En unos momentos históricos y cruciales, cuando la batalla entre los defensores de la vida y los partidarios de la cultura de la muerte se recrudece en nuestro país, cuando tenemos a las puertas la irrupción de una de las leyes más nefastas y a pocos días de una colosal manifestación a favor de la vida y la maternidad, el posicionamiento emanado desde la Tribuna Abierta del Instituto Borja de Bioética ha supuesto un auténtico jarrón de agua fría sobre la cabeza de tantas y tantas personas que dedican tiempo, medios y mucha energía en la noble defensa de la vida humana. Un documento ambiguo por su contenido y tremendamente inoportuno por el momento en que se publica.
Un sentimiento profundo de sentirte engañado, traicionado por los que supones comparten tus ideales es innegable. Comprendo muy bien la reacción de Mons. Sanz Montes, por lo que él llama un triple engaño:
“La primera impresión que me brota es la de sentirme engañado: engaño científico por apelar a la bioética para legitimar la destrucción de la vida y para transgredir la ética. Sólo quien tiene otros intereses (ideológicos, económicos, políticos, etc.) puede estar cerrado éticamente y científicamente para reconocer lo que la comunidad bio-médica en sus máximos y mejores exponentes no han dejado de afirmar: la existencia de la vida humana desde la concepción por la unión del espermatozoide y el óvulo generando una nueva realidad que embrionariamente es un ser humano.
En segundo lugar, hay un engaño cultural, porque con el apoyo a la ley del aborto admitida a trámite por el Parlamento español, se aducen también razones de índole relativista: no se trata de descubrir lo que es verdad o lo que es falso, sino lo que nos permite colocarnos en el bazar de la vida con una equidistancia neutra, indiferente, transgresora con tal de no crear ni crearnos problemas conviviales.
Y en tercer lugar hay un engaño eclesial, por presentarse desde una posición doctrinal católica y una institución universitaria católica, desde una identidad eclesial que representan importantes órdenes o congregaciones religiosas que de modo escandaloso escenifican esa disidencia respecto de la tradición cristiana y del Magisterio de la Iglesia.Por estos tres engaños, me siento perplejo y dolido, por la connivencia con una ideología de la muerte, con una cultura relativista y con una disidencia eclesial, en quienes menos cabría esperar esta postura”.
Comparto plenamente las palabras del Prelado.
A propósito del primer engaño hay que decir que el texto del IBB se hace cómplice de una tremenda falacia esparcida por doquier según la cual existe un misterioso instante en que el embrión muta su estatuto ontológico para pasar de ser una realidad impersonal a una realidad personal. Nada más falso, engañoso y capcioso. Contrario a la razón y a la fe católica.
Hace muy poco, mi Obispo, Mons. Joan Enric Vives, en perfecta sintonía con la doctrina católica, escribía estas sensatas palabras:
“La vida humana, es obvio, tiene un inicio, un punto de partida. Con la fecundación comienza un proceso que, si no se interrumpe, dará lugar al nacimiento de una persona, de un nuevo miembro de la comunidad humana. Es engañoso y arbitrario poner un momento puntual en esta evolución para identificar al ser personal. ¿Quién puede fundamentar razonablemente la afirmación según la cual un feto no puede ser considerado persona antes de determinadas semanas, y sí que lo es, pasado un solo segundo después de este margen? Desde el primer momento se trata de vida humana, de la generación de un ser personal. Podemos decir que somos personas y que cada vez nos hacemos más personas. La doctrina de la Iglesia en esta materia es profundamente sensata, enraizada en la fe y en la razón más elementales. Por esto debemos hablar alto y claro, y confiar en la capacidad de las conciencias para acoger y responder a la verdad. Y a ser más valientes en la defensa de la vida”.
Juan Pablo II en Evangelium Vitae afirmaba contundentemente que “la decisión deliberada de privar a un ser humano inocente de su vida es siempre mala desde el punto de vista moral y nunca puede ser lícita como fin, ni como medio para un fin bueno”.
Esta es la Doctrina Católica que todo católico en comunión con la Iglesia debe profesar y sostener. Una doctrina clara y bien elaborada, presentada, por ejemplo en los más recientes documentos magisteriales sobre la temática referente a la vida humana. La declaración del IBB no sólo se distancia gravemente de esta doctrina católica sino que la contradice en puntos importantísimos. Las posturas defendidas en el informe del IBB, en palabras de Mons. Manuel Monge, “son contrarias a la moral católica expresada sin ambigüedades por los Papas y Obispos en nuestros días”.
