Dios de Dios, luz de luz... o no eres cristiano
A lo largo de los evangelios son muchas las ocasiones en las que Jesucristo mantiene un diálogo “a solas” con sus discípulos. El Señor no sólo predicada el evangelio al pueblo de Israel, sino que a su vez iba formando a los apóstoles en todo lo necesario para que la fe cristiana volara alto, alcanzando el grado sumo de la Revelación de Dios para los hombres. Como explica el autor de Hebreos al principio de su carta (Heb 1,1-2), todo lo que Dios nos tenía que decir, nos lo dijo en Cristo. De hecho, cuando llega el Espíritu Santo, lo que hace es dar testimonio del Hijo de Dios (Jn 15,26).
Estaremos todos de acuerdo en que para ser cristiano hay que saber bien quién es Cristo. No sólo qué fue lo que hizo y lo que enseñó, que también, sino sobre todo, quién fue, quién es, quién será por siempre. Por ello resulta esencial lo acontecido en Cesarea de Filipo, cuando el Señor hizo la pregunta clave a sus discípulos. Lo leemos en el evangelio de Mateo:
Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?” Ellos dijeron: “Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas".
Él les dijo: “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?”
Mat 16,13-15
En las palabras de Cristo y la primera respuesta de los discípulos vemos que la gente no era todavía consciente de la verdadera identidad de Aquel que iba predicando el evangelio, perdonando pecados y realizando todo tipo de milagros. A todo lo más que llegaban era a considerarle un gran profeta, un hombre de Dios. ¿Podía ser que le ocurriera lo mismo a sus discípulos? El primero (protos) de ellos contesta en nombre de todos:
Simón Pedro contestó: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo".
Replicando Jesús le dijo: “Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos".
Mat 16,16-19
En la respuesta de Pedro y las palabras consiguientes de Jesús está presente el alma de la fe católica. Pedro, iluminado por el Padre, confiesa quién es Cristo y Cristo confiesa quién es Pedro y su papel en la Iglesia. Desgraciadamente son muchos los cristianos que no aceptan las palabras de Cristo sobre Pedro, pero todos, sin excepción, aceptan las palabras de Pedro sobre Cristo, de tal manera que quien no cree en ellas no puede ser considerado como cristiano.
En el resto del Nuevo Testamento encontramos evidencias que sirven para entender mejor qué significa eso de “Hijo el Dios vivo”. No era necesario explicar qué implicaba ser el Mesías, pero sí cuál es la relación de Jesús con el Padre. ¿Es el Hijo Dios como el Padre es Dios? Sin lugar a dudas. Juan empieza su evangelio con una profesión clara de la divinidad del Verbo: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Jn 1,1). El incrédulo Tomás llama a Jesús “Señor mío y Dios mío” (Jn 20,28). San Pablo hablar de Cristo como “nuestro gran Dios y salvador” (Tit 2,13). Pedro empieza la segunda de sus epístolas hablando de “nuestro Dios y Salvador Jesucristo” (2ª Ped 1,1). Etc, etc.
A pesar de ello, los errores doctrinales sobre la persona de Jesucristo surgieron pronto. No voy a explicar en detalle los que surgieron antes del concilio de Nicea (325), porque es evidente que la gran herejía cristológica fue, y es, el arrianismo y sus derivados. Arrio (256-336) no negaba que Cristo fuera divino, pero afirmaba que lo era en un grado inferior al Padre. O sea, la naturaleza del Padre no era la misma que la del Hijo, a quien consideraba como una criatura. La más excelsa, pero criatura al fin y al cabo. Fue necesario convocar un concilio ecuménico para derribar ese error. Pero aunque Nicea proclama dogmáticamente la plena divinidad de Cristo y parecía que el arrianismo era derrotado, la batalla se prolongó por siglos. De hecho, hubo algún tiempo en que había el Iglesia, al decir de San Jerónimo, más arrianos que cristianos. Entre los defensores de la fe nicena destacó San Atanasio (297-373), que llevó una vida de persecución por no avenirse a pactar una solución intermedia. Para ese gran santo la fe no era algo discutible y no podía ponerse la paz eclesial por encima de la sana doctrina sobre Cristo.
