¿Qué hacer ante las quejas de los curas casados apartados del sacerdocio?
Como era de esperar, la llegada de miles de presbíteros anglicanos casados a la Iglesia Católica, donde serán ordenados para poder ser curas católicos, está provocando reacciones un tanto airadas de aquellos sacerdotes católicos que decidieron quebrantar el celibato para poder casarse, lo cual les llevó a ser apartados del ministerio sacerdotal. Alguno asegura que se produce un agravio comparativo. ¿Por qué los anglocatólicos podrán ser sacerdotes y tener familia mientras que a nosotros no se nos deja ejercer?
No sé cuál será la respuesta que desde Roma se dé a esa pregunta. Yo respondería que hay una razón de peso: los anglicanos se hicieron presbíteros en una tradición eclesial donde no existe el celibato obligatorio, mientras que los sacerdotes católicos de rito latino que se han casado han quebrantado el celibato al que se comprometieron libremente. Por tanto, por mucho que se empeñen, la situación no es la misma. Unos no han roto ningún compromiso, los otros sí.
Es más, yo creo que aunque la Iglesia decidiera suprimir, de ahora en adelante, la obligatoriedad del celibato para poder ser sacerdote católico de rito latino, eso no supone que los que se secularizaron tengan por qué volver a ejercer el sacerdocio. Ellos seguirán siendo aquellos que habiendo aceptado libremente ser célibes rompieron su compromiso con Dios y con la Iglesia. En las iglesias ortodoxas y entre los católicos de rito oriental, todo aquel sacerdote que se compromete a ser célibe, no puede casarse. De hecho, quien entre ellos se ordena presbítero estando soltero, soltero se ha de quedar por vida. Es más, los que se ordenan estando casados, en caso se enviudar no pueden volverse a casar. Espero que ese “mínimo” les sea exigido a los anglocatólicos, que hasta ahora han podido casar a sacerdotes ya “ordenados".
¿Significa ello que la Iglesia no puede en ningún caso readmitir al sacerdocio a los sacerdotes casados? Hay casos en que se les admite. Por ejemplo, cuando se quedan viudos y pueden volver a ser célibes. Supongo que si se suprimiera el celibato, se podría ver caso por caso. De hecho, sería el obispo de cada diócesis el responsable de admitir o no a esos sacerdotes entre su clero diocesano. No seré yo quien me oponga a que la Iglesia haga lo que crea mejor en esas circunstancias.
En todo caso, se quiera o no, la entrada de los anglocatólicos en la Iglesia va a reabrir el debate sobre el celibato obligatorio para el clero diocesano de rito latino. No tendría nada de particular que el Papa decidiera consultar con todos los obispos del mundo sobre esa realidad. Entre las razones que se alegan a favor de dicha supresión las hay ciertamente equivocadas. Si alguien piensa que con ello se solucionaría el problema de las vocaciones, está equivocado. La crisis “vocacional” depende mucho más de otros factores. Y quien diga que sin el celibato se evitarían muchos escándalos sexuales, ignora que el hombre casado está sometido igualmente a tentaciones en ese área de la vida humana.
Estoy firmemente convencido de que el celibato del clero católico de rito latino es una de las glorias de la Iglesia. Y me gustaría que siguiera siéndolo. Pero si alguna vez se decidiera suprimir su obligatoriedad, creo que debería de mantenerse la misma entre aquellos que acceden al sacerdocio en edad “temprana". Es decir, se podría optar por empezar a ordenar a diáconos permanentes que hayan demostrado ser capaces de conjugar su vida familiar con su ministerio diaconal. Serían hombres ya maduros, de 50 años o más, que podrían ejercer de coadjutores en las parroquias o arciprestazgos donde haya falta de sacerdotes. Así se mantendría una mayoría ingente de sacerdotes célibes pero con la posibilidad de ordenar a hombres casados y ya maduros de probada valía. Si así ocurre por decisión del Santo Padre, sea el actual o sea otro en el futuro, los católicos fieles a la Iglesia deberemos decir sí y amén como decimos sí y amén a la situación actual.
Luis Fernando Pérez