Respecto al engaño cultural, hay que añadir que la argumentación católica sobre el aborto y la defensa de la vida no es una argumentación “confesional”. Es sin duda un discurso iluminado y animado por la fe pero que hunde sus raíces en la razón, en el sentido común, en la naturaleza y las leyes que Dios le ha dado. Es evidente que necesitamos un consenso para convivir pero en los elementos fundamentales de este consenso mínimo hay que situar la ley natural que todos los hombres han de respetar para edificar una convivencia humana digna de este nombre. La cultura de la muerte no sólo es contraria a la fe cristiana sino a la razón humana más elemental. Sería bueno que los redactores del texto del IBB releyeran la Veritatis splendor de Juan Pablo II.
Y, finalmente, respecto al tercer engaño, el escandaloso disenso eclesial que suponen estas declaraciones y otras parecidas como la de la inefable Teresa Forcades, hay que reconocer que tenemos un serio problema en el seno de la Iglesia Católica y que hay que ponerle solución cuanto antes, antes que el cáncer nos devore.
No voy a entrar en un análisis detallado del texto del IBB puesto que ha lo han hecho y bien otros articulistas pero quiero insistir en que hay afirmaciones en el documento que dinamitan el esfuerzo doctrinal y pastoral que la mayoría de pastores intentamos llevar a cabo en un contexto sociocultural bien difícil. Uno trata de explicar sobretodo a chicas jóvenes que, pase lo que pase, la vida es un don precioso que hay que acoger, incluso en circunstancias difíciles y que encontrarán ayuda para realizarlo y se encuentra con que según el texto del IBB “… la vida del feto y del futuro bebé depende de que la mujer se vea capacitada para asumirla responsablemente, con todo lo que pueda comportar, y, por tanto, no se la puede forzar a llevar a cabo la gestación en contra de su decisión… consideramos que la dignidad de la mujer violada, que se ha visto brutalmente agredida en su integridad, no puede hacer exigible el sacrificio de llevar adelante una gestación fruto de la agresión… desde el punto de vista ético consideramos que el simple hecho de haber sido víctima de una violación podría justificar la demanda del aborto…”.
¿Qué pensara una chica a la que su párroco le ha enseñado que a pesar de todo la vida de aquel hijo que tal vez no ha deseado o que se lo han impuesto es sagrada y merece ser acogida y que un mal no justifica otro? Pensara que alguien la está engañando. Que un pastor de la Iglesia le está diciendo una cosa, que le va a suponer un gran sacrificio, totalmente diferente de lo que les está enseñando otra persona de Iglesia que, además, parece investida de una autoridad para enseñar.
Creo que es hora de actuar. Siguiendo el principio de subsidiariedad, fundamental en la vida de la Iglesia, hay que poner remedio a tan grandes males. Si yo, por poner un ejemplo, como párroco, tengo un catequista que está enseñando a los jóvenes teorías contrarias a la fe católica, yo le llamaré, le recordaré cuál es la misión que le ha sido confiada, le pediré que rectifique, y, si no está dispuesto a hacerlo, lo cesaré inmediatamente como catequista. Evidentemente, en el ejercicio de la autoridad, hay momentos bien desagradables, pero hay que asumirlos y ejercerlos. Cada instancia desde la competencia que le corresponde.
Lamento profundamente el posicionamiento desafortunado del IBB. Estoy convencido que para nada representa esta su enseñanza a la Iglesia Católica ni a la benemérita Compañía de Jesús. Ahora toca a los superiores de los firmantes recordárselo públicamente con claridad.
Finalmente quisiera plantear unas preguntas a los firmantes del texto del IBB. ¿Han consensuado todos los firmantes el texto final? Tengo mis dudas. ¿Han pensado seriamente la repercusión social y mediática del texto?
¿A quién aprovechará todo esto?
¿Qué es lo que pretenden ustedes?
¿Y a quién sirven realmente?
Ciertamente, eso creo yo, no a la causa de la verdad, de la defensa de la vida y de la Iglesia Católica.
Dicen que de sabios es rectificar. Háganlo.