Cope o cómo el lobo feroz se convierte en caperucita multicolor

La última “oleada” -¿por qué se le llama así?- del EGM ha confirmado lo que todo el mundo sospechaba: la Cope se desploma. Sus dos programas más importantes, el de la mañana y el de la tarde-noche, se pegan un batacazo de esos que deja al caído con pocas posibilidades de levantarse. Ignacio Villa no llega al millón de oyentes -pierde un 40%-, Juan Pablo Colmenarejo no llega a los 350.000 -pierde casi la mitad-, Cristina López Schlichting sigue siendo cada vez más irrelevante -pierde 45.000 oyentes- y parece que sólo aguanta el tirón Abellán, el de los deportes.

Ahora bien, si yo fuera propietario de la Cope, habría algo que me preocuparía bastante más que el descenso de audiencia. Lo que me daría pánico es ver cómo han respondido los responsables de la emisora ante esa catástrofe. Manipulando, mintiendo y mirándose al ombligo. El colmo de los colmos ha sido el uso de los datos de audiencia de cuando estaban Losantos y Vidal para hacer la media y pretender que son la segunda emisora de España. Toma del frasco Carrasco. Es como si el Atlético de Madrid suma sus puntos actuales a los que obtuvo en la Liga pasada para decir que ahora está en zona de UEFA en vez de rozando el descenso. Si ya es grave que la cadena de los obispos amenace con irse al garete, más grave aún es que nos quieran vender la burra de que va viento en popa a toda vela, como el barco pirata de Espronceda.

No, señores, no. Ustedes están fracasando estrepitosamente. Y cuando Es.Radio pueda escucharse bien en toda España, el desplome será aun mayor. Eso lo saben. Y también saben que tal circunstancia hará a la Cadena Cope absolutamente inviable desde el punto de vista económico. Cosa normal, dicho sea de paso, teniendo como presidente a quien tienen. Porque el señor Coronel de Palma será un tipo fantástico, con el ideario cristiano grabado a fuego en su alma -o no-, pero como gestor económico es casi una plaga bíblica. En el CEU saben bien de qué hablo.

Alguien puede preguntarme si lo que yo quisiera es que la Cope siguiera contando con Losantos y Vidal. Pues no. Dos años antes de que se les echara, yo pedí que se fueran. Pensaba que habían cumplido un ciclo y que lo mejor era que se largaran a una empresa donde sus dueños no fueran tan “presionables” mediáticamente como la Conferencia Episcopal. Ciertamente la solución final es ideal para ellos. La empresa a la que se han ido es la suya, con lo cual, ya me dirán ustedes quién les puede presionar para que no hagan la radio, y de paso la televisión, que hacen.

Ahora bien, desde el punto de vista empresarial, largar a Losantos y Vidal en medio de una crisis económica es como tirarse desde un avión con un paracaídas roto. Ese paracaídas tiene nombre: Ignacio Villa. Los que hemos seguido la Cope desde tiempos de Antonio Herrero, Encarna y García, sabemos bien cuál ha sido la trayectoria del actual responsable de La Mañana. Sobre todo, sabemos quién era Nacho Villa cuando dirigía la Palestra. Sabemos que él suponía la continuidad del estilo losantino a medio día. En la Cope no existía sólo el dúo Losantos-Vidal. No, había un trío formado por Losantos-Villa-Vidal, que conseguía que el estilo de información y opinión de la cadena fuera más o menos homogéneo de la mañana a la noche. Cierto que, cual Guadiana, ese estilo desaparecía durante el programa de Cristina, pero tampoco se puede decir que la dama de Cope cambiara radicalmente de registro.

Ahora bien, ya al final de la temporada pasada Nacho Villa empezó a transformarse de lobo feroz en caperucita multicolor. Ese “canis lupus” que aullaba contra el gobierno zapateril y contra la ineficaz oposición rajoyesca se ha convertido en Caperucita azul para el PP y roja para el PSOE. Además, en el colmo del chaqueterismo, se ha dedicado a arremeter contra la “Cope de los insultos” de antes. Y claro, la gente lleva mal ver que un comunicador pegue eso cambios tan radicales. Y no es que yo no crea en las conversiones. Si Ignacio Villa se hubiera retirado a la trapa, se entendería. Que se haya convertido al oficialismo de la peor especie -gran tentación de los “católicos profesionales"- y que haya pasado de repartir estopa a dar jabón a los políticos a cambio de poder dirigir La Mañana, no se entiende. O se entiende demasiado bien. Pero cambiar de dial es facilísimo. El tiempo -en este caso corre raudo y veloz- y la audiencia le van a poner en su sitio.

Respecto a Colmenarejo, poco puedo decir salvo que no he sido capaz de escuchar entero uno de sus programas. Apezarena me parecía más ameno y con eso está dicho todo. Seguro que Juan Pablo es un muy buen tipo y un gran profesional de la radio, pero teniendo en frente a César Vidal y al Gato al Agua, es imposible que evite quedarse sin oyentes. Es como pretender que el Osasuna, dignísimo equipo por otra parte, gane la liga del Barcelona de Messi, Xavi e Iniesta y del Madrid de Cristiano Ronaldo y Kaká. Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible.

En definitiva, nuestros obispos, o nuestra Conferencia Episcopal, van camino de quedarse sin la que ha sido uno de los medios de comunicación más importantes de España en las últimas décadas. Porque claro, nadie pretenderá que la Iglesia en España se endeude hasta las cejas para sostener económicamente una Cope en quiebra, ¿verdad? Y no parece que todos aquellos que se rasgaban las vestiduras por la presencia del “talibán de sacristía” y el “hereje” en la cadena de los obispos vayan a dar dinero para su supervivencia. Por no hablar de los prelados que querían una Cope más moderada y conforme a su ideario. Puede que lo hayan conseguido, pero también han logrado que no la oiga casi nadie. Y no hay vuelta atrás. La católica Cope menguará en la misma medida que la liberal Es.Radio crecerá. Yo, que no soy liberal sino católico y conservador, no pienso derramar una lágrima por ello. Al fin y al cabo, llevo tiempo diciendo que Radio María puede cubrir de sobra las necesidades de la Iglesia en España como emisora realmente evangelizadora. Que en vez de malvender la Cope, le pasen sus postes de emisión a la cadena presidida -provisionalmente- por Alfredo Dagnino y cuya alma sigue siendo el padre Munilla. Esa debe ser la apuesta.

Luis Fernando Pérez