Así deberían de hablar todos los príncipes de la Iglesia

Ahora que en España anda el personal rasgándose las vestiduras porque los obispos españoles han dicho que votar a favor del aborto es incompatible con ir a comulgar, conviene recordar que el tono de nuestros pastores no es, ni de lejos, el más contundente que puede usarse para combatir a la plaga de la cultura de la muerte.

De hecho, llevo tiempo diciendo que al otro lado del charco, en el continente americano, hay obispos y cardenales que se caracterizan por no buscar un lenguaje políticamente correcto a la hora de hablar a los fieles y a la sociedad. Y no me refiero sólo a obispos de diócesis “menores” -perdóneseme la expresión-, no. El cardenal Cipriani, el cardenal Terrazas, cardenales y obispos venezolanos, por poner ejemplos que me vienen inmediatamente a la memoria, han llamado al pan, pan y al vino, vino, en repetidas ocasiones en el último año.

A todos ellos se une ahora el cardenal arzobispo de Santo Domingo, primado de las Américas, S.E.R Jesús de Nicolás López Rodríguez. Lo que dijo el domingo quizás lo podría haber dicho más alto, pero más claro, imposible. Aseguró que Europa se ha convertido en una especie de cloaca moral que cuenta con ONGs y grupos de presión destinados a esparcir sus excrementos espirituales, morales y sociales por los países de Hispanoamérica. Y tiene toda la razón del mundo. En otras ocasiones he dicho que la ingeniería social zapateril se está intentando reproducir, punto por punto, allende los mares. La “madre patria", al menos en cuanto a sus gobernantes, ha pasado a ser una prostituta que ofrece sus servicios a sus hijas hispanoamericanas. El Viejo Continente, convertido en un auténtico viejo verde, ha pasado de exportar civilización cristiana -con todos los excesos que se quieran- a proponer un modelo de sociedad donde el divorcio, el aborto, la eutanasia y la “familia” homosexual sean señas de identidad.

No es de extrañar, pues, que los pastores del rebaño de Cristo en el continente americano pidan a sus pueblos que rechacen lo que les llega de estos lares. Es su deber, como deber es de los pastores europeos el denunciar la corrupción en la que se ha instalado una Europa que poco a poco se va hundiendo en el lodo de la traición a sus raíces. Sinceramente echo de menos una mayor claridad y frescura en la expresión de los prelados de este continente a la hora de cumplir su misión profética de denuncia del pecado y de la apostasía de Europa. Sé que tanto este Papa como el anterior fueron claros. Y sé que hay obispos europeos que también lo son. Pero me temo que la mayoría opta por un perfil bajo, por no hacerse notar demasiado. Es tiempo de obispos, sacerdotes, religiosos y fieles valientes, enérgicos, claros y rotundos. De lo contrario, difícilmente seremos luz del mundo y sal de la tierra. Y ya sabemos lo que le pasa a la sal cuando no sala. Lo dijo Cristo. Tomemos en cuenta su advertencia.

Luis Fernando Pérez