Aclaraciones varias

En los últimos días he recibido y se han publicado todo tipo de alabanzas y críticas por lo que escribo en este blog. La mayoría de ellas han sido sensatas, aunque no han faltado las que se han excedido tanto hacia el lado del elogio como al de la discrepancia. Para algunos soy una especie de inquisidor fundamentalista que busca limpiar la Iglesia de escoria heterodoxa usando métodos propios del pasado. Pero también los hay que me acusan de deslealtad por haber criticado, siquiera indirectamente, el cambio de orientación en la actitud del episcopado español ante algunos aspectos de la ingeniería social zapateril.

Una de las críticas que suelo recibir tiene más que ver con lo que hice en mi pasado que con los argumentos que uso en el presente. Eso de que “a saber lo que defenderá dentro de poco tiempo este saltimbanqui religioso” lo llevo escuchando desde que regresé a la Iglesia Católica hace diez años. Y es posible que dentro de otros diez, algunos sigan diciendo lo mismo, como muestra clara de su incapacidad de dar algún argumento serio en contra de mi proceder. Pues sí, efectivamente yo nací católico, dejé de serlo, pasé un par de años largos en el mundo del esoterismo, luego regresé al cristianismo vía protestantismo evangélico, en el que “milité” 8 años y medio, y, tras un breve pero intenso contacto con las iglesias ortodoxas, volví al hogar donde nací a la fe… ¡¡¿¿ Y ??!! ¡¡¿¿ Piensan los que me critican por eso que habría sido mejor que me hubiese quedado pronunciando mantras en posición del loto o ganándome la vida echando las cartas del tarot ??!! Dando por hecho que lo que hice, abandonar la Iglesia, es siempre un error, ¿no lo sería mayor quedarse fuera a pesar de que el Señor te da la oportunidad de regresar? A los que me acusan de inestabilidad, les pregunto cuántos años creen que deben de pasar desde mi regreso a la fe católica para que se pueda decir que es poco probable que mañana me haga cienciólogo o adventista del séptimo círculo del samsara.

Entiendo que soy un católico poco “convencional". Es decir, la inmensa mayoría de los fieles, tanto seglares como sacerdotes, religiosos e incluso obispos, no tienen un blog desde el que realizar un tipo de apologética poco usual en estos momentos de la historia de la Iglesia. Tras años dedicado a la apologética “hacia afuera", ahora estoy más centrado en la apologética “hacia dentro". Una Iglesia secularizada es un instrumento prácticamente inútil a la hora de llevar a cabo la misión que Dios la ha dado. Por ejemplo, ayer mismo uno de mis hijos, no voy a decir cuál, me aseguró que uno/a de sus profesores/as negó un dogma católico delante de toda la clase. ¿Y bien? ¿Qué hacer? ¿Mirar para otro lado?, ¿explicar a la criatura cuál es la doctrina de la Iglesia a la vez que se le pide que no monte un escándalo en clase diciendo “mi papá me ha dicho que usted no tiene razón"? ¿irme hacia ese/a profesor/a y cantarle las cuarenta y veinte en bastos, amenazando con una queja formal ante el obispo?

¿De verdad hay alguien que crea que yo puedo conformarme con haber recibido la gracia de volver a ser católico para quedármela sólo para mí? ¿Qué tipo de catolicismo es ese que se queda encerrado en un tarro? ¿de qué sirve el perfume si no se derrama? ¿acaso voy a quedarme de brazos cruzados mientras desde el mismísimo seno de la Iglesia hay quienes prostituyen esa fe, por la que muchos mártires han dado la vida? Quizás me sería más fácil hacer tal cosa desde un punto de vista humano y emocional. Muy de vez en cuando escribo posts que reflejan, siquiera pálidamente, el tipo de actividad espiritual a la que algún día me gustaría dedicarme. Esa que no choca de frente contra el error y el mal, sino que se goza en la meditación y contemplación del bien y la verdad. El que crea conocerme por lo que escribo en este blog, que sepa que sólo conoce una parte de mí. Y no precisamente la que mejor refleja cómo soy en realidad, aunque no renuncio ni renunciaré, a menos que Dios disponga lo contrario por el bien de su Iglesia, a aquello por lo que más soy conocido.

En todo caso, mi “influencia” real en la vida de la Iglesia es muy limitada y no tengo la menor pretensión de que sea mayor de lo que Dios quiera. Hoy se me conoce más que hace unos años pero quizás dentro de dos o tres, quién sabe si antes, vuelva al anonimato de un blog perdido en la red o de una parroquia en una capital de provincia. Ya lo hice en una ocasión, retirándome de un portal muy visitado en dirección a la nada. Creo saber lo que haré de aquí al verano pero sólo Dios sabe lo que quiere para mí y mi familia más adelante. Mientras le sirva, bien estará. Dice la Escritura que el obrero es digno de su salario, pero lo importante es obrar para el Señor y no el cobrar. Con recibir el pan nuestro de cada día es más que suficiente.

Mientras este portal y este blog aguanten en pie, haré lo que he venido haciendo hasta ahora. Mientras siga recibiendo el apoyo explícito de algunos de nuestros pastores, no cambiaré mi estilo ni mi forma de actuar. Sin duda me equivocaré en algunas ocasiones, pero más se equivocan los que diciendo ser católicos no profesan en su integridad la fe de la Iglesia y sirven de altavoces para los causantes directos de su secularización. Y todo lo intentaré hacer desde el respeto e incluso el cariño personal hacia algunos de ellos -que no todos-. La palabra odio, que algún pobre diablillo me ha adjudicado, no figura en mi vocabulario. Enfado, malestar e incluso ira ante determinados comportamientos, sí. Odio, nunca.

Gracias de nuevo a todos. Especialmente a los que me animan y a los que me critican de una manera constructiva. Y perdón a todos por mis carencias y por las posibles ofensas que haya cometido.

Luis Fernando Pérez