Zapatero quiere acabar con los anuncios de prostitución en la prensa

El último debate sobre el estado de la nación española que tuvo lugar en el parlamento vino acompañado de una propuesta interesante de Zapatero, hecho cuasi milagroso. Me refiero a la intención de prohibir los anuncios de prostitución en los periódicos y semanarios de este país. Como casi todo el mundo sabe, detrás de buena parte de esos anuncios están auténticas mafias de trata de blancas, que tienen un control sobre las prostitutas parecido al que un frutero tiene sobre la fruta que vende. A ti te pongo acá y cuestas tanto mientras que a esa de ahí, que ya anda un poco pocha, la sitúo en ese otro lado y bajo su precio para poder exprimirla antes de que no se pueda sacar nada y haya que tirarla a la basura.

Eso no significa que no haya anuncios de prostitutas que van por libre. Es decir, mujeres que han decidido explotar sus cuerpos para ganarse la vida. Pero no parece que abunde semejante género. Salvo las prostitutas de lujo, que realmente se forran vendiendo su carne y su alma a los hombres, en el mundo de la prostitución se suele entrar por necesidad.

Aunque acabar con ese tipo de publicidad dificulta las actividades mafiosas relacionadas con el mercado del sexo, parece evidente que el Estado podría hacer mucho más para acabar con esa lepra social que se lucra del vicio de unos y la necesidad y/o esclavitud de otras. Desgraciadamente se da el caso de que muchas mujeres están atrapadas en una mafia que no sólo pone en peligro sus vidas en caso de que decidan salirse de ese mundo, sino que además ven como sus familias en sus países de origen pueden ser objeto igualmente de la violencia de sus “amos”. Eso dificulta mucho que quieran colaborar con la policía española.

Una de las medidas que yo propondría para poner en su sitio a los proxenetas sería el hacer que su delito tuviera la misma pena que el de la violación. Al fin y al cabo ellos fuerzan a que su “mercancía” sea violada para obtener un beneficio económico. También penalizaría a los que “hicieran uso” consciente de prostitutas-esclavas. Si ya de por sí es inmoral el usar el cuerpo de una mujer como objeto de satisfacción sexual, la cosa se agrava cuando tras ese cuerpo hay un ser que no es libre para decir no a los deseos libidinosos del cliente. Y en muchas ocasiones, más de las que pueda parecer, los clientes saben perfectamente que se están acostando con mujeres que son esclavas. El no penalizar a esos tipejos es como si penalizáramos el comercio de esclavos pero no la posesión de ellos.

Es obvio que no vamos a acabar con el llamado “oficio más antiguo del mundo". Mientras haya hombres dispuestos a pagar para tener sexo, habrá mujeres dispuestas a vender su cuerpo. Y de hecho, cada vez abunda más el caso contrario. Hombres que se venden para satisfacer a mujeres. Por no hablar de la prostitución entre homosexuales, transexuales. Si el Estado no está dispuesto a acabar con esa “actividad económica", como gustan de llamarla los liberales, al menos debe de garantizar que hará todo lo que esté en su mano para que se pueda ejercer libremente y sin coacción.

Desde el punto de vista cristiano, la prostitución es siempre un campo de evangelización. Nosotros no vamos con piedras en las manos para lapidar a las prostitutas, sino con el evangelio del perdón y la verdadera libertad que sólo se encuentra en Cristo. Hoy, como hace veinte siglos, la Iglesia dice lo que dijo Cristo. Las prostitutas fueron protagonistas de la vida pública de nuestro Señor. Tanto por el arrepentimiento del que hicieron gala algunas, como del ofrecimiento de perdón que Jesucristo ofreció a otras. Un perdón que, lógicamente, viene acompañado de una invitación a no pecar más. La Iglesia puede y debe hacer algo más que ofrecer el perdón e invitar a cualquier prostituta a alejarse de su vida de pecado. En la medida de sus posibilidades, debe de proveerla los medios necesarios para dar ese paso.

Luis Fernando Pérez