A un religioso le dan pena los obispos. A mí también.

Un religioso director de un centro sanitario de su orden siente compasión por los obispos cuando estos se ponen a hablar de la eutanasia. Me le imagino pensando para sí mismo: “¿De qué hablan estos pobres ignorantes que no tienen ni repajolera idea de lo que es tratar con enfermos en coma, tetrapléjicos desesperados, etc? Lo mejor es que se callen y nos dejen a nosotros, los expertos, hacer lo que creamos oportuno".

Pero hete aquí que entre los obispos españoles contamos ya, que yo sepa, con dos médicos: Monseñor Iceta y Monseñor Mazuelos, obispo auxiliar de Bilbao y de Asidonia-Jerez respectivamente. Obviamente no ejercen esa profesión, pero saber, saben. Y no poco. Mucho.

En todo caso, no creo que haya que ser médico para entender que retirar la alimentación y la hidratación a un enfermo para lograr que se muera es algo que atenta contra la caridad cristiana. Tampoco hace falta ser director de un hospital para comprender que retirar el respirador artificial a una tetrapléjica que no quiere seguir viviendo, es como darle una pistola a uno que se quiere suicidar. Y lo que es seguro es que no hace falta ser católico para saber que este religioso se pasa la doctrina católica sobre bioética por el refajo de su “misericordiosa alma”. Y que además, lo hace de forma pública, notoria y escandalosa para los fieles que estamos hasta los mismísimos de que la Iglesia no haga nada con quienes se burlan de sus enseñanzas y, por tanto, de nosotros.

Y es que el drama no es que existan religiosos como este señor. No, el drama es que nadie haga nada, ni aquí ni en Roma, para situarles en el lugar que merecen por su infamia, por su chulería adornada de falsa caridad evangélica. Cuando la Iglesia está implicada en la defensa de la cultura de la vida, este tipo tiene el cuajo de decir que “no nos está yendo muy bien insistir tanto en la cultura de la vida“. Hale, ahí queda eso. Si es que no puede ser. Somos demasiado pesados en defender la vida.

Dice más el religioso: “A base de insistir en que hay que generar una cultura de la vida, se nos está olvidando que hay que generar una cultura del morir, y una cultura de la muerte. Donde no hay una cultura del morir, hay analfabetismo ético. Los impulsos de los sentimientos nos hacen expresar opiniones que denotan falta de cultura“. ¡Ignorantes! ¡Que somos todos unos ignorantes! Lo guay es matar a los enfermos en coma quitándoles el agua y la comida. Lo evangélico es dejar que mueran quienes no quieren vivir. Lo cristiano es ayudar a morir, provocando la muerte. Lo ético no es lo que enseña la Iglesia, sino lo que piensa este señor, lo que dice Masiá y lo que apoyan los que viven deseando que la ingeniería social zapaterina se aplique hasta el final, con una futura ley de eutanasia.

Insisto. Ya está bien de cachondeo. Ya está bien de infamia. Ya está bien de complicidad cobarde de la jerarquía, española y romana, con los lobos que espantan a las ovejas. Al final el rebaño va a salir huyendo despavorido al ver que sus pastores miran para otro lado cuando tendrían que usar su cayado para defenderle de las dentelladas de sus depredadores. Dice la Escritura que Satanás anda como león rugiente buscando a quién devorar (1ª Pedro 5,8). Pues bien, nuestros pastores, mayormente, se quedan sentados a ver el espectáculo. Como mucho se les oirá decir: “¡eh, tú, leoncito, no seas tan malo!". Como mucho sacarán una nota diciendo que lo que afirma ese religioso está mal. Que Dios les perdone tanta irresponsabilidad, tanta necedad, tanta falta de coraje evangélico, tanta negativa miedosa a cumplir la misión para la que el Señor les ha puesto donde están. A Él, sin duda, tendrán que rendir cuentas. Pero mientras, nosotros, seguiremos sufriendo las consecuencias de su cobardía.

Luis Fernando Pérez