Después le tocó el turno el Espíritu Santo, cuya divinidad era negada por los pneumatómacos. El primer concilio de Constantinopla (381) zanjó la cuestión afirmando de forma definitiva la fe trinitaria. Un solo Dios, tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. De dicho concilio recibimos el credo niceno-constantinopolitano, cuya belleza a la hora de hablar de la divinidad de Cristo es difícilmente igualable:
Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz. Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho.
Tras las disputas teológicas acerca de la divinidad del Hijo y del Espíritu Santo, llegaron las discusiones cristológicas acerca de cómo se integraban en Jesucristo su divinidad y su humanidad. Efectivamente, Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Nuevas herejías surgieron y fue necesario convocar más concilios para delimitar dogmáticamente la respuesta a aquello que el Señor preguntó a sus discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?“. La Iglesia, asistida por el Espíritu Santo, siempre ha sabido responder a esa pregunta con la verdad. Ciertamente el error ha rodeado la verdad sobre Cristo de tal forma que a veces parecía que iba a opacarla, a vencerla. Pero Dios no podía permitir jamás que la verdad sobre Él quedara enterrada bajo los escombros de la herejía. Fueron necesarios siglos y varios concilios para alejar del cristianismo toda mancha de duda, de heterodoxia sobre Jesucristo, pero finalmente la luz prevaleció sobre las tinieblas y durante un largo período de tiempo pareció que toda herejía cristológica había quedado enterrada para siempre. Craso error.
Con la llegada de la Reforma protestante se establecieron las bases para que todo tipo de herejías reaparecieran, cual Atilas del error, en el horizonte de la Cristiandad. Bien hizo San Pío X al afirmar en su catecismo (1905) que “el Protestantismo o religión reformada, como orgullosamente la llaman sus fundadores, es el compendio de todas las herejías que hubo antes de él, que ha habido después y que pueden aún nacer pira ruina de las almas” (art 129). La razón de esas palabras es clara. El libre examen de las Escrituras, que en la práctica niega la autoridad máxima de la Iglesia a la hora de interpretarlas, abre la puerta a todas las herejías. No a unas cuantas, no. A todas. Y las herejías cristológicas no iban a ser menos. Así, a pesar de que el protestantismo “oficial” se ha mantenido dentro de la fe de los grandes concilios, lo cierto es que a la sombra del principio solaescriturista y del libre examen han ido surgiendo neo-arrianos, nestorianos, adopcionistas, unitarios y demás ralea herética. Ahora bien, todo eso ha ocurrido fuera de los atrios de la Iglesia Católica.
Aunque soy de la opinión de que con la Biblia en la mano basta y sobra para defender la fe trinitaria, lo cierto es que necesitamos de la doctrina católica expresada en los Concilios para “comprender” y profesar dicha fe en toda su grandiosidad. Sin embargo, hay teólogos pretendidamente católicos a los que, al parecer, no les basta. Ellos quieren ir más allá, superar Nicea, Éfeso y Calcedonia. Y si para tal cosa se tienen que inventar un Jesús histórico no concordante con el Jesús de la fe, pues lo hacen.
Si ya es absurdo usar la Escritura para negar la doctrina de la Iglesia sobre Cristo, no digamos nada en qué lugar quedan aquellos que se acercan a la Biblia como el sepulturero a un cuerpo muerto guardado en la nevera de una morgue. Y es que, a pesar de que el Concilio Vaticano II afirmó la historicidad de los evangelios (Dei Verbum 19), esos deconstructores de la fe católica se ufanan en negar la misma. Por ejemplo, como no creen en los milagros, pues cada vez que aparece uno en el Nuevo Testamento, descartan que sea un hecho histórico. Como en la mentalidad moderna -no muy diferente de la existente en Atenas hace 20 siglos (Hch 17,32)- no encaja muy bien eso de que Cristo resucitó de verdad y la tumba estaba vacía, pues buscan la forma y manera de negar la resurrección. Eso sí, rodean su ponzoña de bonitas palabras y de ciertas verdades católicas, para que así pueda ser consumida por las almas necias que no se conforman con profesar, sin más, la fe de la Iglesia. Una fe que costó “construir” durante muchos siglos como para que ahora estos profesionales de la herejía la quieran destruir desde dentro de la propia Iglesia.
