En la familia se juega el futuro
Perspectivas y expectativas ante el Sínodo de los Obispos
“Haced un hogar del mundo, haced de cada hogar un Nazaret” (San José Mañanet, Hijo de Tremp, Profeta y Apóstol de la Familia”
En los años 2014 y 2015 tendrá lugar la asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos para tratar el tema de la familia. Concretamente, como se ha explicitado muy bien, se tratará de la pastoral familiar, es decir, del adecuado acompañamiento por parte de los pastores de la Iglesia de la realidad concreta de las familias en las varias circunstancias y vicisitudes que atraviesa en nuestro momento histórico.
El Papa Francisco ha convocado el Sínodo de los Obispos en sesión extraordinaria y con el objetivo de anunciar el Evangelio en los actuales retos pastorales con relación a la familia. Me parece oportuno recordarlo porque esto, de por sí, ya clarifica muchas perspectivas. No será un Sínodo de temática doctrinal sino pastoral. La Iglesia, bebiendo en las aguas de la Revelación, tiene una doctrina muy rica sobre la familia. Se trata de ayudar a que sea conocida y vivida en la mayor plenitud.
No me parece ajena la decisión del Papa sobre la temática del Sínodo con la elección que también hizo en su momento la ONU al escoger el año 2014 como “año internacional de la familia”. No hace falta recordar la perspectiva que desde hace unos años ha adoptado la ONU en clara contradicción con la antropología cristiana y la sana razón. Y sus lamentables resultados en tantas legislaciones de muchos países.
En la concepción de la familia y su concreción en nuestras sociedades, culturas y legislaciones anda mucho en juego. Juan Pablo II no dudaba en afirmar que “el futuro de la Iglesia y del mundo pasa por la familia” y nos decía también que “la pastoral familiar es la quintaesencia de toda pastoral”.
Es cierto que algunos medios de comunicación han creado falsas expectativas con una inadecuada información según la cual la Iglesia católica estaría haciendo como una especie de plebiscito o referéndum respecto a algunas cuestiones delicadas. Tan cierto que el mismo Secretario General del Sínodo ha hablado explícitamente del tema que me consulta. Concretamente, preguntado por si el cuestionario enviado a los Obispos constituía una especie de referéndum a los fieles, ha dicho: “No, no lo es y hay que insistir en ello. No es un sondeo, tal y como se concibe hoy en día, y mucho menos un referéndum. Es la voluntad de conocer directamente cuál es la experiencia de las personas, no solo individual sino también de grupo, para reunir datos estadísticos, reflexiones, elaboraciones. Así, los obispos del Sínodo sabrán cuál es el pulso de la situación sin tener que recurrir a libros o estudios sociológicos…”. Se trata de hacer un buen diagnóstico para tomar las decisiones oportunas. Fundamentalmente se trata de anunciar hoy “el evangelio de la familia y de la vida” como decía proféticamente Juan Pablo II en su carta apostólica Tertio milenio ineunte. Proyectar la luz del Evangelio sobre este ámbito humano fundamental que es la familia. Anunciar la verdad de la familia según el designio creador y redentor de Dios.
Un tema que está generado especial expectativa es la cuestión de los divorciados que luego han contraído matrimonio civil y su situación eclesial que les incapacita para la recepción de los sacramentos. Efectivamente, el Sínodo, en la perspectiva pastoral que lo va a caracterizar, tratará sobre el tema.
A mi parecer, habría que hacer algunas precisiones previas. Por el tratamiento que dan ciertos medios podría dar la impresión que éste es el problema número uno. Me parecería muy grave aceptar esto. A mi, me preocupa mucho más la pérdida de la identidad familiar en gran parte de nuestra sociedad, fruto de una campaña al más alto nivel que no es improvisada, la incapacidad por parte de muchos de asumir compromisos de por vida, la facilidad y banalidad con que se rompen los matrimonios, la aberrante posición de gran parte de nuestra sociedad ante un atentado tan grave contra la vida humana como es el aborto y cuestiones por el estilo.
Sin minimizar en absoluto el sufrimiento de personas que sin culpa propia han sido abandonadas en su matrimonio y luego han intentado recomponer su vida, me parece, al menos por mi experiencia pastoral, que el sufrimiento de estas personas por no poder acceder a los sacramentos no constituye el principal problema a tratar. De hecho, la Iglesia ha tratado a menudo el tema con mucha seriedad y sensibilidad. Por ejemplo, el Papa Benedicto XVI en el último encuentro mundial de las familias cuando les animó a sentirse plenamente Iglesia y a participar activamente en la vida de la comunidad aún sin acceder a los sacramentos. La Iglesia, en el próximo Sínodo, no va a cambiar la doctrina sobre el matrimonio y la familia. Lo ha recordado recientemente el Prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe en un largo artículo que resumía muy bien la doctrina que la Iglesia ha recibido de Jesús. No olvidemos que Jesús, al oponerse al divorcio, se oponía al pensamiento dominante en la sociedad de su época.
Sí que pueden esperarse, sin embargo, nuevas perspectivas pastorales de una acercamiento más misericordioso, si cabe, a estas personas y otras que pasan situaciones difíciles, pero siempre desde el respeto más profundo a la verdad. La fidelidad a la doctrina de Jesús excluye un segundo matrimonio. Yo estoy por la posición de Müller: hay muchos matrimonios que son en realidad nulos porque los contrayentes no han asumido los requisitos fundamentales y constitutivos del matrimonio y hay que ayudar a que en estos casos prosperen los procesos de nulidad, pero, si nos quedamos en esto y no capacitamos a los cristianos para contraer verdadero matrimonio sólo será una solución chapucera.
Y aquí esta la clave: hay que activar todos los recursos disponibles para educar y formar a las nuevas generaciones para que lleguen a constituir verdaderas familias edificadas sobre el matrimonio uno, indisoluble y abierto al don de la vida. En ello anda en juego el futuro de la sociedad y de la misma Iglesia.
Dr. Joan Antoni Mateo García
Delegado Diocesano de Familia y Vida de Urgell.