La eternidad es muy larga como para pasarla en el infierno
Sí, he dicho infierno. Palabra que parece proscrita del lenguaje cristiano en las últimas décadas. Quizás porque antes estuvo demasiado presente en predicaciones donde se aludía más a la atrición que a la gracia santificadora y a la buena nueva de la salvación en Cristo.
Creo sinceramente que es necesario hablar tanto de las bondades que nos ofrece Dios, de la eternidad a su lado que espera a quienes lo dejan todo en brazos de Cristo, como del espantoso destino que espera a los que no creen en Él o, creyendo, viven como si no les importara lo más mínimo cumplir su voluntad. Y la misma se resume en dos mandamientos: amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.
Benedicto XVI dijo ayer las cosas bien claras aprovechando la parábola del joven rico y el pobre Lázaro. Dijo el Papa que “mientras estemos en este mundo, debemos escuchar al Señor que habla mediante las Sagradas Escrituras y vivir según su voluntad, de otra manera, tras la muerte será demasiado tarde para arrepentirse“.
Ya dijo el autor de la epístola a los Hebreos que “a los hombres les está establecido morir una vez, y después de esto el juicio” (Heb 9,27) y ya dijo Cristo que “llega la hora en que cuantos están en los sepulcros oirán su voz y saldrán: los que han obrado el bien, para la resurrección de la vida, y los que han obrado el mal, para la resurrección del juicio” (Jn 5,28-29).
Ocurre que en una sociedad donde el maridaje entre el pelagianismo buenista y el universalismo origenista está a la orden del día, la mera mención de un infierno eterno suele ser rechazada como un invento de los curas para amedrentar a la gente. Lo peor es que en algunos sectores de la propia Iglesia triunfa ese mensaje que aparta a los fieles de un sano temor a echar por la borda lo que se nos ha concedido por gracia. Lo cual es absurdo, pues si el mismísimo apóstol San Pablo reconocía la posibilidad de caer de la gracia (Gal 5,4), de incurrir en la condenación (1ª Cor 9,24-27), ¿por qué no se exhorta a los cristianos a trabajar “con temor y temblor” por su salvación? (Fil 2,12) ¿por qué no se les explica que el Señor advirtió de que “si el justo se apartare de su justicia y cometiere maldad, e hiciere conforme a todas las abominaciones que el impío hizo” se condenará (Ez 18,24)?
Estamos de acuerdo en que la gracia de Dios nos capacita para decir que “nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que perseveran fieles para ganar el alma” (Heb 10,39). Dios no nos ha salvado como para dejarnos caer en la condenación así sin más. Pero esa condenación es segura para aquellos que abandonan el mandamiento a la santidad al que fueron llamados. San Pedro fue claro: “Si, pues, una vez retirados de las corruptelas del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, de nuevo se enredan en ellas y se dejan vencer, sus postrimerías se hacen peores que los principios. Mejor les fuera no haber conocido el camino de la justicia que, después de conocerlo, abandonar los santos preceptos que les fueron dados. En ellos se realiza aquel proverbio verdadero: `Volvió el perro a su vómito, y la puerca lavada vuelve a revolcarse en el cieno´” (2ª Ped 2,20-22).
Eso sí, recordemos siempre que “si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es Él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia” (1 Jn 1,9). No olvidemos que Dios “usa de paciencia con vosotros, no queriendo que algunos perezcan, sino que todos lleguen a la conversión” (2ª Ped 3,9). Tengamos en cuenta que “yo no me complazco en la muerte de nadie, sea quien fuere, oráculo del Señor Yahveh. Convertíos y vivid” (Eze 18,32). Y sepamos que para todo ello no estamos solos, pues “Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar” (Fil 2,13).
Luis Fernando Pérez
27 comentarios
¿Será por eso que algunos catequistas y padres y madres de familia católicos, inclusive, son tan reacios a enseñarles los Mandamientos de la Ley de Dios a sus hijos o catequizandos, porque dicen...son demasiado chicos,?
A veces se oye cada cosa por ahí que una flipa.
Buenas letras, buenas costumbres, buen y oportuno post.
