Si el profeta Elías levantara la cabeza

Es conocido por todos que en Bolivia coexiste el cristianismo, en su versión católica mayormente pero con una presencia creciente del protestantismo, con los herederos de la religión indígena precolombina. En dicha religión, de clara connotación pagana, juega un papel muy importante el consumo de coca y esté encaminada al culto de Amaru, Mallku y la Pachamama. Precisamente el culto a la Pachamama, la madre tierra, ha formado parte del discurso del presidente Evo Morales en repetidas ocasiones. Es la versión antigua del difundido culto a Gaia entre los seguidores modernos de la Nueva Era.

Que exista pluralidad religiosa en el país andino no tiene nada de particular. Parece evidente que en un sector importante del pueblo aymara no ha calado del todo la religión cristiana. Se da el caso que en muchos de ellos se da una especie de combinación de creencias en el Dios cristiano y los dioses de sus antepasados. El problema es que el verdadero cristiano sólo puede adorar al Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, sin dejar lugar para la adoración a deidades paganas, que en la Escritura son descritas en numerosas ocasiones o como espíritus inmundos -vulgo demonios- o como la nada más absoluta.

El caso es que, contraviniendo lo que es un claro mandato de la Revelación cristiana, católicos y protestantes han participado este año -y creo que no es la primera vez- en un acto sincretista con miembros del Consejo de Guías Espirituales Amautas. Por la parte católica estaba presente un jesuita -¿a alguien le sorprende?- quien al parecer jugó un papel importante en el acto pues rogó por la “unidad en la diversidad".

Se me ocurren varias citas bíblicas en las que se condena claramente todo tipo de participación de un cristiano en una ceremonia pagana. El Antiguo Testamento está plagado de indicaciones por parte de Yavé en contra del sincretismo del pueblo judío. Y en el Nuevo vemos a San Pablo haciendo exactamente lo mismo. También leemos advertencias contra dicha actividad en el libro del Apocalipsis.

Y es que una cosa es respetar a los que practican religiones paganas y otra muy distinta participar en sus ceremonias. Escribió el apóstol de los gentiles: “¿Qué concordia entre Cristo y Belial? ¿Qué parte del creyente con el infiel? ¿Qué concierto entre el templo de Dios y los ídolos?” (2ª Cor 15,16). Hoy se preguntaría: “Qué concordia entre Cristo y la Pachamama? ¿qué parte el cristiano con el pagano? ¿qué concierto entre el templo cristiano y los ídolos precolombinos?".

Obviamente no propongo que un sacerdote católico haga lo mismo que el profeta Elías hizo con los sacerdotes de Baal (1ª Rey 18,16 y ss), que acabó en una masacre de estos últimos, pero de ahí a que un cura católico -lo que hagan los protestantes es cosa suya- se una con entusiasmo a un culto pagano, media un mundo. De hecho, tengo para mí que es infinitamente más grave la actividad del sacerdote católico que la de los propios chamanes aymaras. Así que en caso de que el profeta Elías levantara la cabeza, quien peor saldría parado sería el religioso jesuita, y las autoridades eclesiales que le mandaron o autorizaron a ir.

Y es que aunque la Iglesia reconozca que en otras religiones puede haber destellos de luz, los mismos tienden a estar opacados ante las tinieblas del error y de la idolatría más rampante. Y el fin y al cabo, una vez que la luz verdadera ha llegado a este mundo, ¿a cuento de qué dar credibilidad a las tinieblas? Parece mentira que haya que recordar estas cosas.

Luis Fernando Pérez