No basta con decir que el aborto es malo
Estos días hemos asistido a una catarata de reacciones tras la retirada de la reforma de la ley del aborto por parte del gobierno del Partido Popular. Obispos, líderes de movimientos cívicos, articulistas, tertulianos, algunos políticos -pocos-, etc, han criticado con mayor o menor energía tal decisión por parte del Partido Popular.
Ahora bien, hay algunos que se conforman con decir tres obviedades:
1- El aborto es malo. Consiste en matar a un ser humano no nacido. Bien, señores, puede que sea conveniente recordar tal cosa cada vez que hablamos del tema, pero eso ya lo sabemos. La cuestión, por tanto, no consiste en decir solo que quitar la vida al no nacido es malo, sino en qué se ha de hacer para evitarlo, para proteger al nasciturus.
2- Hay que acompañar a la mujer que está embarazada y tiene problemas. Eso, estimados amigos, es puro evangelio. No puede ser que la solución a las pocas o muchas mujeres que abortan por sufrir precariedad económica sea matar al hijo que viene en camino. Idem con aquellas que sufren la presión de un entorno familiar o de amistades que la empujan a deshacerse de la vida que crece en su seno. Si el evangelio nos pide dar de comer al hambriento y de beber al sediento, entendemos que tal hecho es especialmente necesario cuando lo que está en juego es la vida de una madre y su hjo.
3- Los partidos políticos deben cumplir sus compromisos electorales una vez en el gobierno. Eso es lo que no ha hecho el PP en materia de legislación abortista. Pero, en serio, ¿a alguien le sorprende que un partido político prometa una cosa y haga la contraria?, ¿alguno ignora que la política de este gobierno tampoco es conforme al programa electoral que llevaba el PP para las últimas elecciones generales en otros asuntos?
En noviembre se ha convocado una gran manifestación en Madrid a favor de la vida. Los convocantes plantean ”la petición de derogación de la vigente ley del aborto” y advierten “al PP de la trascendencia que tendría el voto de los electores en las próximas elecciones“.
Parece claro que Mariano Rajoy no va a impulsar la reforma que había planteado Ruiz Gallardón. Una reforma, no se nos vaya a olvidar, que dejaba las cosa igual o peor -dos semanas más de gestación para abortar por el coladero de problemas psicológicos- a como estaban en la ley abortista de 1985, bajo la que se llegaron a cien mil abortos anuales. Me reconocerán ustedes que es como poco discutible defender la idea de que una reforma así es un paso grandioso en la defensa de la vida humana no nacida, pero ese debate ya no tiene sentido.
No digo que me parezca mal advertir al PP de que la retirada de la reforma puede tener repercusiones electorales, pero la defensa de la vida va más allá del voto a un partido que, en su primera etapa de gobierno, no solo no movió un dedo para combatir la cultura de la muerte, sino que dio un paso más a favor de la misma aprobando la primera píldora abortiva en España. Una píldora que produce abortos independientemente de la situación económica y existencial de la madre.
Es decir, desde un punto de vista político-electoral, el voto al PP por parte de quienes estamos en contra del aborto, lleva muchos años sin tener justificación alguna. Y en las calderas de Génova -sede nacional de los populares- saben que hay multitud de ciudadanos a los que su defensa del derecho a nacer no les ha movido, hasta ahora, a votar a opciones políticas minoritarias que siempre han llevado en sus programas electorales una ley de aborto cero. Es por ello que los estrategas del partido presidido por Mariano Rajoy piensan que con condecer alguna cosilla al mundo provida en los próximos meses, (p..e, que las menores no puedan abortar sin consentimiento materno y una ley de apoyo a la maternidad -para la que no habrá dinero-), quizás se garanticen de nuevo el voto de ese sector de la sociedad. Siempre lo podrán vender como un paso en la buena dirección. Pequeño, en comparación con lo prometido, pero paso al fin y al cabo.
La única manera de salir de ese círculo vicioso de providas que votan a partidos abortistas, es fomentar una lista unitaria -da igual que sea bajo unas siglas o bajo una coalición- que se plante ante las urnas con un programa de máximos a la hora de defender el derecho a nacer. Y, de paso, que haga lo mismo en relación a la legislación familiar. Porque no nos olvidemos que en España hoy existe una ley de divorcio express, que convierte el matrimonio civil en algo más fácil de romper que cambiar de compañía telefónica, y una ley de “matrimonio” homosexual, que se da de tortas con la ley natural.