" Durante un retiro de ocho días en octubre de 1936, se le mostró a Sor Faustina el ABISMO del infierno con sus varios tormentos, y por pedido de Jesús ella dejó una descripción de lo que se le permitió ver: "Hoy día fui llevada por un Ángel al abismo del infierno. Es un sitio de gran tormento. ¡Cuán terriblemente grande y, extenso es!. Las clases de torturas que vi:
La primera es la privación de Dios;
la segunda es el perpetuo remordimiento de conciencia;
la tercera es que la condición de uno nunca cambiará;
la cuarta es el fuego que penetra en el alma sin destruirla -un sufrimiento terrible, ya que es puramente fuego espiritual,-prendido por la ira de Dios.
La quinta es una oscuridad continua y un olor sofocante terrible. A pesar de la oscuridad, las almas de los condenados se ven entre ellos;
la sexta es la espantosa compañía constante de Satanás;
la séptima es una angustia horrible, odio a Dios, palabras indecentes y blasfemia.
Estos son los tormentos que sufren los condenados, pero no es el fin de los sufrimientos. Existen tormentos especiales destinados para almas en particular. Estos son los tormentos de los sentidos. Cada alma pasa por sufrimientos terribles e indescriptibles, relacionado con el tipo de pecado que ha cometido.
Existen cavernas y fosas de tortura donde cada forma de agonía difiere de la otra. Yo hubiera fallecido a cada vista de las torturas si la Omnipotencia de Dios no me hubiera sostenido. Estoy escribiendo esto por orden de Dios, para que ninguna alma encuentre una excusa diciendo que no existe el infierno, o que nadie a estado ahí y por lo tanto, nadie puede describirlo."
Dios y su Santa Madre, nos libren de las tinieblas del oscuro, tenebroso, sucio e infame y malígno INFIERNO.
Amén.
Algo de eso hay en la malintencionada traducción del "pro multis", que fue heréticamente alterada por un "totus" de hecho, lo que pone en riesgo la validez misma de la Consagración. Todo sea para incluir, aún a costa de la injusticia, al igual que hace 2.000 años en Jerusalem, en que "el" justo fue condenado por justificar a la mayoría.
También hay, si profundizamos aún más en el concepto, un tufillo ideológico-democrático: ¿Puede Dios querer salvar a "muchos" y no a "todos"? ¿No sería eso decir que Dios no es propicio al actual régimen de gobierno mundial y sus valores?
Cristo es Rey, y el mérito en su Reino Eterno es el amor hacia Él demostrado en este mundo, donde tenemos la oportunidad única de elegirlo o rechazarlo. Así cuanto más profundo el Amor y el Sacrificio, tanto más próximos estamos a su Trono, mientras que cuanto más soberbia y pecado... tanto más nos acercamos a la eterna mazmorra.
Debe enfrentarse la infección que estamos viviendo actualmente. El modernismo y sus cómplices deben finalmente ser separados de la Iglesia. Para eso necesitamos verdaderamente de un nuevo Concilio, que pode la vid de sus ramas llenas de parásitos, y deje llegar la savia a donde es tan necesaria. Se acerca la Primavera, profetizada por S.S. Juan Pablo II, y los racimos esperan para alegrar al dueño de la vid.
Pero ¿ cómo se puede en un seminario diocesano o dónde sea hacer almoneda de esa manera con la doctrina católica? ¿Nos hemos vuelto locos? ¿Es que todos esos cerebros bienpensantes temerosos de hacer chirriar la paz mental del feligrés malagueño no se dan cuenta que están mofándose de lo que dice Concilio Vaticano-LG 48-, Catecismo 1033-1037, y escamoteando nada menos lo que dice el Credo : "de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos".?
Julián Marías decía que no conocía nada que hubiera debilitado más la esperanza en la otra vida que el escamoteo de la dramaticidad esencial de la vida humana, la alternativa salvación-condenación.
Ruego y hago votos porque si de esa situación es responsable la formación en el Seminario, don Jesús tome cartas en el asunto para que se predique la verdad católica íntegra y no se escandalice a los pequeños.
