Hace pocos días recibí una consulta de un estudiante de bachillerato. Un joven cristiano y celoso por la defensa de su fe y muy activo defensor de la vida. Tuvo una discusión con su profesor de ciencias sobre el tema del aborto y se planteaba la cuestión crucial: ¿Se trata de una persona? En más de una ocasión he escrito sobre el tema y merece la mena hacerlo una y otra vez y creo que no hace falta explicitar los motivos. Ofrezco hoy en el blog la consulta y mi respuesta por si pueden ser de utilidad.
Estimado P. Mateo, hace unos días, discutiendo sobre el problema del aborto con un profesor de ciencias me dijo si podía considerarse persona un conjunto de células, refiriéndose al embrión humano en sus primeros estadios. Yo le respondí que este “conjunto de células”, si no es eliminado, en pocos meses se convertirá en un niño. No sé si mi respuesta fue la correcta y me gustaría tener más argumentos. Gracias.
La cuestión de fondo es lo que entendemos bajo el concepto de “persona”. Para muchos es una cuestión puramente funcional y no una realidad profunda, subyacente; filosóficamente hablando, diríamos una realidad ontológica, algo que debe ser reconocido. Así, para cierta corriente de pensamiento cuando un ser humano pierde sus facultades cognitivas, deja de ser persona. Algunos incluso, por poner un ejemplo, llegan a llamar “vegetal” a alguien que ha quedado en un como profundo e irreversible. En estas perspectivas, la realidad y dignidad de la persona, más que ser reconocidas y respetadas, son atribuidas y quitadas arbitrariamente en función de una ideología profundamente deshumanizadora. ¿El ser humano es persona porque lo decidimos nosotros o bien, porque en sí mismo es persona, nosotros debemos reconocerlo como tal?
Esta forma de pensar es contraria a la fe y a la razón. Hace unos años, la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó un importante documento que le ayudará a afrontar estas cuestiones. Se trata de la instrucción “Dignitas personae” que considera algunas cuestiones de bioética. Se publicó el año 2008 y sigue siendo de rabiosa actualidad.
Sobre el punto que usted me consulta dice textualmente este documento que expone la posición de la Iglesia: “El cuerpo de un ser humano, desde los primeros estadios de su existencia, no se puede reducir al conjunto de sus células. El cuerpo embrionario se desarrolla progresivamente según un “programa” bien definido y con un fin propio, que se manifiesta con el nacimiento de cada niño”.
Como puede usted ver, su razonamiento no difiere mucho de esta enseñanza de la Iglesia asequible a la pura razón. Por lo que respecta al concepto de persona le comento un razonamiento muy simple que escuche hace años en una conferencia de Julián Marías: “Todos intuitivamente y sin esfuerzo diferenciamos el ser personal del ser impersonal. Si durante esta conferencia alguien llamara a la puerta todos preguntaríamos “quién” llama y no “qué” llama. Y este ser personal tiene una dignidad única que debe ser respetada”. Cuando nos referimos al ser humano nunca estamos ante un amasijo amorfo de células. Hay una presencia, una persona creada por Dios a su imagen y semejanza y con un destino de eternidad. Estamos ante tierra sagrada que nunca se puede pisotear impunemente. Sobre esta cuestión afirma la mencionada instrucción: “El fruto de la generación humana desde el primer momento de su existencia, es decir, desde la constitución del cigoto, exige el respeto incondicionado que es moralmente debido al ser humano en su totalidad corporal y espiritual. El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción”.
Establecer un momento en que el ser humano no sería “persona” conduce teóricamente a un callejón sin salida y, prácticamente, a las más brutales agresiones. Los que afirman que el ser humano en un momento dado no es persona y poco después lo es deben explicar, si pueden, en virtud de qué irrumpe el ser personal y desde qué criterios. No lo harán, porque su explicación si fuera honesta nos presentaría una concepción de la persona de una pobreza impresionante y unas perspectivas para la humanidad realmente aterradores e inquietantes…
Lea el documento. Le ayudará mucho. Y esta es la cuestión de fondo que subyace en tantos debates de bioética y si no la tenemos clara nos perdemos en un laberinto sin salida.