Existe también otro tipo de teólogo que busca ocultar su heterodoxia bajo un ropaje espeso, de términos alambicados, de frases turbias, de un “sí pero no” y un “no pero sí". Son herejes, y ellos saben que lo son, pero saben cómo esconder su herejía, mezclando frases y proposiciones inasumibles desde la fe católica con otras claramente ortodoxas. Se parecen un poco a los semiarrianos de los primeros siglos. De hecho, son muy peligrosos porque incluso sacerdotes y teólogos parecen incapaces de ver lo que se esconde detrás de tanta nebulosa dialéctica. Quien se alimenta de la patrística ve rápido el error, pero ¿cuántos aceptan ser alimentados por la Iglesia Madre, con la sana doctrina de la Tradición y el Magisterio apostólico y conciliar?
Podría dar nombres concretos pero sinceramente, no lo creo necesario. Todos saben bien a quién podría aplicarse aquello que he escrito en párrafos anteriores. Lo de menos es el quién. Lo de más es el qué. Sin embargo, no me resisto a citar algo que escribió ayer uno de los defensores de esos teólogos del error. Dijo:
“…ya debe de saber que no se pueden evitar los conflictos en la Iglesia a cualquier precio. Ni buscarlos ni evitarlos. El diálogo teológico, ¡cómo Jesús es Mesías de Dios!, entre quienes creemos y pensamos a partir de la Encarnación histórica de Jesús y quienes creen y piensan a partir de la Exaltación del Hijo junto al Padre, no es fácil. Y aunque no es imposible, la síntesis inteligente y honesta con ambos polos está por lograrse en cada generación. La nuestra ha elegido hacer “vigilantes” a quienes menos significado hallan en la vida humana de Jesús y su solidaridad. Yo a veces pienso que no saben qué hacer con esa vida histórica. La fe cristiana como metafísica cristológica es mucho más atractiva a la Iglesia actual y mucho más cómoda para sus “maestros", pero sufre con “los Sinópticos", ¡ay!, y con “la voz de los más pobres", ¡ay!, y no sabe, ¡no puede!, traducir el valor teológico, ¡no sólo moral!, del amor cristiano. Es decir, no sólo qué consecuencias de caridad tiene creer en Jesús, sino en qué Dios creemos a partir de Jesús para no hacerlo un ídolo del panteón griego".
¿Ven ustedes cómo separan el Jesús histórico del Jesús de la fe? El mismo credo que cité al principio, después de confesar la divinidad de Cristo, que HA DE IR LO PRIMERO DE TODO PARA ENTENDER LO QUE VIENE DESPUÉS, afirma lo siguiente:
… que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, bajó del cielo;
y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre.
Y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Quienes profesamos la divinidad de Cristo, quienes proclamamos su realiza y gloria eterna con el Padre, no dejamos a un lado su Encarnación. De hecho, sabemos muy bien para qué se encarnó. Para darnos vida eterna, para salvarnos, para morir por nuestros pecados, para enseñarnos a amar, que es la forma en que más nos podremos acercar a Dios, para glorificarnos junto al Padre cuando regrese en gloria. Los católicos no caemos en el error nestoriano de presentar a un Cristo humano por un lado y un Cristo divino por el otro. A todos estos neo-herejes, la divinidad de Cristo les resulta molesta en su intento de convertir su humanidad en el único referente cristológico. Prefieren un Jesús que solamente es hombre, pero que está tan unido a Dios que puede decirse “divino", que a un solo Señor Jesucristo, Hijo eterno de Dios, que en la plenitud de los tiempos se hizo hombre en el seno de la Virgen María por obra del Espíritu Santo.
