Jornada diocesana de pastoral en Huesca

Esta mañana la he pasado en la Jornada Diocesana de Pastoral de la Iglesia en Huesca. Desde que estoy en tierras oscenses, y va ya camino de la década, he asistido unas 6 veces a este tipo de jornadas. La de hoy ha sido la más concurrida de todas en las que he estado. Eso en sí es ya un buen dato. Tras la oración inicial ha tomado la palabra nuestro obispo, monseñor Sanz Montes, al que yo ya llamo el “monseñor pluriempleado". Tiene a su cargo dos diócesis, la presidencia de una comisión nada “cómoda” en la CEE, trabajo en San Dámaso y, por si fuera poco, el Papa le pidió hacerse cargo de la dirección de Lumen Dei, lo cual, como nos ha dicho hoy, es como si le hubieran dado otra diócesis. No por la cantidad de fieles a su cargo en esa asociación de fieles pero sí por el trabajo que da. Don Jesús le dijo al mismísimo Papa cuál era su situación, pero el Santo Padre decidió que, aun así, debería de hacerse cargo de esa tarea eclesial. La cual, dicho sea de paso y aunque no puedo dar detalles, va por buen camino.

Y precisamente esa ha sido la razón por la cual no se puede llevar a cabo la puesta en marcha este año del sínodo diocesano, que el propio obispo dijo hace doce meses que tenía intención de convocar. Don Jesús ha pedido comprensión. Las caras que yo he visto eran más bien de resignación, pero hay más días que longanizas y quizás el año próximo podamos abordar ese sínodo, sea con don Jesús al frente de nuestra diócesis o sea con otro pastor si es que alguno de los infinitos, y nunca realizados, rumores sobre su traslado a otros destinos se cumple. Sospecho, aunque no deseo, que más pronto que tarde le pondrán de pastor de una diócesis o archidiócesis más “poblada” -importantes lo son todas-, pero eso depende de Roma.

Hoy hemos asistido a lo que yo llamaría la puesta de largo del nuevo vicario general de la diócesis, el padre Nicolás López Congosto. El hombre ha estado muy amable con todo el mundo y la verdad es que se le ve con ganas de trabajar. Tengo la sensación de que va a ser más “activo” que el anterior vicario, lo cual no debe de entenderse como una crítica a este último. Cuando el obispo anda de acá para allá buena parte del año, la función del vicario como coordinador y moderador de la curia es más importante de lo habitual.

Tras el intermedio, con café y bollería como todos los años, nos ha dirigido la palabra el delegado de pastoral de salud de la archidiócesis de Zaragoza, don Miguel Sebastián Romero. Él es, por orden cronológico, médico y sacerdote. O sea, era médico cuando se convirtió -tras un cursillo de cristiandad- y recibió la vocación sacerdotal. Su charla sobre la dignidad de la vida humana desde su concepción hasta la muerte natural, ha resultado muy interesante. Dado que el padre de don Miguel está en fase de deterioro neurológico grave, ha podido hablar no sólo desde la teoría sino desde la experiencia personal de quien tiene a un ser querido en unas circunstancias que los doctores Montes de turno solucionarían con “sedaciones".

Cuando el sacerdote zaragozano habló de la clara y nítida relación que, en la sociedad, se ha dado entre la aceptación primero de la moralidad de la anticoncepción y la de la legitimidad del aborto después, noté una cierta inquietud y no pocos murmullos a mis espaldas. Ha sido una lástima que al final el tiempo se echara encima y no se pudiera dar un turno de preguntas y respuestas, porque sospecho que habríamos tenido “movida” por ese tema. La jornada ha concluido con una misa presidida por el obispo.

En conclusión, una jornada más que abre el nuevo año pastoral. La de Huesca es una diócesis muy rural, con todo lo que ello implica. Dado que apenas estoy implicado en las labores que se llevan a cabo durante todo el año, no sería justo ni responsable que me pusiera a decir qué es lo que está bien y qué lo que está mal, pero sí me parece obvio que hace falta un mayor esfuerzo en la pastoral juvenil. En la capital tenemos más de tres mil estudiantes universitarios y ahí hay un campo de evangelización digno de tomar en cuenta. Porque además, sin jóvenes comprometidos es complicado que surjan vocaciones. De hecho, la iglesia oscense va a seguir necesitando “importar” vocaciones de otras iglesias locales repartidas por medio mundo. De lo contrario, en un par de décadas nos quedaremos en cuadro a nivel de sacerdotes. De hecho, desde que estoy en tierras aragonesas sólo se han ordenado, que yo recuerde, tres sacerdotes, que serán cuatro el año que viene. Y sin embargo, se han secularizado al menos otros tres y han partido a la presencia del Señor un buen número de ellos. Sé que eso es lo habitual en muchas diócesis, pero creo que las que tienen un componente rural son las que sufren y sufrirán más visiblemente la ausencia de curas. Quiera Dios que dentro de unos años pueda hablar de un seminario en la que haya tantos oscenses como seminaristas “foráneos". Aunque lo de “foráneos” es un decir. Quien aquí viene a servir al Señor y su Iglesia, de aquí es.

Paz y bien,
Luis Fernando Pérez