Anexo
Por su interés y relación con el contenido del post recojo algunas preguntas y respuestas del indispensable documento que publicó en 1991 el Comité para la Defensa de la Vida de la CEE bajo el título “100 preguntas y respuestas sobre el aborto":
3. ¿Es un ser humano el fruto de la concepción en sus primeras fases de desarrollo?
Desde que se produce la fecundación mediante la unión del espermatozoide con el óvulo, surge un nuevo ser humano distinto de todos los que han existido, existen y existirán. En ese momento se inicia un proceso vital esencialmente nuevo y diferente a los del espermatozoide y del óvulo, que tiene ya esperanza de vida en plenitud. Desde ese primer instante, la vida del nuevo ser merece respeto y protección, porque el desarrollo humano es un continuo en el que no hay saltos cualitativos, sino la progresiva realización de ese destino personal. Todo intento de distinguir entre el no nacido y el nacido en relación con su condición humana carece de fundamento.
4. ¿Así que no es verdad que al principio existe una cierta realidad biológica, pero que sólo llegará a ser un ser humano más tarde?
No. Desde que se forma el nuevo patrimonio genético con la fecundación existe un ser humano al que sólo le hace falta desarrollarse y crecer para convertirse en adulto. A partir de la fecundación se produce un desarrollo continuo en el nuevo individuo de la especie humana, pero en este desarrollo nunca se da un cambio cualitativo que permita afirmar que primero no existía un ser humano y después, sí. Este cambio cualitativo únicamente ocurre en la fecundación, y a partir de entonces el nuevo ser, en interacción con la madre, sólo precisa de factores externos para llegar a adulto: oxígeno, alimentación y paso del tiempo. El resto está ya en él desde el principio.
5. ¿Cómo puede existir un ser humano mientras es algo tan pequeño que no tiene el más mínimo aspecto externo de tal?
La realidad no es sólo la que captan nuestros sentidos. Los microscopios electrónicos y los telescopios más modernos nos ofrecen, sin lugar a dudas, aspectos de la realidad que jamás habríamos podido captar con nuestros ojos. De manera semejante, la ciencia demuestra rotundamente que el ser humano recién concebido es el mismo, y no otro, que el que después se convertirá en bebé, en niño, en joven, en adulto y en anciano. El aspecto que presenta varía según su fase de desarrollo. Y así, en la vida intrauterina primero es un embrión pre-implantado (hasta la llamada anidación, unos 12-14 días después de la fecundación, en que cabe la posibilidad de que de un mismo óvulo fecundado surjan gemelos); después es un embrión hasta que se forman todos sus órganos; luego, mientras éstos van madurando, un feto, hasta formarse el bebé tal como nace. Y después continúa el mismo proceso de crecimiento y maduración, y más tarde se produce el inverso de decadencia hasta la muerte.
Por eso no tiene sentido decir que un niño proviene de un feto, sino que él mismo fue antes un feto, del mismo modo que un adulto no proviene de un niño, sino que antes fue niño, y siempre es el mismo ser humano, desde el principio. Y tan absurdo sería defender que el hijo recién concebido no es un ser humano porque no tiene aspecto de niño, como suponer que el niño no es un ser humano porque no tiene el aspecto externo del adulto.
6. Admitiendo que existe una nueva vida desde el momento de la fecundación, ¿no podría ser una vida vegetal o animal, para llegar a ser humana en una fase posterior?
No. Con los actuales conocimientos genéticos, es indudable que cada ser es lo que es desde el momento de la fecundación. De la unión de gametos vegetales sólo sale un vegetal; de gametos animales no racionales, por ejemplo un chimpancé, sólo sale otro chimpancé, y de la unión de gametos humanos siempre sale un ser humano.