postulan ciertos grupos católicos?

No. Sinceramente no, no creo que esté perseguida. En este sentido, pienso que a veces nos quejamos, seguramente con razón, pero no terminamos de ofrecer, de ofertar soluciones. Y tenemos que dejar de llorar y seguir trabajando para construir.

No entiendo muy bien en qué pueden consentir esos ataques ni, por tanto, de qué soluciones habla. Es más, tampoco entiendo por qué somos nosotros los que tendríamos que ofrecer soluciones si nos atacaran. Ciertamente la izquierda española, si llega al poder, parece estar dispuesta, esta vez sí, a cambiar buena parte de las leyes que afectan a la Iglesia, pero no creo que pretendan cerrar templos ni encarcelar a curas y obispos. Quizás se carguen la X de la declaración de la Renta, pero eso hasta nos puede venir bien, pues entonces ya no podrán acusarnos de aprovecharnos del estado como recaudador de lo que los ciudadanos quieren darnos, un 0.7% de su declaración.

¿Puede un obispo ir detrás de una pancarta?

Como obispo, no. Creo que un obispo no debe salir a protestar a la calle. Y no porque no tenga derecho a hacerlo como ciudadano, sino porque si yo participo en una manifestación con una consigna determinada, necesariamente van a ver que me uno a un grupo, al que convoca esa manifestación. Y yo tengo que ser de todos. En este sentido, solo acudiría a actos que nos unieran a todos, a concentraciones en las que todos estuviéramos de acuerdo. Y entonces salimos todos.

Es decir, parece claro que don Carlos Osoro no va a salir a manifestarse a favor de la vida y de la familia, como sí lo hicieron los cardenales y obispos de la foto que acompaña estas líneas.

Es más, no esperen que don Carlos vaya a ninguna manifestación de ningún tipo, porque es evidente que jamás estaremos de acuerdo todos, católicos y no católicos, en la defensa de la vida, de la educación con valores cristianos, de la protección de la institución familiar, etc. No esperen que el arzobispo acompañe en la calle a su pueblo en esa labor. Lo cual, obviamente, no significa que no piense apoyar a los fieles que sí lo hacen.

Sigamos:

¿Qué opina de la retirada de la ley del aborto?

El aborto es un crimen, uno de los más absurdos y graves que existen, y ante el cual ningún cristiano puede objetivamente defender lo contrario. Había un compromiso de que esa ley se llevaría a cabo, yo no pensaba que fuera a retirarse.

No le preguntaban si pensaba si la ley se iba a retirar sino lo que piensa de su retirada.

¿Qué le diría a una mujer que quiere abortar?

A ver: lo primero que hay que decir es que con el aborto se mata, y por tanto es un crimen. Lo que hay en el vientre de una madre es una persona, y si se cuida, lo que sale es un niño, no un árbol. Pero también hay que defender la vida frente a la guerra y lo que trae consigo.

Sobre estas mujeres, lo primero que hay que decir es que se trata de decisiones muy difíciles, porque tocan lo más profundo de la existencia humana. Normalmente, cuando me he encontrado en situaciones similares, he podido comprobar que quien decide abortar está convencido de que es lo que tiene que hacer. Muchas veces, los problemas vienen del hecho de que se encuentran solas, sin trabajo, las familias no aceptan la situación… Hay ocasiones en que algunas mujeres se sienten, si no empujadas por la familia, sí en la calle o sin horizontes. Ante esto, lo primero, siempre, es escuchar. Hay que ayudar a la gente a descubrir el valor de la vida, y eso no se consigue más que teniendo tiempo, porque las cosas importantes no se resuelven en un instante. Hay que dejar a las personas que hablen, que se desnuden, y acompañarlas de verdad, con todas las consecuencias.

