El mensajero de la mentira

Alguna vez me he preguntado a quién se le ocurrió aquello de “quiere ser el niño en el bautizo, el novio en la boda y el muerto en el entierro". Pero tengo pocas dudas de que fuera quién fuera el autor de semejante dicho, estaba pensando en el “Padre Ángel", fundador de la ONG Mensajeros por la Paz. Yo no he conocido a nadie en mis 41 años de vida con tanta obsesión por aparecer en los medios. Parece querer ser una epifanía del Espíritu Santo en versión asturiana. Se las arregla para asomar sus blancas canas en todos los saraos habidos y por haber. O sea, es el perejil sacerdotal de todas las salsas.

Antes de seguir hablando sobre él, quede claro una cosa. Me parece fantástico que se dedique a ayudar a niños con problemas. Todo parece indicar que su ONG lleva a cabo una labor encomiable, aunque ni es la única que se dedica a tal menester ni creo que sea la que más hace por los más pequeños. Pero a cada cual lo suyo, y al padre Ángel hay que darle las gracias por haber dirigido sus pasos hacia esa tarea. Eso sí, alguien debería de recordarle con urgencia que Cristo dijo aquello de “lo que haga tu mano izquierda, que no lo sepa la derecha". Es que parece que en su Biblia esas palabras no existen. O quizás es que el cura asturiano sufre de una ceguera temporal al llegar a ese pasaje de los evangelios. Aunque también puede ser que lo lea y se diga “esto no es para mí, obviamente".

Ahora bien, el hecho de que el padre Ángel lleve adelante esa ONG no le da el más mínimo derecho a ser un sacerdote toca-narices, que cada vez que ve una cámara o un micrófono no pierde la oportunidad de arremeter contra la doctrina de la Iglesia. Es más, resulta especialmente escandaloso que ese señor aproveche su fama mediática, basada en lo que hace con los niños, para situarse en frente de la jerarquía y la doctrina católica. De esa manera se convierte en el Mensajero de la Mentira, en el portavoz de la heterodoxia, en el ejemplo de los que quieren una Iglesia Católica arrodillada ante un mundo que se niega a oír la verdad.

Basta con que los obispos españoles vayan por una dirección para que el padre Ángel vaya por la contraria. Si los obispos dicen que la familia está en crisis, él dice que no. Si los obispos, en consonancia con la doctrina de la Iglesia, dicen que hay que negar la comunión a los políticos católicos que voten a favor del aborto, él dice que le daría la comunión a José Bono. Pero va más allá y, a menos que yo le haya entendido mal -y entonces téngase esto por no dicho-, asegura haber bendecido uniones entre divorciados y entre homosexuales. Y eso es ya más grave. Un sacerdote bendiciendo el pecado es más de lo que la Iglesia debería de estar dispuesta a soportar. Y es a la jerarquía a quien corresponde poner a este señor en su sitio. Las cobardías mediáticas deben quedar a un lado. Me da lo mismo que el presbítero asturiano sea considerado como una especie de Teresa de Calcuta a la asturiana. Su doctrina, a diferencia de la beata albanesa, no es la de la Iglesia en temas muy importantes que afectan de lleno a la lucha actual contra la ingeniería social zapateril y la cultura de la muerte. Y eso no se puede consentir. Los mercaderes de la heterodoxia le tachan de profeta, porque les ayuda a vender su producto envenenado, pero ¿habrá algún valiente entre nuestros obispos que se atreva a decirle a ese cura lo que muchos fieles estamos deseando que se le diga? Ahí queda el reto.

Luis Fernando Pérez