Manifestarse contra el aborto está muy bien y es necesario. Votar a favor del derecho a la vida de la familia es mejor y más útill, porque aunque no se consiga llegar al gobierno, al menos habrá una voz que defienda en los parlamentos aquello que consideramos vital para el bien común de toda la sociedad.
¿Y la Iglesia qué?
Hoy leemos unas declaraciones del P. José María Gil Tamayo, portavoz de la Conferencia Episcopal Española, en las que asegura que la CEE nunca ha dicho a quién hay que votar. Tan cierto es eso como que en los últimos días varios obispos han dicho que los partidos mayoritarios son estructuras de pecado, que ninguno de ellos defiende el derecho a la vida, que votarlos es incompatible con el Magisterio de la Iglesia y que ya está bien de votar en base a la tesis del mal menor. Es decir, guste más o guste menos, algo está cambiando en la Iglesia en España en relación al tema del voto. Que un órgano colegiado, como la CEE, no se pronuncie sobre este tema es comprensible, dado que en el episcopado español hay sensibilidades diferentes sobre lo que se debe hacer o decir a los fieles y los ciudadanos a la hora de que se acerquen a las urnas.
Cada obispo, soberano en su diócesis, debe discernir si es hora de repetir el mensaje de siempre -el aborto es malo, hay que ayudar a la mujer, etc- o ha llegado el momento de ir más allá y recordar algo tan elemental como el hecho de que apoyar con el voto a partidos abortistas no parece muy compatible con la condición de cristiano provida. En ese sentido, vuelve a estar de plena actualidad el magisterio pontificio reciente. Concretamente, el de Benedicto XVI en la exhortación apostólica Sacramentum Caritatis:
«El culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables… Los Obispos han de llamar constantemente la atención sobre estos valores. Ello es parte de su responsabilidad para con la grey que les ha sido confiada». (SC,83
Y el del Papa Francisco en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium:
«entre los débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo. Frecuentemente, para ridiculizar alegremente la defensa que la Iglesia hace de sus vidas, se procura presentar su postura como algo ideológico, oscurantista y conservador. Sin embargo esta defensa de la vida por nacer… supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo» (EG, 213).
Que el Señor nos ilumine a todos y nos conceda la gracia de obrar conforme a su voluntad.
Luis Fernando Pérez Bustamante
20 comentarios
Evidentemente, la mejor manera de obtener buenos frutos en la lucha pro vida es tener representación parlamentaria. Aunque fueran uno o dos diputados, el que se oyera voces realmente pro vida en el congreso sería un hito y abrir una brecha. Seguir esperando algo del Partido Popular es un gran error y es hacer realidad el refrán de que no hay peor ciego que el que no quiere ver. A estas alturas creo que los grupos pro vida deben dejarse de pronunciamientos y valoraciones favorables, de alguna manera, a posibles variaciones en la legislación sobre aborto y limitarse a exigir que la legislación española no contemple ninguna posibilidad de abortar. Lo demás sobra y es hasta contraproducente.
Y esta claro que si luego cuando vengan las elecciones municipales y autonómicas, que están a la vuelta de la esquina, el PP no nota que sus electores pro vida han dejado de votarles, por mucho que se manifiesten en la calle, seguirán igual y no cambiarán nada cara a las Generales. La verdadera manifestación son las urnas.
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LF:
Así que si queremos conseguir una ley provida, hay que votar al PP.
Vale. Votando al PP, votamos aborto. Allá usted y su conciencia.
Lo del voto del miedo ya no cuela.
Obviamente he quitado también las respuestas, incluida la mía. Os ruego me disculpéis. No debí haber dado paso a la provocadora.
0.1 (cero punto uno). Ni siquiera la campaña contra la ley de Gallardón lo hizo mejorar mucho, resultado más alto 0.3 (feb14)
No se puede presentar un programa político centrado en un 'no-problema' para la sociedad. Está condenado al fracaso.
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LF:
Mayor razón para presentarlo. Nada está en juego, salvo la dignidad propia.
Exactamente ¿qué clase de ley provida nos va a traer el partido que amplió las posibilidades de abortar con la píldora del día después? En cuanto a la libertad religiosa ¿han eliminado ya la dichosa educación para la ciudadanía? porque me da a mí que muy compatible con la educación religiosa (o cualquier tipo de ideas morales que no sean las de los progres) no parece.
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LF:
De momento han dado el golpe de gracia a la asignatura de religión en la escuela pública en el Bachillerato, gracias a la ley Wert.
