En los tiempos en que todas las noches en cada familia, el jefe de ella lo dirigía y los miembros lo rezaban con él, los hogares sabían a santuarios y su buen olor se difundía benéficamente hacia afuera, influyendo en la vida pública.
Desde que la oración del Santo Rosario ha sido desechada como un «utensilio pasado de moda», los hogares han comenzado a heder como inmunda guarida y también la vida pública se ha impregnado de un tufo obsceno. Se ha perdido la llave de los tesoros de Dios.
El 13 de mayo de 1982, cuando en Fátima el Papa Juan Pablo II consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María, le dijo a nuestra Señora de Fátima: Cuán dolidos estamos de que la invitación al arrepentimiento, la conversión, la oración, no ha encontrado la aceptación que debía haber recibido.
Yo tengo –decía Mons. Rudolph Graber- la no infundada sospecha de que el resquebrajamiento de la obediencia hoy, así como el criticismo inmisericorde, tienen uno de sus fundamentos en el apartamiento y rechazo de la veneración a María. La revolución en el interior de la misma Iglesia sólo puede ser atajada con el «sí» humilde y sencillo de la Virgen sacratísima… Y la crisis de fe que hoy padecemos tiene su origen en gran parte en el hecho de que nos hemos apartado de María, la Virgen fuerte en la fe… Y una última cosa: vivimos en una época en la que la impudicia hace gala de ostentación… A buen seguro habrá que ver en estas oleadas de lo sexual el resultado del retroceso en la veneración mariana, porque la Inmaculada es el más poderoso antídoto contra esta inmoralidad… Pues bien, en vez de profesarse rendidamente a María, a la vista de estas tendencias destructoras para la fe y la honestidad, lo que se hace es abandonar su nombre. Esto roza con la traición a la Iglesia, al pueblo y al futuro. En verdad son éstas “ora di tenebre et lampi” (horas de tinieblas y relámpagos).
En 1925, siendo ya religiosa Lucía vio a nuestra Señora con el Corazón cercado de espinas quien le dijo:
mira hija mía mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan continuamente con blasfemias e ingratitudes, tú al menos procura consolarme y di que todos aquellos que durante cinco meses seguidos en el primer sábado se confiesen y recibieren la sagrada comunión, rezaren una parte del rosario y me hicieren compañía meditando en los 15 misterios del rosario, con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirles en la hora de la muerte, con todas las gracias necesarias para su salvación.
Posteriormente en 1930, dijo Lucía que durante su hora santa, se sintió de repente poseída más íntimamente por Su Divina Presencia, y, si no me engaño, me reveló lo siguiente: «Hija Mía, el motivo es sencillo. Cinco son las clases de ofensas y blasfemias proferidas contra el Inmaculado Corazón de María».
La primera ofensa contra el Corazón Inmaculado de María es la negación de su Inmaculada Concepción, «en primer lugar y en general, las sectas protestantes que rehúsan recibir el dogma definido por el Papa Pío IX y que han continuado sosteniendo que la Santísima Virgen fue concebida con la mancha del pecado original y aún de pecados personales. Lo mismo podría decirse de los cristianos orientales (disidentes), puesto que a pesar de su gran devoción mariana, ellos también rehúsan este dogma» (P. Alonso, «La Gran Promesa del Corazón de María en Pontevedra»).
La segunda ofensa la constituyen las blasfemias contra su Virginidad Perpetua, rechazada también por la mayoría de los protestantes.
La tercera es negar a la Santísima Virgen María como la Madre de Dios, y como Madre espiritual de toda la humanidad. Negación que hiere su Corazón Inmaculado. Nuestra Señora continúa sufriendo místicamente, para mediar las gracias al corazón humano. Mientras que muchos de sus hijos rechazan el don de su corazón maternal dado por su Hijo en el Calvario, aun así, en su amor maternal, nuestra Madre es la mediadora de las gracias para estos cristianos que la rechazan, porque los ama sin condiciones. Ese es el amor del corazón de una madre.
La cuarta ofensa la constituyen las blasfemias de aquellos que públicamente tratan de inculcar en los corazones de los niños, la indiferencia y el desprecio y hasta el odio hacia nuestra Inmaculada Madre. Siempre que le negamos a un niño su madre, causamos un detrimento en el niño y horadamos el corazón de la madre.
María ha recibido de Dios tan gran poder para las almas, para transformarlas en Jesucristo y a Jesucristo en ella” (San Luis Mª de Montfort).
La quinta ofensa contra el Corazón Inmaculado es la profanación de sus estatuas y sagradas imágenes, que son una manifestación de su presencia maternal.
Tres de las cinco ofensas versan sobre la negación de la verdad doctrinal y dogmática sobre Ella. El negar los dogmas y doctrinas marianas es la negación de su misma persona, de su mismo Corazón (Mark Miravalle, En orden de batalla con la Corredentora).
El famoso experto de Fátima, el sacerdote claretiano, P. Alonso fallecido en 1981 escribió al respecto:
cegados por un ecumenismo engañador, hemos tenido la tendencia de olvidar que existe una verdad evidente, recordada aquí por el Mensaje de Fátima: Aquellos que obstinadamente y con pleno conocimiento abiertamente niegan las prerrogativas de la Santísima Virgen María, cometen las blasfemias más odiosas en cuanto a Ella.
Es ya tiempo de que saquemos lo mariano de zonas periféricas más o menos consentidas del mundo religioso y de que, de nuevo, lo situemos allí donde debe estar.