Benedicto XVI se va pero se queda
El Papa se ha despedido hoy del rebaño que Cristo le encomendó hace 8 años. La despedida ha sido emocionante, con un halo de tristeza que en ningún caso ha ensombrecido lo que, según mi parecer, ha sido lo más destacado de su última audiencia: el enorme cariño del pueblo de Dios a su persona.
Él mismo lo ha dicho:
Siempre, quien asume el ministerio petrino ya no tiene ninguna privacidad. Pertenece siempre y totalmente a todos, a toda la Iglesia. A su vida le viene, por así decir, totalmente quitada la esfera privada.
He podido experimentar, y lo experimento precisamente ahora, que uno recibe la vida propiamente cuando la da. Dije antes que una gran cantidad de gente que ama el Señor, aman también al Sucesor de san Pedro y tienen un alto aprecio por él; y que el Papa tiene verdaderamente hermanos y hermanas, hijos e hijas de todo el mundo, y que se siente seguro en el abrazo de su comunión; porque él no se pertenece más a sí mismo, pertenece a todos y todos le pertenecen.
Nos ha dado igualmente un testimonio de lo que significa ser Papa:
Y el Señor verdaderamente me ha guiado y me ha estado cerca. He podido percibir cotidianamente su presencia. Y fue un tramo del camino de la Iglesia que tuvo momentos de alegría y de luz, y también momentos no fáciles. Me he sentido como san Pedro con los apóstoles en la barca en el lago de Galilea. El Señor nos ha donado tantos días de sol y de brisa suave, días en los que la pesca fue abundante. Existieron también momentos en los cuales las aguas estaban agitadas y el viento era contrario, como en toda la historia de la Iglesia, y el Señor parecía dormir.
Pero siempre he sabido que en esa barca estaba el Señor y siempre he sabido que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino que es suya y no la deja hundirse. Es Él que la conduce, seguramente también a través de los hombres que ha elegido, porque así lo ha querido. Esta fue y es una certeza que nada puede ofuscar. Y por esto hoy mi corazón está lleno de agradecimiento a Dios porque no le ha hecho faltar nunca a toda la Iglesia ni a mi, su consolación, su luz y su amor.
Es fundamental que entendamos que el mismo Señor que se dio a sí mismo por la Iglesia, no dejará nunca que la misma naufrague. Los obispos, con el Papa a la cabeza de ellos, son instrumentos en manos de Dios para conducir su rebaño en medio de un mundo que, mayoritariamente, sigue rechazando el mensaje del evangelio.
Benedicto XVI se va pero se queda. Se retira a rezar pero nos deja su magisterio luminoso. Gran parte de sus catequesis han tenido el aroma de la sabiduría de los Padres de la Iglesia. Teología de altura en lenguaje comprensible para todos. Muchos fieles han sido conscientes de estar escuchando a alguien dotado de una sabiduría que solo puede venir de lo alto. Ha sido un gran pastor, pero por encima de todo, creo que ha sido un magnífico maestro. Y sus enseñanzas no desaparecen con su partida. Quedarán siempre entre nosotros.
Benedicto XVI se va pero se queda. De una forma diferente a su antecesor, Juan Pablo II, ha dejado huella en nuestros corazones. Por más años que el Señor me deje vivir, y siempre que mi salud mental me lo permita, no podré olvidar jamás esa tarde-noche de adoración con más de un millón de jóvenes en el aeródromo de Cuatro Vientos. Nunca un silencio ha sido tan estruendoso. Todos arrodillados con nuestro pastor adorando a Cristo presente en la Custodia de Arce. Cielo y tierra unidos ante los ojos del mundo.
Benedicto XVI se va pero se queda. Quiera Dios dejarle entre nosotros durante unos cuantos años más. Su presencia silenciosa y orante será un magnífico servicio a su sucesor.
Te queremos, Benedicto.
Luis Fernando Pérez Bustamante
13 comentarios
De lo de la noche de Cuatro Vientoa doy fe pues también estuve allicon mi familia. Me caían unos lagrimones como nunca de los ojos.Y aún hoy al recordarlo me pasa lo mismo.
Gracias Santo Padre!!!
Gracias Señor por el Papa que elegiste en la acción y la oración!
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LF:
No, más bien todo lo contrario:
http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=16619
Su renuncia es un acto de humildad y amor a Cristo y a su Iglesia.
Te Deum laudamus, Te Dominum confitemur...
Que todo el bien que ha sembrado durante su vida (como teólogo, como sacerdote, como obispo, como presidente de la Congregación para la doctrina de la Fe, como Pontífice) dé abundantes frutos de conversión y salvación para muchas almas, para la Iglesia y para el mundo.
Alabado sea Dios.
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