Para tener alguna posibilidad de llegar a obtener representación parlamentaria, el nuevo partido debe tocar varias teclas, aludir a temas diversos que han generado frustración en el electorado clásico del PP. Por ejemplo:
- La subida de impuestos (cuando se había prometido lo contrario: bajada de impuestos y reducción del gasto público).
- La presencia de los batasunos en las instituciones: Rajoy asumió el acuerdo de Zapatero con la ETA.
- El tancredismo del gobierno frente al proceso separatista catalán.
- El incumplimiento de las promesas de regeneración institucional, restablecimiento de la independencia del poder judicial, etc.
- La absoluta pasividad del PP en materia de promoción de la familia y la natalidad. Cuando digo "promoción de la familia" no me refiero sólo a ayudas económicas; también la derogación del "divorcio exprés" (que el matrimonio deje de ser un contrato basura), etc.
- La aceptación de la "ideología de género" (ley de violencia de género, políticas "de igualdad", etc.) heredada del zapaterismo.
Un partido que toque todas esas teclas (o sea: que confedere a los pro-vida y pro-familia, los anti-estado elefantiásico, los anti-separatistas, etc.) sí podría tener una oportunidad.
Espero que VOX pueda llegar a ser ese partido.
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LF:
Mientras defiendan los principios no negociables, el resto de temas no me impedirá votar a quien sea. Pero como yo, poquísimos.
Para todo ello hacen falta líderes, de una integridad moral incontestable; también se requiere unidad de acción y que se aúnen las voluntades de las diferentes sensibilidades conservadoras, evitando personalismos y todo afán de protagonismo. En fin, parece que nos falta casi de todo. Y sin embargo, si se comparten las mismas convicciones, se tiene mucho ya: lo fundamental.
La trascendencia del momento que vive el país exige que todos dejemos a un lado intereses personales, por muy legítimos que sean, para rendir el mejor servicio posible desde nuestras convicciones y desde nuestro análisis compartido de la realidad.
Que el tema del aborto no preocupe mayoritariamente a la gente no cambia su gravedad y como se ha dicho, razón de más para denunciarlo y emplear las energías disponibles en revertirlo, si fuese un tema que preocupase mucho a la ciudadanía como se dice ahora, no haría falta insistir en ese tema ya lo harían otros.
Y los partidos a los que llamas monotemáticos por éste principio han estado siempre peleando contra el aborto sin ambigüedades, mientras otros apoyaban al PP estos años (por los resultados en este tema se ve que perdidos) pensando en posibilidades de éxito, no tirar el voto, etc.
¿He llamado a algún partido concreto "monotemático"? ¿Por qué tergiversas mis palabras?
Sólo digo que, si existe la tentación de crear ahora un nuevo partido centrado sólo en la cuestión del aborto, la cosa no funcionará. Hay que ofrecer un programa omnicomprensivo que, junto a la cuestión del aborto, toque también otras que preocupan a los exvotantes del PP.
Y hablo de Mayor Oreja, Trillo y demás gente.
Álvarez Cascos y Rosa Díez, por menos, se llamaron a montar su partido.
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LF:
Son más pro-partido que providas. Así de simple.
Sin duda que hay que tratar que erradicar el mal del aborto de la sociedad, pero lo que hoy está sacando a la calle a los pro-vida es otra cosa: la legalización del aborto.
El riesgo de quedarse con que el aborto es malo, es que, al menos en mi país, todos los abortistas están en contra del aborto. Ninguno está a favor. Lo que ellos favorecen es la legalización o despenalización del aborto.
Obviamente que es un sofisma, pero el hecho es que si nos quedamos con que el aborto es malo les hacemos el juego, porque no atacamos lo que constituye un mal nuevo y más grave, que es la legalización del aborto, que es lo que ellos quieren, y que sí se puede erradicar más pronto o más tarde, en forma definitiva.
Sin duda que el aborto es un crimen abominable, pero por eso mismo, que esté legalizado o despenalizado es peor, porque no afecta solamente a la vida del no nacido, sino además al sistema legal y a todo el sistema de valores de la sociedad.
Es hermoso hablar de "aborto cero", pero pensemos cómo suena "rapiña cero", "homicidio cero", "estafa cero", etc. Suena irreal.
Lo que no suena irreal, aunque ya se ve qué difícil es, es "hay que derogar la ley de aborto". Claro, es también lo que resulta conflictivo, y capaz que ahí está la explicación.
Saludos cordiales.
Actualmente la institución matrimonial simplemente NO EXISTE, se ha reducido a una ceremonia que no confiere ningún derecho ni deber especial ni supone un estado claramente diferenciado frente a quienes no se casan.