Lo cierto es que, como la historia lo demuestra, los que he descrito y los que profesamos la fe católica no cabemos en la misma Iglesia. No se puede ser católico y no católico a la vez. No se puede confesar la fe de los concilios y confesar la fe en falsos cristos pseudo-históricos y falsos cristos modernistas. Todo esto está muy por encima de nombres, rencillas personales, miserias periodísticas, afanes editoriales, carrerismos eclesiales. Lo que está en juego es la fe de la Iglesia. Y, ustedes me lo permitirán, yo por la gracia de Dios profeso el Credo en el mismo sentido en que fue proclamado hace siglos y es interpretado por la Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
Luis Fernando Pérez Bustamante
23 comentarios
Es necesario proclamar nuestras verdades de fe, aprenderlas y hacerlas vida ...
Sin duda es necesario volver a las raíces, voler al primer modelo apostólico.
Es necesario que se vuelva a catequizar a una cristiandad que no sabe ni quién es Jesucristo.
Paz
Respecto a lo de no dar nombres, supongo que es puramente retórico, más que nada porque InfoCatólica... francamente, ahora es más necesario que nunca, precisamente por la manera en que maniobran (aunque reconozco que es un coñazo, por lo extenso). Si se dice la herejía, ellos no se dan por aludidos y siguen como si tal cosa, y el pueblo fiel se queda desamparado ante estos «intelectuales». El P. Iraburu escribió «Infidelidades en la Iglesia», que recomiendo leer
http://www.gratisdate.org/nuevas/infidelidades/infidelidades-default.htm
"Mirad, es vuestro Dios, viene Él MISMO a salvaros" (Is. 35,4).
Y Jeremías y Ezequiel señalan que el MISMO DIOS pastoreará al rebaño (Jer. 23,2-3 o Ez. 34,11).
Por eso, Jesús se identificó con el buen pastor, que arriesga su vida por las ovejas para salvarlas (Jn. 10,11), y por eso Pedro afirmó que sólo en el nombre de Jesús -y en ningún otro- nos salvamos (Hch. 4,12).
Si sólo Dios nos salva, Jesús, el Verbo de Dios, el Buen Pastor, y el único nombre en que nos salvamos, es Dios. Y por todo ello, ante su nombre, toda rodilla se doble, en la tierra, en el Cielo, en el averno y toda lengua proclame que Jesucristo es Señor, para la gloria de Dios Padre (Fil. 2, 10-11).
"12. Habiendo, pues, hablando dios en la Sagrada Escritura por hombres y a la manera humana, para que el intérprete de la Sagrada Escritura comprenda lo que El quiso comunicarnos, debe investigar con atención lo que pretendieron expresar realmente los hagiógrafos y plugo a Dios manifestar con las palabras de ellos.
Para descubrir la intención de los hagiógrafos, entre otras cosas hay que atender a "los géneros literarios". Puesto que la verdad se propone y se expresa de maneras diversas en los textos de diverso género: histórico, profético, poético o en otros géneros literarios. Conviene, además, que el intérprete investigue el sentido que intentó expresar y expresó el hagiógrafo en cada circunstancia según la condición de su tiempo y de su cultura, según los géneros literarios usados en su época. Pues para entender rectamente lo que el autor sagrado quiso afirmar en sus escritos, hay que atender cuidadosamente tanto a las formas nativas usadas de pensar, de hablar o de narrar vigentes en los tiempos del hagiógrafo, como a las que en aquella época solían usarse en el trato mutuo de los hombres."
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LF:
Amén.
"I MÉTODOS Y ACERCAMIENTOS PARA LA INTERPRETACIÓN
A. MÉTODO HISTÓRICO-CRÍTICO
El método histórico-crítico es el método indispensable para el estudio científico del sentido de los textos antiguos. Puesto que la Sagrada Escritura, en cuanto "palabra de Dios en lenguaje humano", ha sido compuesta por autores humanos en todas sus partes y todas sus fuentes, su justa comprensión no solamente admite como legítima, sino que requiere la utilización de este método."
