El País ladra, señal de que cabalgamos

El diario El País, que como todo el mundo sabe es de orientación cristiana, conservadora e incluso reaccionaria (*), nos dedica hoy unas líneas en su noticia-reportaje “La vara del cardenal”, basada en la denuncia de una ex-monja contra el cardenal arzobispo de Madrid, S.E.R Antonio María Rouco Varela. La cosa tiene su gracia porque la religiosa se queja ni más ni menos que al Papa Benedicto XVI por causa de la instrucción vaticana en la que se pide a los fieles que denuncien los casos en los que se producen abusos litúrgicos. Lo primero que uno piensa es a cuento de qué denuncia a un cardenal ante el Papa por hacer lo que el Papa quiere que se haga, pero en realidad todo esto es una excusa para poder salir en la prensa del Movimiento (**).

La ex-monja, que representa uno de esos claros ejemplos de la secularización interna de la Iglesia, también se molestó cuando el cardenal, y con él el resto de obispos españoles, se opuso a la legalización del matrimonio homosexual. Al preguntar a don Antonio María por las razones de su oposición, el prelado le respondió si acaso ella ignoraba la doctrina de la Iglesia sobre la homosexualidad. Bien sabía el arzobispo que ella no la desconoce. El problema es que no la acepta.

Ahora bien, esta buena mujer, que se llama María Victoria Gómez y que tiene ya 84 años, hizo algo coherente. En vista de que no se sentía a gusto con la doctrina católica, se exclaustró. Cuántos males no se ahorraría la Iglesia si hicieran lo mismo la totalidad de los sacerdotes, religiosos, teólogos, etc, que no profesan la misma fe y la misma moral que la Iglesia propone a los fieles. En repetidas ocasiones he dicho que un sacerdote, una monja o un teólogo católico pueden opinar como ciudadanos lo que les venga en gana, pero que como católicos han de adecuar su conciencia y su opinión a las enseñanzas de la Iglesia. Y si no pueden o no quiere, nada les impide abandonar la barca de Pedro. Es una lástima que así ocurra y sería deseable su conversión, pero de no producirse, el único destino que les espera es el abandono de una comunión eclesial a la que ellos perjudican gravemente. Y es que, como dijo Mons. Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, en su última carta:

… en nuestra condición de católicos estas dos condiciones son innegociables, y uno deja de ser católico si no acepta alguna de estas condiciones. El Catecismo y el Papa. A veces se encuentra uno con cristianos que diseñan ellos mismos la religión que quieren, tomando lo que les gusta y no aceptando lo que les disgusta. Se constituyen ellos mismos en norma de su vida. Prefieren una religión a la carta, en lugar de acoger la salvación que les viene dada. Algunos incluso se permiten el lujo de despreciar la doctrina de la Iglesia o de no atenerse a esa disciplina.

Con todo, lo más interesante del artículo es que su autor, José Luis Barbería, asegura que “la jerarquía avala expresa o implícitamente a colectivos laicos identificados con la extrema derecha ideológica que afloran en plataformas digitales como Infocatólica, Intereconomía, Hazte Oír y otras“. No contento con eso, pone la dirección de la Fundación InfoCatólica -¿qué busca con ello?-, y señala que en este “espacio del nacionalcatolicismo” escriben Mons. Sebastián y Mons. Munilla.

El término “nacionalcatolicismo” suele identificarse con el de franquismo. Es decir, desde El País se nos llama franquistas. Puestos a elegir, prefiero mil veces que se me llame franquista a que se me tilde de comunista, pero es que yo soy de esa generación que vio morir a Franco cuando éramos niños o preadolescentes. Franco es historia y en la historia debe de quedar, si es que los antifranquistas sobrevenidos lo permiten. Ahora bien, si defender la doctrina de la Iglesia, si pedir coherencia a los que forman parte de la misma, si reclamar incluso que se aplique la voluntad del Papa expresada en su homilía predicada en la Misa de clausura del Año Sacerdotal, en el sentido de que se debe de aplicar la vara del pastor para disciplinar a los heterodoxos, como señala el periodista y como de hecho pidieron los apóstoles; si, en definitiva, pedir coherencia y sentido común es promover el nacionalcatolicismo, entonces yo promuevo y promoveré el nacionalcatolicismo. Sin embargo, en ese término sobra lo de nacional. Lo que nosotros queremos promover, promovemos y promoveremos, es ni más ni menos que el catolicismo, la fe de nuestra Iglesia, nuestros valores, nuestro derecho a proponer a la sociedad un modelo basado en la Revelación cristiana.

Para proponer otro modelo ya está El País, Público, Religión Digital (cuyo redactor jefe reproduce, como cabía esperar, el artículo de Barbería) y todos los quintacolumnistas que, todavía desde dentro de la Iglesia, hacen aquello que los obispos españoles denunciaron hace unos años en el documento “Teología y secularización”. Que desde El País se pretenda que la Iglesia acepte mantener en su seno a aquellos que defienden las tesis del diario de Prisa es tan absurdo como si nosotros pretendiéramos que en dicho periódico publicaran diariamente los artículos de Jiménez Losantos o de Fernández de la Cigoña. A mí no se me ocurriría pedir que nos dieran un programa de tertulia religiosa en La Cuatro o en La Sexta de Roures. Ellos no lo aceptarían. Es normal que nosotros no aceptemos que en nuestra Iglesia existan personas que se oponen, un día sí y otro también, a sus enseñanzas, a sus valores, a su propia identidad espiritual y social.

Quédense ustedes con esa monja y con los Masiá y Tamayo de turno. Se los regalamos envueltos en un lacito rosa. Nosotros nos quedaremos con nuestra fe, nuestra moral y nuestra libertad para defender a la Iglesia de sus peores enemigos. ¿Quiénes son? Lo dijo el Papa Benedicto XVI hace unos días:

“El daño mayor, en efecto, la Iglesia lo recibe de lo que contamina la fe y la vida cristiana de sus miembros y de sus comunidades, mellando la integridad del Cuerpo místico, debilitando su capacidad de profecía y de testimonio, ofuscando la belleza de su rostro".

Pues eso. Nosotros, con el Papa. Los enemigos internos de la Iglesia, con ustedes. Que les vaya bonito pero, a ser posible, fuera de la comunión eclesial.

Luis Fernando Pérez

(*) A los lectores no españoles: El País ha sido, hasta la aparición de Público, el diario español más pro-socialista y anticlerical de España.
(**) Entiéndase por el Movimiento el modelo social que el socialismo gobernante quiere para este país.