¿Los principios innegociables de BXVI incluyen la abolición del divorcio? Porque en esto oigo hablar a menudo de la "defensa del matrimonio" pero sin atacar el principal mal que lo corroe.
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LF:
Yo sé que se han hecho propuestas de que los matrimonios religiosos tengan efectos civiles reales. Es decir, que si uno se casa por la Iglesia Católica, sabe que no podrá divorciarse y volverse a casar por lo civil... salvo que apostate públicamente.
Eso es exactamente lo que ocurre en el Líbano.
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LF:
Eso de que ningún ordenamiento jurídico actual puede adoptar principios de moralidad religiosa, ¿lo dice por los países musulmanes donde "democráticamente" se adopta la sharia? ¿o es que la democracia vale para cuando nos interesa y cuando no, no? Por cierto, uno de los problemas de la sharia es que se aplica tanto a musulmanes como a los que no lo son.
Pero aquí nadie ha propuesto tal cosa. Lo que se podría proponer es simple: El que se quiera casar por una religión, su boda tendrá el tratamiento civil que marca dicha religión. Y el que no quiera hacerlo, que no lo haga. Es fácil.
A ver si va a resultar que aceptamos leyes contrarias a ley natural, como la del "matrimonio" homosexual, y no vamos a aceptar leyes que emanan de creencias religiosas.
LF:
Por lo que le voy leyendo su concepto del catolicismo es un tanto peculiar, pero dejémoslo estar. No es ninguna ocurrencia. Esta era una civilización cristiana. Si volviera a serlo, el cristianismo impregnaría sus leyes sí o sí. Si pasamos de un Occidente apóstata, como el actual, a otro que recupere sus esencias, la institución familiar sería, junto el derecho a la vida, la primera en ser protegida.
El divorcio es un derecho civil gestionado por la sociedad civil independiente y libre, ninguna confesión puede tener acceso a sugerir al legislador que "imite" en el aspecto civil las limitaciones o castigos que comporta la transgresión de un precepto religioso en su aspecto religioso. Una especie de "ayúdame a castigarlos". O como las sentencias del Santo Oficio, que eran ejecutadas por "el brazo secular", porque era el Rey el que podía condenar a muerte, la Iglesia no podía matar a nadie, claro.
LF:
El divorcio es una plaga, un atentado contra la institución familiar, un mal a combatir, una puerta abierta a la poligamia sobrevenida. Y cuando hay niños de por medio, supone casi siempre una agresión intolerable contra su salud mental.
Y por supuesto que debería de castigarse a los culpables de un divorcio. Incluso aunque sea un matrimonio meramente civil. Si tú has firmado un contrato mercantil con cualquier persona e incumples dicho contrato o lo rompes, tienes que pagar unas consecuencias por ello. En el caso del matrimonio, si uno incurre en adulterio, o se muestra violento, física o psicológicamente, con el otro cónyuge, el que tendría que quedarse en la puñetera calle y sin la custodia de los hijos es la parte culpable, no la inocente. La actual ley divorcista consagra el derecho al repudio. Es decir, me separo de ti porque me da la gana y te buscas la vida como puedas.
Y, desde luego, un juez podría determinar que lo mejor para unos niños pequeños es que sus padres convivan juntos, aunque sea en habitaciones separadas. O si no queda más narices que separarse, nada de meter a una tercera persona en el hogar familiar, que acabe por ocupar el papel que le corresponde al padre o la madre. Y si no, no haberse casado y no haber tenido hijos. Pero la prioridad son ellos.
Con respecto a la ley natural, el ordenamiento civil hace también mucho tiempo que es independiente y autosuficiente. No contempla UNA sola ley natural subjetiva de ninguna persona o grupo, sino que respeta diferentes opiniones. Es cierto que permite aberraciones aceptadas como el aborto, igual que en otro tiempo la esclavitud. Pero por eso ve bien también otras realidades inofensivas, como por ejemplo que el sexo de dos ciudadanos ya no sea limitación para que unan sus vidas y obtengan beneficios y derechos de esa unión en la vida civil. El matrimonio es una institución prerreligiosa que durante muchos siglos ha tenido y tiene implicaciones religiosas, pero que perfectamente la sociedad puede recuperar como contrato civil puro, propio y con aspecto civil por encima del religioso. Con su correspondiente extinción de contrato, como es lógico.
LF:
Solo hay una ley natural. Si usted creyera lo que enseña la Iglesia Católica, a la que dice pertenecer, lo entendería. En todo caso, el tema del post no es la legislación canónico-civil-religiosa.
Fin al debate. No me responda. No lo publicaré
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