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LF:
¿Y?
Se puede hacer un buen eso del método histórico-crítico. O hace un mal uso del mismo para soltar herejías a troche y moche.
“F. LECTURA FUNDAMENTALISTA
La lectura fundamentalista parte del principio de que, siendo la Biblia palabra de Dios inspirada y exenta de error, debe ser leída e interpretada literalmente en todos sus detalles. Por "interpretación literal" entiende una interpretación primaria, literalista, es decir, que excluye todo esfuerzo de comprensión de la Biblia que tenga en cuenta su crecimiento histórico y su desarrollo. Se opone, pues, al empleo del método histórico-crítico, así como de todo otro método científico para la interpretación de la Escritura.
(…) El acercamiento fundamentalista es peligroso, porque seduce a las personas que buscan respuestas bíblicas a sus problemas vitales. Puede engañarlas, ofreciéndoles interpretaciones piadosas pero ilusorias, en lugar de decirles que la Biblia no contiene necesariamente una respuesta inmediata a cada uno de sus problemas. El fundamentalismo invita tácitamente a una forma de suicidio del pensamiento. Ofrece una certeza falsa, porque confunde inconscientemente las limitaciones humanas del mensaje bíblico con su sustancia divina.”
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LF:
¿Y?
Dos cosas:
1- Los católicos nos acercamos a la Biblia poniendo los ojos en la Tradición y el Magisterio de la Iglesia.
2- Precisamente ese documento, aunque esté prologado por el cardenal Ratzinger, no es Magisterio.
Aun así, pruebe a buscar algún documento de la Pontificia Comisión Bíblica en el que diga que es conveniente alejarse del magisterio de los concilios en cuestiones cristológicas. A ver si lo encuentra.
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¿Y quien aboga por alejarse del magisterio de los concilios, además de los que reniegan del método histórico crítico (expresamente recomendadaa por el Concilio Vaticano II)?. Yo no, desde luego.
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LF:
Se trata de que hay quienes se alejan. Y cuando se habla de esos que se alejan, usted va y suelta eso, como si eso pudiera justificar ese alejamiento. Que aquí ya nos vamos conociendo.
El tema del post no es el método histórico-crítico ni los géneros literarios en la Biblia. El tema es la cristología y la profesión de la fe de la Iglesia. Flaquísimo favor se hace a ese método cuando se lanza en medio del debate sobre las herejías cristológicas. Así de claro se lo digo.
Pero no veo que el post sea sobre la interpretación de la Escritura.
El tema es que el diablo quiere arrancar la fe en el Hijo de Dios del corazón de los hombres. Nunca quiso que se salven, y actúa por envidia, utilizando a los que consigue engañar, como desde el principio.
La interpretación fundamentalista de las Escrituras
“44. El aspecto problemático de esta lectura es que, «rechazando tener en cuenta el carácter histórico de la revelación bíblica, se vuelve incapaz de aceptar plenamente la verdad de la Encarnación misma. El fundamentalismo rehúye la estrecha relación de lo divino y de lo humano en las relaciones con Dios... Por esta razón, tiende a tratar el texto bíblico como si hubiera sido dictado palabra por palabra por el Espíritu, y no llega a reconocer que la Palabra de Dios ha sido formulada en un lenguaje y en una fraseología condicionadas por una u otra época determinada»
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LF:
Amén. Los católicos sabemos que la Biblia no nos llega como los musulmanes creen que les llega el Corán. Hasta ahí llegamos, caballero.
Me refiero al método histórico-crítico porque su párrafo "Y es que, a pesar de que el Concilio Vaticano II afirmó la historicidad de los evangelios (Dei Verbum 19), esos deconstructores de la fe católica se ufanan en negar la misma" puede llevar a muchos lectores poco avisados a entender que cualquier interpretación que se aparte de la literalidad de los evangelios es contraria al catolicismo. Y algunos podrán caer en el error de pensar que para ser fiel a la fe católica hay que creer que Dios hizo el mundo en 6 días o que Cristo estuvo exactamente 40 días en el desierto o que no se pueda defender que la última cena no era una cena del día de pascua.
