La Humanidad suele tardar siglos en avergonzarse de sus pecados, si es que lo hace
El cardenal Cañizares dio ayer un conferencia en Valencia titulada “Ecología humana: No matarás", en la que, como era de esperar, denunció el aborto, la eutanasia y todos esos elementos propios de la cultura de la muerte. Y en esas estaba cuando dijo la siguiente frase: “La Humanidad no tardará en avergonzarse del aborto, como se avergüenza de la esclavitud, de genocidios tan cercanos todavía a nosotros o del deterioro de la naturaleza“. Yo soy menos optimista que este príncipe de la Iglesia.
Si algo demuestra la Historia es que la Humanidad tiene tendencia a repetir las mismas barbaridades durante siglos. Es cierto que siempre hay una parte de la misma que clama contra el mal, pero san Agustín tenía razón cuando, basándose en la Revelación, hablo de la masa damnata, que hace trizas cualquier optimismo antropológico y humanista que pueda tentarnos. No olvidemos que Dios no ama a la Humanidad porque confíe en que de ella pueda salir algo bueno, sino más bien a pesar de que “no hay justo, ni aun uno. No hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles. No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Rom 3,10-12). Ante la incapacidad del hombre de obrar el bien, Dios se hace hombre para que el hombre pueda obrar el bien. Y nada hay que el hombre pueda obrar bien si no es en Dios, pues como dijo el profeta todas nuestras justicias son como “trapos de inmundicia” (Is 64,6).
En una era donde el pelagianismo se ha convertido en la herejía más difundida por todo el orbe, la confianza en la capacidad de la humanidad en reconocer sus errores, y no digamos nada si se trata de que arrepienta y dé marcha atrás, me parece de un voluntarismo que se da de tortas con la realidad. De hecho, el principal drama que vivimos hoy no es que el hombre y la mujer de inicios del tercer milenio tenga la misma catadura moral que en milenios precedentes. No, el drama es que incluso los que han sido bautizados como cristianos se dejan arrastrar por el mal o se acomodan a vivir en el mismo cual Lot en medio de Sodoma y Gomorra.
En el resto del mundo no sé cómo andará la cosa, pero en Occidente veo más probable que se extienda la práctica de la eutanasia y la eliminación de ancianos y enfermos incluso contra su voluntad, a que se imponga el criterio de que hay que acabar con el aborto. O que aparezca otra nueva forma de maldad todavía desconocida, que arrase con millones de inocentes. El avance de la ciencia nos ha permitido vivir más años y con menos enfermedades incurables, pero no nos ha convertido en seres capaces de dejar a un lado milenios de miseria y podredumbre moral. Y no cabe esperar que a más ciencia, mejor humanidad. Más bien lo contrario. Aunque los avances científicos seguirán facilitando las cosas para que vivamos más sanos y más cómodos, también abrirán nuevos campos de actuación a la maldad que está incrustada en el adn espiritual y moral del hombre desde la caída de Adán. Todo ello acabará cuando Cristo vuelva y se ponga fin a la maldad por vías expeditivas. Pero, sinceramente, ¿cuántos cristianos hay hoy que digan “maranata” de verdad en sus corazones?
Luis Fernando Pérez
PD: Aviso. En este post concreto no admito comentarios contrarios a la Iglesia Católica ni al cristianismo.