Para terminar recojo una anécdota leída en Alba esta semana. Hace poco un cura joven acababa de predicar un sermón sobre el infierno en una parroquia de Madrid. Al terminar se acerca una señora a otra y le dice: ¿Qué cura tan raro, verdad?. - Sí, es un cura católico, respondió la otra.
PAX CHRISTI,
Creo que la solución no es un punto medio o equilibrio, sino ser conscientes y predicar que Dios lo perdona todo, que su Misericordia es incocebible para el hombre... pero que a nadie obliga a ir al Cielo. En este mundo estamos para ejercitar la libertad ordenándola al Bien.
Al final se trata de confiar totalmente en Dios y su Misericordia y desconfiar de nosotros mismos y nuestras fuerzas.
Quería felicitarte por tus valientes escritos.
Permíteme, eso sí, en esta ocasión no estar de acuerdo con esta afirmación tuya, en un artículo por lo demás muy bueno: "(Infierno)Palabra que parece proscrita del lenguaje cristiano en las últimas décadas. Quizás porque antes estuvo demasiado presente en predicaciones donde se aludía más a la atrición que a la gracia santificadora y a la buena nueva de la salvación en Cristo".
El problema lo veo con la segunda parte: antes no se olvidaba que hay dos caminos, que hoy se quiere reducir a uno sólo. Si tu lees los sermones de san Alfonso, san Antonio María Claret, san Luis María y de todos los santos, insistían mucho en lo que tú criticas al paso -seguramente sin darte cuenta-, por que entre otras cosas creían en el temor de Dios, como santa medicina contra el desorden de la triple concupiscencia. Y también, que la atrición, es distinta de la contrición perfecta.
El "optimismo de moda" que reina en muchos católicos, que quieren ser fieles a la buena doctrina, ha reducido en la práctica la posibilidad de condenación a solo aquellos que cometen pecados de malicia. Aquí está, una de las cuestiones más importantes para revertir la profunda crisis eclesial. Aquí está en definitiva la cuestión, si creemos o no en la prioridad absoluta de la salvación de las almas.
En unión de oraciones,
Pedro-Félix Pbro.
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LF:
Padre, en realidad el primer párrafo del post va precedido de un "quizás" y es debido a que aunque ciertamente los grandes santos y doctores de la Iglesia no incurrieron en ese defecto, se suele dar por hecho que en los sermones que hace 40 años o más se predicaban habitualmente en los púlpitos había un exceso de énfasis en la condenación. Ahora bien, como yo no tengo edad para haber escuchado esos sermones, hablo de oídas.
¿Es correcto eso, tal cual?.
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LF:
Juan 3:18
El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios.
Obviamente podemos matizar que en caso de ignorancia invencible la cosa no es tal que así, pero como principio general, sí es así.
Negar el infierno no sólo es blasfemo (un insulto a la palabra de Dios), sino es una espantosa manera de confundir a las almas, teñir nuestra fe de pelagianismo y poner en riesgo la salvación de muchos.
Pero junto al discurso del infierno, es necesario incidir poderosamente en la verdad sublime de la Gracia, en la misericordia de Dios, en que Él sabe que llevamos el tesoro de la fe en vasijas de barro, y que en día del juicio nos encontraremos -como dice Pablo- con la sorpresa de que quien puede condenarnos -Jesús- murió por nuestras culpas e intercede continuamente por nosotros (Rm. 8,34) ¡Qué maravilloso juez tendremos; no seamos necios y confiemos siempre en Él!
Es una partecita dentro del diálogo de Jesús y Niocdemo, que empieza reconociendo que Jesús "viene de parte de Dios", pero que no alcanza más por su fondo fariseo, aunque busca a Jesús y le pregunta;no deduzco, como tu la aplicación de la frase a un principio universal.
Es más no se habla de un juicio final, sino que el tema está en las obras de la luz frente a las obras de las tinieblas como se dice en los versículos siguientes, creo que la frase no es correcta, basta leer la entrevista Nicodemo-Jesús completa (Jn 3, 1-21).