Bien, el arzobispo dice que el aborto mata pero las guerras también. Tiene razón, evidentemente. También mata el terrorismo. Y los accidentes en carretera por imprudencias temerarias. Y las drogas. Y el tabaco. Y la violencia doméstica. Pero, sin embargo, San Juan Pablo II, cuyo magisterio no tenemos la menor intención de olvidar -don Carlos tampoco-, nos recuerda en la Evangelium Vitae:

Entre todos los delitos que el hombre puede cometer contra la vida, el aborto procurado presenta características que lo hacen particularmente grave e ignominioso. El Concilio Vaticano II lo define, junto con el infanticidio, como “crímenes nefandos “

Hoy, sin embargo, la percepción de su gravedad se ha ido debilitando progresivamente en la conciencia de muchos. La aceptación del aborto en la mentalidad, en las costumbres y en la misma ley es señal evidente de una peligrosísima crisis del sentido moral, que es cada vez más incapaz de distinguir entre el bien y el mal, incluso cuando está en juego el derecho fundamental a la vida. Ante una situación tan grave, se requiere más que nunca el valor de mirar de frente a la verdad y de llamar a las cosas por su nombre, sin ceder a compromisos de conveniencia o a la tentación de autoengaño. A este propósito resuena categórico el reproche del Profeta: « ¡Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal!; que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad » (Is 5, 20).

(San Juan Pablo II, EV 58)

Como ven ustedes, la manera de hablar del aborto de San Juan Pablo II es “contundente” ante la lacra del aborto. No es menos cierto que el papa santo polaco

¿Y si al final aborta?

Pues mira, si no funciona tú no eres quién para condenar a nadie. Tú has hecho todo lo que tenías que hacer, y después la persona tiene su libertad. Una libertad que a lo mejor no ha logrado descubrir en plenitud, pero que no te queda más remedio que aceptar. Lo que tú tienes que hacer es involucrarte en esa situación, y no en la distancia, sino muy cerca, y tratar de abrir perspectivas.

Parece que Mons. Osoro viene a decir que el aborto es cosa muy mala pero al fin y al cabo, las mujeres son finalmente libres para abortar y no nos queda más remedio que aceptarlo. Y que, por supuesto, nada de condenarlas. ¿Pedirá que se retire del Código de Derecho Canónico la pena de excomunión hacia las mujeres que abortan? Una pena, señores míos, que es la más grave que se puede aplicar a un bautizado.

Lo explicaba así San Juan Pablo II en la misma encíclica:

… la Iglesia señala este delito como uno de los más graves y peligrosos, alentando así a quien lo comete a buscar solícitamente el camino de la conversión. En efecto, en la Iglesia la pena de excomunión tiene como fin hacer plenamente conscientes de la gravedad de un cierto pecado y favorecer, por tanto, una adecuada conversión y penitencia.

(EV 62)

Sin embargo, si dejamos caer, siquiera inadvertidamente, la idea de que las mujeres son libres para abortar, ¿para qué necesitamos una ley civil, penal o canónica que las condene? Sí, ya sabemos que muere un ser humano inocente, pero lo que nos toca hacer es intentar convencer a la madre para que no mande matarlo. Ahora bien, aparte de eso, ¿"no te queda más remedio que aceptar”? Sí tú le dices a alguien que matar a un hijo no nacido es un crimen nefando, y sin embargo va y lo mata, ¿debes mantener la misma actitud compasiva y comprensiva de antes, a menos que dicha persona se arrepienta y quiera pedir perdón a Dios?

No por ello debemos olvidar también, y a ello se refiere don Carlos, que hay situaciones en que la mujer es la menos “culpable” del aborto. También lo indicaba San Juan Pablo II:

No se pueden olvidar las presiones que a veces provienen de un contexto más amplio de familiares y amigos. No raramente la mujer está sometida a presiones tan fuertes que se siente psicológicamente obligada a ceder al aborto: no hay duda de que en este caso la responsabilidad moral afecta particularmente a quienes directa o indirectamente la han forzado a abortar. 

(EV 59)

Por último, quiero señalar una cuestión que últimamente parece que se ha convertido en una especie de mantra entre muchos cristianos:

En Oriente Medio, asistimos a la masacre del Estado Islámico. ¿Se puede justificar la violencia en nombre de la religión?

