Volvió a Dios... y Dios se lo llevó
Tan simple como esto. Tan maravilloso como esto. Tan don del cielo como esto:
«Quiero volver a Dios», me soltó a bocajarro. En su azarosa y complicada vida de artista, hubo de todo, pero había llegado el momento de recuperar lo esencial. Quería casarse por la Iglesia con Marta Ugena, bautizar a sus hijos y recibir formación cristiana.
Juan Tarodo había tenido prácticamente todo lo que este mundo le podía dar. Compositor, letrista, batería y cofundador del grupo Olé-olé, uno de los grandes grupos españoles en la década de los 80 y principios de los 90. Casado, padre de dos hijos y con proyectos por delante. Pero hace tres años la leucemia hizo presencia en su vida. Y entonces volvió sus ojos a Dios. El P. Juan Pedro Ortuño cuenta el proceso de su conversión y posterior fallecimiento en un artículo publicado en Alfa y Omega y que reproducimos en InfoCatólica.
No le dio tiempo a hacer todo lo que tenía pensado. La muerte llegó pronto. Seguro que demasiado pronto para todos los que le querían. Pero en realidad, él ya había pasado de muerte a vida. El Señor no quiso que saliera de este mundo sin reencontrarse antes con Él. Y le dio la gracia de la conversión.
Nunca sabemos cuándo nos va a llamar Dios a su presencia. Pero si estamos alejados de Él, nunca es tarde para volver. Da igual lo que hayas hecho en tu vida pasada. Cuando el Señor llama a tu puerta, si le abres Él entra y mora en tu corazón. Y a través del amor que derrama sobre ti ama a los que te rodean. El alma que vuelve sus ojos a Cristo se convierte en espejo del amor de Cristo hacia los hombres.
Incluso si vivimos el don de la fe y nuestra vida está ya en manos del Señor, siempre podemos profundizar en nuestra relación con Él. La conversión dura toda la vida. Nunca es tarde para dejarnos amar más por Él y responder a su amor. Nuestra vida terrenal es un abrir y cerrar de ojos comparado con la vida eterna que nos espera tras el umbral de la muerte. Merece la pena estar aquí con Dios para no separarnos nunca de Él allá.
Vaya hoy nuestra oración por Juan, para que ya se haya producido el encuentro eterno con el Dios al que quiso volver. Y que en esa oración haya una muestra de gratitud al Señor que quiso atraerle a su presencia antes de abandonar este mundo. Si conoces a alguien que está alejado de Cristo, no desfallezcas. En cualquier momento Él puede hacerse presente de nuevo en su vida. Nuestras oraciones son el puente para la conversión de muchos. Y, vuelvo a decir, nunca es tarde. Dios nos quiere a su lado.
Luis Fernando Pérez Bustamante
10 comentarios
Señor, no me sueltes, mi necedad y soberbia aun se resisten. Ten Misericordia de este tu hijo, y sigue guiándome.
Por otro lado, es impresionante cómo el dolor, el profundo, el que te pone al borde de la existencia, el que te muestra que la muerte está al asecho a punto de darte el zarpazo final, es impresionante, digo, como ese dolor te hace volver los ojos del corazón a Dios y provoca, en quien es humilde, una verdadera conversión. No hay duda que el dolor es el suave toque de las manos de Dios sobre tus hombros, cuando, distraído y embelesado como estás mirando el mundo y sus engaños, te llama para que pongas tus ojos solo en Él. Esto lo sé, no solo por este testimonio, sino por uno muy cercano.
Que descanse en paz.
Saludos.
Soy feligrés del Padre Ortuño (Parroquia de San Bernardo) y él nos contó en Misa la historia de Juan Tarodo al poco de fallecer éste. Una historia triste, pero a la vez hermosa, que demuestra que uno siempre puede volver a Dios y a la Verdad.
no sólo es MUY bonito lo que has escrito, es además literalmente cierto, lo creo absolutamente. Reconfortante y ejemplarizante.
Yo también, el dia antes de mi boda, el sacerdote que nos iba a casar nos preguntó que qué epístola nos gustaría que leyera, y le pedí la del hijo pródigo, y le conté porqué. Hace 13 años y medio. Este tipo de cosas me toca profundamente... y más en un caso como éste.
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