Respecto a esos teólogos que usted dice herejes no sé a cuáles se refiere, últimamente no ha habido ningún pronunciamiento de la Iglesia de Roma al respecto, que sí ha ocupado el foco de atención en la concesión de premios a ilustres teólogos como el gran Olegario, quien por cierto se declara admirador de Meier, muy citado por nuestro Papa en su última obra.
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LF:
Yo soy de la opinión de que el método histórico-crítico, aunque ha sido y puede ser usado para bien, realmente ha sido usado en no pocas ocasiones para mal. Y sospecho que no soy el único que piensa así. ¿Significa eso que crea que hay que descartarlo? Pues obviamente no. Pero sí hay que reconocer sus límites y que es necesaria su sumisión absoluta a la Tradición y el magisterio de la Iglesia.
Por otra parte, es el propio Benedicto XVI quien ha reconocido que dicho método no da para mucho más:
http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=8639
Sobre el tema ya hemos escrito en InfoCatólica. Por ejemplo, Juanjo:
http://infocatolica.com/blog/delapsis.php/benedicto_xvi_y_el_metodo_historico_crit
Yo:
http://infocatolica.com/blog/coradcor.php/oportunisima_intervencion_de_benedicto_x
Algún obispo:
http://infocatolica.com/?t=opinion&cod=3381
Como usted dice que no sabe a qué teólogos me refiero y yo no pienso decirles cuáles son -aunque tengo muy claro quiénes son-, pues ahí queda la cosa. Al que le caiga bien el saco, que se lo ponga.
Y hasta aquí el debate sobre ese método en este post. No es ese el tema central de mi exposición.
" No se puede ser católico y no católico a la vez ", nos indica muy acertadamente el siempre sembrado Blogger.
Y Aristóteles remacha, con su gigante " Principio de Nocontradicción ":
" Una cosa no puede ser y no ser, al mismo tiempo lo que es ".
De cajón.
El verdadero católico, es solamente un católico.
Y ninguna otra cosa a la vez.
Felices vacaciones.
¿cómo entiendes: "esto es mi cuerpo"?
El significado literal permanece mientras no se pueda demostrar lo contrario, esta es la doctrina católica sobre la interpretación de la Escritura.
En contra del historicismo y sus abusos ya lo dejó dicho Pío XII en Divino afflante Spiritu.
Creen que ellos, que nacieron y vivieron más de 2000 años después de la venida de Cristo a la tierra, son capaces de conocerlo mejor, de comprenderlo mejor y de interpretar con mayor precisión todo lo que dicen las Escrituras sobre Él. Saben mucho más que todos los pobres ignorantes que les han precedido durante 2000 años en la fé cristiano-católica, pero que a pesar de ello, a pesar de haber vivido muchos de ellos incluso poco después de la venida histórica de Cristo, han sido incapaces de conocerlo y comprenderlo mejor que ellos.
Soberbia e ignorancia, a partes iguales, en estado puro.
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LF:
Estoooo... pues todos, todos, no, pero muchos sí.
creo que es mucho más exacto traducir "consubstantialem Patri" por "consustancial al Padre" y no por "de la misma naturaleza del Padre". Esta manera de traducir el Credo se ha hecho muy común desde hace unos años (incluso en la liturgia) y creo que es un error. Yo soy "de la misma naturaleza" que tí, es decir, de naturaleza humana, pero eso no es lo que quiere decir la palabra consubstancial. La palabra refiere a una misma y única sustancia.
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LF:
Conozco esa "polémica". Y sí, sería mejor la traducción que das.
Pagolianos, Rahnerianos, Kung-klux-Kalianos... bah, el nombre da igual. Allí los catetianos encuentran las lecturas con que impresionar a sus amigos de lo "in" que están en "teología".
Avidez de novedades.
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LF:
Luc 17 ,10:
De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: "Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer".
Pax tecum.
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LF:
Pues no lo sé.
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