Monseñor Munilla, permítame que le diga que usted no es el burro
Cuando ayer asistí a la retransmisión que Popular TV (*) hizo de la toma de posesión de Monseñor Munilla como obispo de San Sebastián, fui de esa gran mayoría a los que le pareció perfecta la “comparación” que hizo don José María entre el recibimiento que recibió de sus fieles -con ese histórico e impresionante aplauso- y lo acontecido cuando Cristo fue recibido triunfalmente en Jerusalén. Dijo monseñor: “… me he acordado del borriquillo que Jesús montaba aquel Domingo de Ramos en su entrada en Jerusalén. ¿Os imagináis qué ridículo hubiese hecho aquel asno si hubiese creído que aquellas aclamaciones y aquellos saludos estaban dirigidos a él, en vez de a quien llevaba sobre sus lomos? Le pido al Señor no ser tan `burro´ como para engañarme así“.
Pues bien, aunque se entiende muy bien lo que ha querido decir el obispo, creo que él no puede compararse con el burro y sí con Aquel a quien el burro llevaba. De hecho, monseñor Munilla es Vicario de Cristo en San Sebastián. Si Sta. Catalina de Siena llamó al Papa “nuestro dulce Cristo en la tierra", los fieles guipuzcoanos tienen en don José Ignacio a su “dulce Cristo en la tierra". De hecho, él es sucesor de los apóstoles y uno de ellos, San Pablo, no tuvo reparo en reconocer que los gálatas le habían recibido “como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús” (Gal 4,14).
Sí, es obvio que Monseñor Munilla no es nadie sin Cristo. Como todos nosotros. Pero un obispo no es como todos nosotros. No es igual ser apóstol que no serlo. No es igual ser obispo que no serlo. Ni es igual ser presbítero o diácono, que no serlo. Tan cierto es, como recordó el propio don José Ignacio, que no hay mayor título que el de “hijos e hijas de Dios", como que en la Iglesia debemos honra a quien honra merece, y que los obispos, en cuanto que vicarios de Cristo, han de ser especialmente honrados y, por supuesto, obedecidos. Lo recordó el Nuncio de Su Santidad -vuelvo a decir que creo que nos ha tocado en suerte un gran nuncio- en la alocución previa a la entrega del báculo, cuando citó a San Ignacio de Antioquía en su carta a los tralianos: “Porque cuando sois obedientes al obispo como a Jesucristo, es evidente para mí que estáis viviendo no según los hombres sino según Jesucristo, el cual murió por nosotros, para que creyendo en su muerte podamos escapar de la muerte“. También dijo San Ignacio a los efesios: “Simplemente, pues, deberíamos considerar al obispo como al Señor mismo“. Por cierto, bien haríamos en tener todo esto en cuenta a la hora de juzgar a aquellos obispos que, según nuestro entender, no desarrollan adecuadamente su labor. Incluso aunque tengamos razón, hay líneas que no deberíamos cruzar a la hora de hablar y escribir de ellos. Y esto me lo digo a mí mismo el primero.
En resumidas cuentas, lo que ayer vimos en San Sebastián no fue el aplauso a Cristo subido sobre un burro llamado José Ignacio. No, vimos el aplauso a Cristo EN la persona de su Vicario, José Ignacio. Que además Monseñor Munilla es de esos obispos que hace que sea más fácil ver a Cristo en Él, es algo en lo que muchos estarán de acuerdo conmigo. E incluso aquellos que no están de acuerdo, posiblemente cambien de opinión cuando vean los frutos de su pontificado en Guipúzcoa. Estoy convencido de que la gracia de Dios le llevará a ser verdadero apóstol allá donde la fe necesita resurgir cual ave Fénix de sus cenizas.
Luis Fernando Pérez
(*) ¿Podría alguien decir a los que retransmiten misas, que los que las vemos por televisión queremos oír lo que dicen los celebrantes y no sus prolijas explicaciones?
16 comentarios
Os ruego paciencia.
Por cierto, no os perdáis lo que ahora pretenden aquellos que hicieron todo lo posible por boicotear el nombramiento de monseñor Munilla y, una vez producido, se embarcaron en la campaña más infame y rastrera que ha conocido el periodismo religioso en este país. Siguen añadiendo basura a su vertedero moral y eclesial.
Esto consta evidentemente que lo tiene muy claro Mons. Munilla, pero su broma, al compararse con el asno que portaba a Cristo, no carece de sentido, al haber tantos que poco a poco se van sustituyento a aquel que representan.
Lo hemos visto en la misma absurda rebeliòn que precediò la llegada de Mons. Munilla a San Sebastián.
Muchos, sacerdotes y religiosos se creyeron "Papa y Rey", desobedeciendo descaradamente a las decisiones pontificias.
Vicario de Cristo y "servus servorum Dei", "Dulce Cristo en la Tierra" y "cauce de y hacia" Dios, nunca centro de atenciòn. "Para vosotros soy obispo, con vosotros soy cristiano", Recordaba el gran Agustìn de Hipona.
Pues eso es monseñor Munilla (como cualquier obispo): uno de los apóstoles que son testigos de Cristo.
Sólo así se entiende que los medios elogien a un Pontífice como Pablo VI cuando se postró a besarle los pies al patriarca cismático Atenagoras, o cuando regaló la tiara "por humildad". Estas actitudes son simpáticas, porque los medios y el mundo moderno aman la demagogia y todo lo que implique disminuir la autoridad y dignidad de la Iglesia, aunque sea en sus representantes.
El hombre clásico distinguía perfectamente ambas dimensiones. Cuando San Pío X, en medio de una audiencia, curó a una persona, inmediatamente dijo: "habrá sido el poder de las Llaves"; pero no dijo que era un burro.
Hace poco, luego de una Misa, intenté besarle el anillo al Cardenal Primado de mi país. Forcejeó conmigo de una forma bastante brutal, para impedirlo. Le tuve que decir: "No es a Ud a quien voy a venerar, cardenal Bergoglio, sino a quien Ud representa".
Si pueden mejorar- todos podemos mejorar- debemos rezar por ellos, apoyarlos, animarlos y confiar en la gracia de Dios. Criticar por criticar no vale para nada. Hay lineas que no se deben cruzar.
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Y me lo digo también.
No sabes cuánto he aprendido de ti, te agradezco.
LF:
De ninguna manera. Hace cierto tiempo que no hay atentados mortales y creo que desgraciadamente habrá ocasión de ver cómo aborda esa cuestión.
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