De tal educación, tales hijos e hijas
Irene Villa es una mujer bastante conocida en España debido a que siendo niña fue víctima, junto con su madre, de un atentado de ETA. A los doce años (17 de octubre de 1991) perdió las piernas y tres dedos de una mano cuando explotó la bomba adosada al vehículo de su madre, funcionaria de de la Dirección General de la Policía. Su madre perdió una pierna y un brazo. La foto de ambas tiradas en el suelo impactó a la sociedad española.
Su discapacidad no ha sido obstáculo para convertirse en profesora y periodista. Su postura contraria a la política antiterrorista del PSOE en la pasada legislatura le hizo granjearse la enemistad de los sectores mediáticos próximos al socialismo, pero en principio sigue siendo alguien con buena imagen ante la sociedad española. Por eso están teniendo eco las declaraciones que ha hecho a la Revista Misión acerca de la realidad del aborto en nuestro país. Cito de dicha entrevista:
¿Cree que la familia es considerada un valor esencial en España?
Si tengo un dolor, aparte del terrorismo, es por cómo se están infravalorando la vida y la familia. Se está haciendo un daño terrible a la sociedad. Está siendo algo feroz y me temo que irreparable. Además, es superdañino para los jóvenes. Mis alumnas dicen con frivolidad: “Si me quedo embarazada, aborto”. Hace unos años abortar era lo peor que te podía pasar en la vida. A lo mejor también se abortaba, pero era una carga. Era un dolor. Ahora las niñas de 13 o 14 años lo dicen con tanta frialdad…
Lo que señala Irene es ni más ni menos que uno de los síntomas más claros de que la sociedad española tiene un nivel moral similar a la calidad aromática de un estercolero. La hipersexualización y la banalización de la dignidad de la vida humana se encarnan sobre todo en aquellos que son más influenciables: nuestros hijos. Lo que ven en la televisión y en el resto de medios de comunicación, lo que reciben en el colegio y lo que las autoridades les van inculcando, con la complicidad de unos padres que no toman el lugar que les corresponde en la educación de sus hijos, provoca que haya muchachas que vean como la cosa más normal del mundo el quedarse embarazas y abortar.
Esta sociedad que ve con malos ojos que una joven musulmana decida llevar velo, mira para otro lado cuando una joven “cristiana” se acuesta con muchachos de su edad y luego decide abortar como si fuera a hacerse la permanente en el pelo para estar más guapa.
Es evidente que no todas las crías y críos de 13 y 14 años están en esa tesitura. Pero cada vez son más los que caminan por esa senda. De hecho, ese, y no otro, es el deseo del socialismo gobernante. Por ejemplo, la Junta de Andalucía ha sacado una guía para jóvenes en las que anima a las adolescentes a no aceptar que sus relaciones sexuales terminen sin orgasmo. El socialismo quiere convertir a nuestros hijos en unas máquinas de fornicación descontrolada. Y si, como consecuencia de ello, las muchachas se quedan embarazadas, “no problem": que aborten sin decírselo a sus padres.
A pesar de ello, todavía habrá millones y millones de españoles que vuelvan a votarles en las próximas elecciones. Es lo que tiene la democracia. Sirve de termómetro para medir la virtuosidad o la indigencia moral de los pueblos. Tenemos los dirigentes que nos merecemos. Al fin y al cabo, les hemos votado.
Luis Fernando Pérez