Bono, siempre Bono
Don José Bono Martínez, “Pepe” para los amigos, además de ser presidente del Congreso de los Diputados de España y, por tanto, el tercero en rango protocolario tras el Rey y el Presidente de Gobierno, es uno de esos socialistas que presumen de ser católicos practicantes y luego se dedican a darle lecciones a la Iglesia sobre moral. Lo hizo con motivo de la aprobación de la ley del matrimonio gay, cuando le dio por decir que a Dios no le importa mucho lo que se haga de cintura para abajo -señal inequívoca de no haberse leído los evangelios, en los que Cristo endurece la exigencia de la ley mosaica en materia de moral sexual-, y lo hace ahora en relación a la aprobación de la ley del aborto.
Entre los peregrinos argumentos que usa Bono para defender su apoyo a la nueva ley está en que la misma reducirá el número de abortos, que con la actual se sitúa en cerca de 115.000 al año. Ya me gustaría a mí saber cómo es posible que se reduzcan los abortos con una ley que los liberaliza por completo en las 14 primeras semanas y deja las cosas más o menos como estaban en las siguientes. Es más, el aborto pasa de ser un delito despenalizado en determinados supuestos a convertirse en un derecho. O sea, el político socialista piensa que somos imbéciles o cosa parecida cuando nos intenta hacer creer que lo que el gobierno busca con esta ley es que haya menos abortos. Y si a mí hay algo que me molesta especialmente es que, habiéndome librado de los efectos de la LOGSE, me traten como si fuera imbécil.
A don José le molesta que la Iglesia no negara la comunión a Pinochet y a amenace con negársela a él ahora. No seré yo quien diga que quien se cargó a Allende, político irresponsable que intentó cubanizar Chile -hasta la URSS veía mal aquello-, no se pasó muchos pueblos de largo en la represión posterior a su golpe de Estado, pero, siquiera numéricamente, la gravedad de aquello no se acerca, ni de lejos, a la del holocausto continuo del aborto. En un solo mes mueren en España más seres humanos no nacidos que los ejecutados ilegalmente -no había ley que lo permitiera- por el régimen pinochetista. Un régimen, por cierto, que entregó el poder tras unas elecciones democráticas, aspecto ese que suelen olvidar los que tachan al general chileno de ser el más malo de todos los malos habidos y por haber. Y en todo caso, quien apoyó públicamente a los responsables del terrorismo de Estado de los GAL no creo que pueda dar lecciones de integridad moral en el gobierno de una nación.
Lo que Bono está consiguiendo es una notoriedad pública tal que la próxima vez que vaya a misa es bastante probable que haya cámaras y periodistas para ver si se acerca a comulgar y, en ese caso, si el cura accede a darle la comunión o -me extrañaría mucho que así ocurriera- le pide que se dé media vuelta. Puede que ocurra lo mismo con otros políticos, por ejemplo los del PNV, pero es don José quien más está plantando cara a la Iglesia en esta cuestión. Eso sí, en algo le doy la razón. Si a él se le niega la comunión, que se haga lo mismo con quien aprobó la RU-486 y no ha pedido perdón públicamente por ello. Las disciplina eclesial debe de ser igual para todos, independientemente de las siglas políticas.
Luis Fernando Pérez