¿CIBERCONFESIÓN? Pros y contras
El tiempo de cuaresma es un momento propicio para proponer la recepción del sacramento de la Penitencia, algo que debería ser normal y habitual en nuestra vida cristiana pero que, por desgracia, ha desaparecido en la vida de muchos fieles. Ofrezco hoy a la consideración de los lectores una interesante pregunta que recibí hace poco sobre la posibilidad de confesarse por medio del teléfono móvil u otros medios similares.
CIBERCONFESIÓN
No sé si conoce usted una programa para confesarse a través del móvil. Te facilita un examen de conciencia personalizado que se envía al sacerdote. Me sorprende que la Iglesia no lo haya aceptado como un medio más para confesarse. ¿Acaso no podemos establecer una verdadera comunicación personal con las modernas tecnologías? ¿No le parece un a ocasión desaprovechada?
Conozco efectivamente la aplicación “Confession” para determinado modelo de teléfonos móviles. Me la enseñó un amigo que llegaba de EEUU. Creo que sólo existe en inglés, por el momento. He de reconocer que es una buena ayuda para preparar una provechosa recepción del sacramento de la Penitencia y para llevar un control personal sobre la vivencia de la confesión. Hasta ahí, nada tengo que objetar. En cambio, y en esto discrepo, me parece un gran acierto que la Iglesia no permita que nuestras intimidades circulen libremente por el ciberespacio y que se despersonalice una sacramento que debe ser muy personal.
No dudo que con un teléfono se puede establecer una verdadera comunicación personal. Pero el sacramento requiere algo más: una “presencia” personal plena y verdadera, cosa que sólo acontece en el encuentro de dos personas, el penitente y el confesor que representa a Cristo. Hace tiempo respondía a una pregunta semejante planteando la confesión por teléfono y muchos de los elementos de mi respuesta siguen siendo válidos.
Su pregunta plantea una cuestión de fondo que es muy importante: la dificultad que experimentan muchas personas para exponer abiertamente sus pecados, su intimidad y problemas de conciencia y que preferirían no hacerlo cara a cara manifestando su identidad. En este sentido, la experiencia de la Iglesia nos recuerda el valor que siguen teniendo las sedes penitenciales (confesionarios) que salvaguardan esta intimidad del penitente que puede confesar con más comodidad sus pecados sin necesidad de darse a conocer ni sentirse intimidado por una presencia excesivamente próxima del confesor o de personas cercanas al lugar de la confesión. Ganaríamos mucho ofreciendo esta posibilidad a los fieles. En este sentido me parece un gran desacierto la praxis de algunas parroquias que han suprimido los confesionarios y en muchas celebraciones penitenciales hacen pasar al penitente de manera manifiesta ante todos los presentes sin ninguna reserva ni identidad. ¿Cómo pretender que se confiesen bien los fieles en semejantes circunstancias? Finalmente, añadiría que el programa en cuestión puede ayudar mucho a la confesión. En lugar de enviar los pecados por el ciberespacio, el penitente puede imprimirlos en una hoja y darla al confesor. Puede ser una buena ayuda para aquellos que les cuesta la confesión.