Y es lógico: nos salva el amor, y Jesucristo es el Amor Encarnado. Quien ama, aunque sea muy limitadamente, y quiera ser amado por Dios, estará predispuesto a creer en Aquel que vino a este mundo a salvarnos. Quien no ame y no quiera amar, rechazará a Quien le creó para amar y ser amado.
Otra cosa son las circunstancias personales y las interioridades del alma. Se puede no creer de forma inculpable, como posiblemente pasa hoy a tanta gente que, sencillamente, está sobrecargada de los obstáculos que se han erigido para separar a Dios de sus hijos.
La expresión del Papa Benedicto XII no deja lugar a dudas.
"Definimos además que, según la común ordenación de Dios, las almas de los que salen del mundo con pecado mortal actual, inmediatamente después de su muerte bajan al infierno donde son atormentados con penas infernales, y que no obstante en el día del juicio todos los hombres comparecerán con sus cuerpos ante el tribunal de Cristo, para dar cuenta de sus propios actos, a fin de que cada uno reciba lo propio de su cuerpo, tal como se portó, bien o mal [2 Cor. 5, 10]".
Es obvio que quien no tiene fe, luego de oir la Buena Nueva, vivirá y morirá en pecado mortal y va al infierno. Por eso, Jesús pide "id y predicad a toda criatura, Quien creyere y se bautizare se salvará; quien no creyere ni se bautizare se condenará" (Mc. 16, 15-16)
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LF:
Sí, pero ya no es que la mayoría no crea en que el infierno es eterno y sin vuelta atrás. Es que muchos ni siquiera aceptan la idea de que pueda haber algo así como una condenación temporal.
Usted va al fondo del asunto: la creencia en la vida perdurable. Es claro que hay una mayoría -al menos en Occidente, que es lo que conozco- que no tiene esperanza y piensa que la vida acaba con la muerte, que no hay más nada después de ella.
Ni la salvación ni la condenación.
Yo he escuchado muchos sermones en mi adolescencia, que fue hace más de 40 años, y no recuerdo haber salido atemorizado jamás por macabras amenazas infernales. Al contrario, por algunos cabos que he podido ir atando al hacer una retropectiva de esa época, creo que la situación era exactamente la contraria : ya se insinuaba la dilución y la distorsión de la doctrina en la prédica de muchos sacerdotes. Concretamente recuerdo que dos sacerdotes de mi parroquia de mi época de niño terminaron manifestándose tercermundistas-progresistas.
Y prueba de que es verídico (que lo es) es que los han borrado TODOS de Youtube hace poco. En unos días desparecieron todos los numerosos vídeos sobre el Infierno de Youtube.
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LF:
Yo eso no me lo creo.
El Señor vino a salvar, no a condenar, me parece que en el post se mezclan la condenación eterna, definitiva, con la temporal, consecuencia de no conocer al Señor.
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LF:
No veo que Cristo hable de ninguna de las maneras de condenaciones temporales, como tampoco de salvaciones temporales.
La Parábola del Hijo Pródigo, también.
Por condenación temporal, se entiende vivir en este mundo, casi, como condenado, pero hay posibilidad de conversión.
El Señor habla de "perder la vida".
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LF:
Es obvio que mientras se está en esta vida, hay posibilidades de conversión y salvación. Nadie niega eso. Pero cuando Cristo habla de condenación, es claro que se refiere a la eterna.
¿Puede ser que solo vayan los que no quieran salvarse, por odiar a Dios?
Es que de otro modo la predicación se hace confusa. Dios es Amor, es todo misericordia, pero si no te portas bien te condena a toda una eternidad de sufrimiento.
No cuadra, hay que elegir. Alguien que nos ama no nos condena a eso, es imposible. ¿A cuanto condenaríamos nosotros, que no somos especialmente amorosos ni misericordiosos a, digamos, Hitler?
¿Cuatrocientos años? ¿Quinientos?
A mi me gustaría que la Iglesia clarificara la postura sobre el infierno; en realidad, me gustaría que estuviera vacio, o solo lleno de voluntarios.
De otro modo, me resulta imposible entender nada. Se nos dice que perdonemos a nuestros enemigos, y luego se nos dice que Dios meterá candela a los suyos.
