Rubalcaba tiene razón: el PSOE ha vuelto

Con un masón al frente, ha vuelto -si es que alguna vez se había ido- el PSOE de la II República. El PSOE de las dos Españas, una con sus raíces en la historia y otra que odia esas raíces. El PSOE anticlerical de siempre. El PSOE que tiene como gran obsesión a la Iglesia. El PSOE que quiere controlar la educación, aunque sea pisoteando el derecho de los padres.

También es el PSOE de los anti-derechos. Derecho al aborto, al gaymonio y, prontamente, a la eutanasia. Recordemos que es el mismo partido que en su día se opuso a que las mujeres pudieran votar bajo la excusa de que eran muy influenciables por los curas en los confesionarios. Hoy ya no tienen ese temor. De hecho, tampoco temen que los colegios católicos hagan lo que se suponen que deben hacer para educar en la fe católica a los niños. Bien sabemos que la secularización interna de muchas congregaciones religiosas dedicadas a la enseñanza han hecho exactamente la labor contraria. Pero aun así, en cuanto los socialistas regresen al gobierno, probablemente darán la última estocada y posterior descabello a lo poco o muco que quede de escuela católica en este país. Y a ello está colaborando el actual gobierno del PP, no haciendo obligatoria para los centros -no para los alumnos- la oferta de la asignatura de religión en Bachillerato.

Lo peor de todo es que ese PSOE recibe los votos de millones de católicos que van a Misa cada domingo. Es decir, le ponen una vela a Dios y otra al diablo. Van a la Iglesia y apoyan con su voto a quienes combaten constantemente lo que ella cree y difunde -más lo primero que lo segundo-. Si al PP no se le debería votar por fidelidad a los principios no negociables marcados por Benedicto XVI, votar al PSOE desde la fe es poco menos que volver a besar a Cristo como Judas Iscariote lo hizo. Pero no cabe esperar otra cosa de una nación que ha pasado de regar con mártires su geografía a entregarse adúlteramente en manos de la secularización y la apostasía.

España está recogiendo lo que se sembró en la Transición. Por un lado, una derecha tibia, pagana, adúltera en relación a los valores que han caracterizado su ideología tradicional. Una derecha que, aunque renuncia a ser conservadora, ni siquiera se atreve a ser liberal. Una derecha incapaz de ponerse firme ante los que quieren destruir la unidad de la nación. Y por otro, la izquierda de toda la vida, que ya he definido. Una izquierda que odia todo lo que España fue en su historia, pero que va camino de conseguir que sea lo que nunca debería haber sido. Conclusión: a esta vieja nación le queda poco tiempo de vida. Dijo Alfonso Guerra que con ellos en el poder a España no la conocería ni la madre que la parió. Pues efectivamente, España es ya hoy irreconocible. Lo han conseguido. No han tenido enfrente un oponente ideológico poderoso. Ni desde la política, ni, salvo excepciones que confirman la regla, desde una Iglesia más preocupada en dejarse llevar por la corriente que en hacer lo que era su deber. Desde los pastores hasta los seglares.

Luis Fernando Pérez Bustamante