Reunión de profetas


Post publicado el 26 de julio del año 2010. Republicado el 4 de mayo del 2018, cuando el humo de Satanás es ya fuego destructor del que solo Cristo puede salvarnos, pues:

Esos tales son falsos apóstoles, obreros tramposos, disfrazados de apóstoles de Cristo; y no hay por qué extrañarse, pues el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz.
2 Cor 11,13-14

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Llegaron de todas partes. No eran muchos, pues al fin y al cabo la profesión de profeta no gozaba de buena fama en los últimos tiempos, pero sí los suficientes como para llenar el pequeño auditorio.

Tras los abrazos y palmadas en la espalda de rigor, entraron en materia. La reunión estaba programada por la Alta Jefatura Profética de la nación y se buscaba la unificación de criterios de cara a no dar una imagen de división que afectara al ya de por sí devaluado sector.

Primero tomó la palabra el portavoz de PPSP (Profetas Pero Sin Pasarse):

-“Queridos hermanos, creo que todos estaremos de acuerdo en la necesidad de que nuestra sociedad cuente con voces proféticas que sirvan de faro y de guía en unos momentos de confusión, inmoralidad y crisis a todos los niveles”.

Los aplausos resonaron con fuerza…

Ahora bien”, interrumpió el orador, “debemos buscar ante todo la eficacia en nuestra labor. El fundamentalismo no nos lleva a ningún lado. La sociedad acepta voces que la regañen y la contradigan, pero rechaza a quienes amenazan con castigos de lo alto y con condenas eternas. Debemos ser profetas, sí, pero sin pasarnos. Advirtamos del error, pero no tanto de sus consecuencias. No nos refugiemos en barricadas estériles que sólo sirven para aumentar el rechazo de aquellos a quienes van dirigido nuestro mensaje. Si optamos por la radicalización, podemos incluso perder nuestros medios de comunicación, nuestras atalayas. Incluso pueden cerrar nuestros colegios y dejarnos al albur única y exclusivamente de la caridad de los fieles. ¿Qué necesidad hay de ir al martirio antes de tiempo?, ¿quién nos oirá entonces?, ¿a dónde iremos?

La ovación fue atronadora. No en vano, PPSP agrupaba a la mayor parte de los profetas nacionales y su presencia en la reunión era la más nutrida.

Llegó el turno del hombre elegido por PyF (Profetas y Funcionarios) para exponer sus ideas:

- “Compañeros, es para mí un honor haceros llegar la opinión de la asociación a la que pertenezco. Como bien sabéis, nuestra posición es un tanto complicada. Sí, creemos como vosotros que es necesaria una voz profética en medio de nuestra sociedad, pero ¿qué ocurrirá si por causa de los extremistas acabamos perdiendo precisamente el puesto de trabajo desde donde podemos ser luz y guía?, ¿de qué nos vale ser profetas si no tenemos con qué mantener a nuestros hijos y se nos expulsa del lugar donde se toman las decisiones, del lugar donde desarrollamos nuestra benéfica labor? Advirtamos, sí, del error, pero con moderación, con talante, con respeto hacia las opiniones ajenas y con humildad para reconocer que podemos estar equivocados”.

Las muestras de entusiasmo ante semejante discurso resonaron incluso fuera del recinto donde estaba teniendo la reunión. Todo hacía pensar que el encuentro podía acabar en un éxtasis de unanimidad y comunión profética como nunca antes se había alcanzado. De hecho, el siguiente orador, en representación de PCS (Profetas Con Subvención) y PSOE (Profetas Sin Opiniones Establecidas), iba a sumarse con gran placer, aunque con matices, a la línea marcada por sus predecesores en el atril:

Camarad… uy, no, perdón… ¡¡ Compañeros y compañeras!! A los miembros y miembras de PCS y de PSOE nos alegra mucho ver que poco a poco os habéis ido acercando a nuestras posiciones proféticas. Ya en su día os advertimos que la labor del profeta y la profeta en nuestro tiempo no puede estar sujeta a tradiciones medievales y arcaicas. Es tiempo de abrir las ventanas de nuestros corazones y dejar que entre el aire fresco de la modernidad, que tanta libertad ha traído a nuestra gente. La verdadera labor del profeta y la profeta de hoy es acompañar al pueblo en sus necesidades materiales y emocionales. ¿Por qué cargar sobre sus espaldas la culpabilidad por el pecado? ¿en qué les ayuda a ser felices el oírnos predicar un discurso trasnochado y que ha sido instrumento de opresión y de obtención de privilegios decimonónicos? Nos alegra que por fin desechéis la fatídica idea de que Dios Padre/Madre castiga a los pueblos que le dan la espalda, o que existe tal cosa como la condenación eterna, cuestión que choca con la noción de un Dios Padre/Madre de amor. Respetamos que todavía no queráis dar un paso más, como nosotros, renunciando a advertir del error y del pecado, pero eso no nos llevará a romper la comunión que sin duda saldrá reforzada tras esta reunión”.

Aunque en esta ocasión los aplausos no enrojecieron las palmas de los profetas, las cara reflejaban la alegría que les producía el convencimiento de estar en un mismo espíritu. Uno se animó a entonar el Salmo… “Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!”… y todos le siguieron. Los más sensibles derramaron incluso alguna lagrimilla.

Pero una vez acabado el salmo, una voz grave y severa se alzó desde la última fila:

- “¡¡Raza de víboras!!

Los “¿qué?, ¿cómo?, ¿quién?” y “¿cuándo?” se reprodujeron por toda la sala mientras todos giraban la vista atrás. Entonces le vieron. Sí, era él. El de siempre. El ultra, el loco, el imprudente, el temerario, el cismático. Sin embargo, algo les impidió abalanzarse sobre su persona para callarle la boca. Y él siguió:

- “Me maravillo de que abandonando al que os llamó por la gracia de Cristo, os paséis tan pronto a otro evangelio. ¿Tan insensatos sois? Comenzando por el espíritu, ¿termináis ahora en la carne?

Muchos quisieron tapar sus oídos pero la voz del único que verdaderamente era profeta penetraba hasta en los tuétanos:

- “Sois nubes sin agua zarandeadas por el viento, árboles de otoño sin frutos, dos veces muertos, arrancados de raíz. Sois olas salvajes del mar, que echáis la espuma de vuestra propia vergüenza, estrellas errantes a quienes está reservada la oscuridad de las tinieblas para siempre”.

Muchos quisieron huir del lugar, pero algo les impedía apartar los ojos de aquel que les estaba hablando. Todavía no había acabado:

- “Mi pueblo está siendo destruido porque os negáis a darle el conocimiento de mi evangelio o se lo dais adulterado. Por cuanto desecháis el mandato que yo os di, yo os aparto de la profecía. Porque renunciáis a ser luz del mundo y sal de la tierra, yo os aparto de mí y os entrego en manos de vuestros enemigos”.

Los aplausos y vítores del principio se tornaron en chillidos y gritos de histeria. Mientras el profeta abandonaba llorando el recinto, el techo se vino abajo y sepultó a la “profesión” entera. Él no estaba feliz al ver cómo aquellos que habían traicionado a su Señor recibían sobre sí mismos todo el castigo que estaba destinado a la sociedad que debía haber sido advertida a tiempo de la consecuencias de su pecado. Y mientras dirigió sus pasos en dirección a la soledad de la ciudad, allá donde los edificios no ocultan el desamparo de las almas, elevó una plegaria al Señor para que se volviera a repetir lo acontecido en Nínive siglos atrás.

Luis Fernando Pérez, quien gracias a Dios no es profeta.