Lo que va del cardenal Schönborn al arzobispo Burke
Conozco pocos casos de cardenales, arzobispos u obispos cuya imagen se haya deteriorado tanto en tan poco tiempo como el del cardenal arzobispo de Viena, S.E.R Christoph Schönborn. Hubo quien le incluyó entre los papables en el último cónclave. Y si hace dos años me preguntan quién podría ser el sucesor de Benedicto XVI, salvo que el buen Dios nos haga el favor de conceder al actual Papa muchos más años de vida, sin duda habría incluido al cardenal austriaco entre los candidatos. Hoy pienso que su mejor destino sería como Prefecto de la Lavandería vaticana, dicasterio que yo aconsejaría crear para que el Papa pueda librarse de cardenales y prelados varios que amenazan con arrasar por donde quiera que pasan.
Así que yo recuerde, en los últimos doce meses hemos visto a ese cardenal participar en una misa con globos, confetis, guitarras y batería. Le hemos visto permanecer impasible ante el boicot al nombramiento por el Papa de un obispo auxiliar para una diócesis austriaca. Le acabamos de ver permanecer callado como una tumba ante la acusación, con datos ciertamente importantes, de ser, como poco, filomasónico. Y por si fuera poco, monseñor Andreas Laun, obispo auxilar de Salzsburgo, le ha puesto en evidencia delante de toda la Iglesia al anunciar que le llamó por teléfono para prohibirle participar en una marcha contra el aborto y a favor de la vida ante el ayuntamiento de Viena. Vamos, que sólo le falta seguir los pasos de Rowan Williams, primado anglicano, y hacerse druida.
Su prohibición a monseñor Laun es tan aberrante que no creo que merezca la pena dedicarle mucho tiempo. El cardenal vienés es de los que piensa que basta con escribir una cartita de vez en cuando para cumplir el expediente. Nada de salir a la calle con los fieles mientras a estos les insultan y les tiran huevos por defender la dignidad de la vida humana. Podemos aceptar que él no quiera meterse en esos berenjenales, pero nunca que se lo prohíba a otro obispo, por muy auxiliar que sea. Sólo espero que monseñor Laun no sufra algún tipo de represión por haber hecho pública la llamada telefónica del primado austriaco. De ser así, alguien en Roma debería tomar, de una vez, cartas en el asunto.
En el otro lado de la balanza, y sin tener todavía el peso de la púrpura cardenalicia pero con el peso de la gloria de predicar la verdad en medio de la apostasía del relativismo y el ídolo de lo políticamente correcto, encontramos a monseñor Burke, Prefecto de la Signatura Apostólica. Los que conocemos su trayectoria no podemos sorprendernos que quien fue arzobispo de San Louis y hoy está en Roma como “ministro de Justicia” de la Iglesia llame al pan, pan y al vino, vino. Los políticos que se precien de ser católicos practicantes no pueden apoyar leyes que atentan contra la dignidad de la vida humana y contra la ley natural. Y si lo hacen, deben de saber que no recibirán los sacramentos a menos que se arrepientan públicamente de su público pecado. Algunos llevamos pidiendo desde hace tiempo que el Papa dé un paso al frente y decrete la excomunión de los políticos que apoyan con su voto el aborto. Pero desde luego, mientras no se tome esa medida, lo menos que cabría esperar es que al menos se les prohibiera comulgar. Con la excomunión esa prohibición no admitiría dudas. Con la situación actual, los obispos “tolerantes” pueden ignorar lo que el sentido común dicta.
Estamos, pues, ante dos pastores que entienden de forma muy distinta cuál es el papel de la Iglesia en el mundo. Uno, cardenal y primado de un país que dio nombre a un Imperio cristiano, parece prisionero del qué dirán. Otro, curial pero criado en una fe católica acostumbrada a vivir en medio de una nación mayoritariamente protestante, se muestra libre para ser luz del mundo y sal de la tierra. Sinceramente, me siento más en comunión con el arzobispo “yankee” que con el cardenal austriaco. Y quiero pensar que el Papa también.
Luis Fernando Pérez Bustamante