¿Dónde habrá comulgado Bono?, ¿dónde comulgará?

Don José Bono Martínez, presidente del Congreso de los Diputados y, por tanto tercero en el rango protocolario del Estado tras el Rey y el presidente del Gobierno, lleva años empeñado en ser una especie de apóstol laico de los progre-eclesiales. Siempre que los socialistas dan un paso adelante en su política de ingeniería social, ahí aparece Pepe Bono a dar su imprimatur y nihil obstat con argumentos del tipo “Cristo es bueno pero los obispos son unos carcas". Lo hizo con la ley del matrimonio entre homosexuales, cuando llegó a soltar una de sus grandes máximas teológicas, digna de aparecer en alguno de los manuales de moral que se han estudiado en los seminarios en la era postconciliar: “A Dios no le importa mucho lo que se haga de cintura para abajo".

Pero claro, cuando ha intentado hacer lo mismo con la nueva ley del aborto, la cosa se ha puesto más peliaguda porque la Iglesia, con razón, está empeñada en que los católicos, sobre todo si presumen de serlo públicamente, no pueden apoyar con su voto leyes que faciliten ese holocausto que se produce en las clínicas abortivas. Y, se ponga como se ponga el señor Bono, una ley que hace que el aborto pase de ser un delito a un derecho, es una salvajada. Que la ley anterior también lo era, ninguno que se llame cristiano lo pone en duda. Pero la nueva ley empeora objetivamente el derecho a la vida en este país.

Y precisamente por eso, los obispos españoles han tenido que recordar lo que la Iglesia ha dictaminado sobre los políticos católicos que votan a favor del aborto. A saber, que no pueden recibir la comunión eucarística. Es importante recordar que esa disposición no se le ocurrió a Monseñor Martínez Camino ni al cardenal Rouco. No, esa norma viene de Roma y, por tanto, es de obligado cumplimiento en todo el mundo. Los obispos españoles faltarían a su deber si no lo recordaran.

El caso es que a Bono le importa un pimiento -por no decir otra cosa más gorda- lo que la Iglesia diga o deje de decir y ha confesado a El Mundo que ya ha comulgado tras votar a favor de la ley abortista. Y que piensa seguir haciéndolo. Lo que no nos dice es dónde ha comulgado y dónde piensa hacerlo en el futuro. Se me ocurren varias posibilidades:

1- En Entrevías. Los sacerdotes del Centro Pastoral San Carlos Borromeo estarían encantados de que Bono volviera a asomar por allá con cámaras y micrófonos para recoger el momento en que le volvieran a dar una de sus rosquillas “consagradas".

2- En Montserrat. Al abad mitrado, con tal de tocar las narices a los obispos españoles y de demostrar que la Iglesia en Cataluña es “otra cosa", le haría mucha ilusión dar de comulgar a cualquier político que haya votado a favor de esa ley. El problema con Bono es que no es precisamente uno de esos socialistas muy favorables al nacionalismo catalán, pero “París bien vale una misa". Después se irían a tomar un “pan amb tomaca” regado con unos vinos del Penedés y pelillos a la mar.

3- En cualquier parroquia donde al sacerdote celebrante le dé reparo montar un cirio. Esta es la opción más probable. Mucho me extrañaría el ver la imagen de un cura negándole la comunión al presidente del Congreso. Es más, tengo verdadera curiosidad por saber qué ocurriría si Bono quisiera comulgar en alguna de las misas donde van las autoridades del Estado y que son presididas por algún cardenal, arzobispo u obispo. El sentido común dicta que en un caso así, el propio Bono debería de abstenerse de poner a prueba al prelado de turno, pero… ¿y si lo hace?

Obviamente no es Bono el único político al que se le ha de negar la comunión por esta cuestión. Ni es el PSOE el único partido en el que existen “católicos” que favorecen el aborto. En el PP ocurre lo mismo. Pero no hay ningún pepero que tenga el morro de salir en la prensa a decir que vota a favor del aborto, o lo subvenciona (caso de la comunidad de Madrid), y que además comulga porque le parece muy bien lo que hace. En realidad, lo que a don José Bono le importa no es tanto el comulgar o no comulgar, sino el cumplir su papel de demagogo mayor del reino, que es el que tantos réditos políticos le ha proporcionado desde hace años. Y como además ha conseguido que prelados muy importantes le pasen la mano por el lomo, pues lo tiene fácil.

Luis Fernando Pérez