Esta gente que mata en nombre de Dios se equivoca, porque Dios nunca mata, nos hace vivir a todos. Cuando yo convierto a ese Dios en una lucha política, probablemente lo que esté haciendo es imponer a los demás mi forma de entender las relaciones entre los hombres, y eso me da una pena tremenda. Nuestro Dios, si es Dios, es imposible que mate. Al contrario, viene a dar vida.

Es evidente que andar por ahí matando a la gente en nombre de Dios es cosa lamentable y condenable. Pero eso de que es imposible que Dios mate, ¿de dónde lo saca el arzobispo de Madrid? ¿Qué hacemos con el Dios del Antiguo Testamento? Es más, ¿qué hacemos con el Dios del Nuevo Testamento? Sí, ese que:

Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira, su mujer, vendió una posesión y retuvo una parte del precio, siendo sabedora de ello también la mujer, y llevó el resto a depositarlo a los pies de los apóstoles. Le díjo Pedro: Ananías, ¿por qué se ha apoderado Satanás de tu corazón, moviéndote a engañar al Espíritu Santo, reteniendo una parte del precio del campo?¿Acaso sin venderlo no lo tenías para ti, y vendido no quedaba a tu disposición el precio? ¿Por qué has hecho tal cosa? No has mentido a los hombres, sino a Dios. Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Se apoderó de cuantos lo supieron un temor grande. Luego se levantaron los jóvenes y envolviéndole le llevaron y le dieron sepultura.
Pasadas como tres horas entró la mujer, ignorante de lo sucedido, y Pedro le dirigió la palabra: Dime si habéis vendido en tanto el campo. Dijo ella: Sí, en tanto; y Pedro a ella: ¿Por qué os habéis concertado en tentar al Espíritu Santo ? Mira, los pies de los que han sepultado a tu marido están ya a la puerta, y ésos te llevarán a ti.
Cayó al instante a sus pies y expiró. Entrando los jóvenes, la hallaron muerta y la sacaron, dándole sepultura con su marido. Gran temor se apoderó de toda la iglesia y de cuantos oían tales cosas.

(Hech 5,1-11)

Es claro que Dios no se dedica a ir castigando y matando a la gente sin ton ni son, pero decir que es imposibe que Dios mate contradice expresamente lo que leemos en la Biblia. Para condenar las barbaridades que cometen los del Ejército Islámico no hace falta decir eso.

Es todavía pronto para saber lo que hará Mons. Osoro en Madrid. Don Carlos es un buen pastor. Tiene especial carisma con los jóvenes. Creo que se puede decir sin faltar a la verdad que en las anteriores diócesis donde ha servido a Dios y su pueblo como pastor, ha dejado una buena huella. Quedaron mejor a como estaban antes de su llegada. Sus intenciones son, sin duda, muy buenas y todos debemos rezar para que el Señor le conceda ser un pastor según su corazón. Eso es, sin duda, lo que él quiere. Por ejemplo, dice:

Hay que estar con todos los vecinos, y escucharlos, acercarnos a todos. Incluso a los que están al margen, a los que no quieren saber nada, e intentar hacerles ver que no somos enemigos, sino que deseamos construir lo mejor posible para vivir juntos. Y, si de verdad somos testigos, la gente se dará cuenta de que hay cosas que son buenas y otras secundarias, y podremos de verdad construir".

Efectivamente, es papel de la Iglesia estar con todos. Incluso con los que no quieren saber nada de la misma. Debe estar especialmente con los más pobres y necesitados, como ya de hecho hace a través de Cáritas y otras instituciones católicas similares. Y es también papel de la Iglesia ser luz en medio de las tinieblas. Y ser instrumento en manos del Espíritu Santo, quien, según Cristo “argüirá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Jn 16,8). Es también papel de la Iglesia predicar junto con Cristo “convertios, porque se acerca el reino de Dios” (Mt 4,17) y junto con Pedro “arrepentíos, pues, y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados, a fin de que lleguen los tiempos del refrigerio de parte del Señor” (Hch 3,19-20).

Así sea.

Luis Fernando Pérez Bustamante