Se nos dice que Dios es nuestro Padre, y luego, que nos condenará al infierno si no obedecemos unos preceptos bastante complicadillos de cumplir.
Pues una cosa o la otra, todo no puede ser. Ninguno condenaríamos a nuestros hijos a eso, por mil bestialidades que nos hicieran. Y ya lo de no creer como motivo de condenación... pero es que entonces se está condenando la gente en masa, es que entonces la salvación es nada.
Creo que es hora de que la Iglesia se moje sobre el tema, porque muchos curas han suprimido la prédica del infierno por encontrarlo incompatible con el resto del mensaje que transmiten, por no mostrar un discurso incoherente.
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LF:
Yo no creo que Dios mande a nadie al infierno por no obedecer preceptos "complicadillos" de cumplir. Para empezar, no son tan complicadillos de cumplir. La gracia capacita a todos para cumplirlos. Es más, Dios no se dedica a ponernos obstáculos para que caigamos y nos condenemos. De hecho, nos ayuda:
1ª Cor 10,13
No habéis sufrido tentación superior a la medida humana. Y fiel es Dios que no permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito.
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A todos nos gustaría que el infierno estuviera vacío, y al que más, a Dios. No sabemos si podemos tener esa esperanza, pero sí sabemos que al infierno van sólo los que voluntariamente lo eligen. Precisamente, es el uso libre de nuestra voluntad la que hace posible salvarnos o condenarnos. No somos animales ni máquinas, sino personas libres que podemos elegir el Bien o el mal. Dios nos exige a cada uno según las posibilidades y capacidades que cada uno tenga, desde luego. Y a cada uno le queda en su mano elegir lo que Dios le brinda para salvarse.
Al final, por utilizar un ejemplo sencillo, el que se condena es el que abandona la casa del padre y no quiere volver. Dios sale en su busca, le habla de las maravillas de su casa y de lo horrible que es vivir fuera, llora por la cerrazón de su hijo y hasta da su vida por él... pero no puede obligarle a vovler porque, precisamente, su hijo es libre. No puede secuestrarlo y meterlo amordazado en su propia casa.
De manera que, si una persona fallece enemistada con Dios, pese a todos los intentos de Dios por atraerla a Sí, es ella quien se condena. No quiso a Dios y no tendrá a Dios, eso es lo que ella eligió. A mí me parece justo y lógico. Lo que no se puede pretender es estar ofendiendo gravemente a Dios y no arrepentirse de ello y luego esperar que Dios lo reciba a uno con los brazos abiertos, como si nada; eso sería injusto y contrario al sentido común. Sobre todo, cuando Dios entregó a Su Hijo queridísimo a una muerte horrenda para salvar a los hombres. Pero Dios no obliga a nadie a salvarse.
Respecto al resto de las penas del Infierno, se deben a la espantosa gravedad del pecado, que requiere castigo. El problema de mucha gente es que piensan en el pecado como si no fuera nada y de ahí que no puedan entender el porqué del Infierno. Pero también el sentido común indica que quienes han hecho cosas horrendas en vida merecen un castigo por ello, si no se arrepienten.
Quienes mueren en estado de amistad con Dios, en ese estado quedarán para siempre; no podrán volver a pecar nunca más, de ellos sólo saldrá amor y adoración a Dios. Quienes mueren enemistados con Dios, también quedarán en ese estado para siempre, esto es, privados de toda capacidad de amar a Dios, a los demás y a sí mismos; de ellos sólo saldrá odio y desesperación. A eso se refería Juan Pablo II cuando indicó que el Infierno es un estado del alma. Y ya lo dijo un Santo cuto nombre no recuerdo ahora, quizá San Agustín: "Del lado que caiga el árbol, así quedará para siempre".
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LF:
Pues mira, no pensaba censurar tu anterior comentario, pero como eres tan lista y tan libre, ahora sí que te lo censuro. Para que así puedas mirarte al espejo y decir: qué malos son esos católicos que creen en el infierno y qué buena soy yo, que no creo.
El misterio de la libertad humana. Como para tomarlo en serio.
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