El Papa y los pecados de la lengua
El pasado Miércoles Santo, el Romano Pontífice, durante la homilía de la Misa celebrada con la presencia de personal de la Santa Sede, reflexionó respecto del gesto realizado por Judas el traidor:
Jesús es como una mercancía: es vendido. Es vendido en aquel momento, y muchas veces también en el mercado de la historia, en el mercado de la vida, en el mercado de nuestra vida. Cuando nosotros optamos por los treinta denarios, dejamos a Jesús de lado.
Hizo asimismo la invitación implícita de nunca hablar mal de otras personas, porque cuando hablar se convierte en habladuría, murmuración, esto es una venta, y la persona que está en el centro de nuestra murmuración se convierte en una mercancía. No sé por qué –dijo el Santo Padre- existe una alegría oscura en el chisme.
Santiago Apóstol el Menor, es poseedor de la pluma que más fuertemente ha atacado los pecados de la lengua. Hallamos su Carta en el Nuevo Testamento:
Si alguno se imagina que es hombre religioso, pero no domina su lengua, se engaña a sí mismo y su religión es falsa (Stgo 1, 26).
Es un aviso de que no hay religión donde abunda la murmuración, la calumnia y la mentira, y sigue: Si alguien no peca con su lengua, es un hombre perfecto.
A los caballos les ponemos un freno en el hocico para dominarlos, con el freno sometemos todo su cuerpo. Lo mismo los barcos, por grandes que sean y estén impulsados por fuertes vientos, el piloto los maneja con un pequeño timón.
Del mismo modo la lengua es algo pequeña, pero que puede mucho. Basta una llama pequeña para incendiar un bosque inmenso. La lengua también es un fuego, en un mundo de maldad, pues mancha toda la persona y comunica el fuego del infierno a toda nuestra vida.
Animales salvajes y pájaros, repites y animales marinos de toda clase son y han sido dominados por el hombre, por el contrario, la lengua nadie puede dominarla, es un látigo incansable llena de mortal veneno, con ella bendecimos a Dios Padre, y con ella maldecimos a los hombres hechos a imagen y semejanza de Dios.
De la misma boca sale la bendición y la maldición. No creo que exagere, porque es corriente que se pruebe cuánto veneno sale de muchas bocas cristianas. Críticas aceradas llenas de purulencia, exposición de desgracias que desean para los demás, torcida interpretación de la conducta ajena, manifestación de secretos que crucifican hermanos, exageración de hechos y dichos, calumnias viles a sabiendas de que están contra la verdad.
Es que no se dan cuenta de que el Primer Mandamiento, es decir el más importante, es justo el amor de Dios y el amor al prójimo, y que estos abusos de la lengua son un atentado contra el principal mandamiento.
Luego por ser consecuencia puede resultar el más grave de los pecados que se pueden cometer. El Catecismo de la Iglesia Católica concluye:
Toda falta cometida contra la justicia y la verdad entraña el deber de reparación aunque su autor haya sido perdonado. Cuando es imposible reparar un daño públicamente, es preciso hacerlo en secreto; si el que ha sufrido un perjuicio no puede ser indemnizado directamente, es preciso darle satisfacción moralmente, en nombre de la caridad. Este deber de reparación concierne también a las faltas cometidas contra la reputación del prójimo. Esta reparación, moral y a veces material, debe apreciarse según la medida del daño causado. Obliga en conciencia (2487).
Asertivo el Papa cuando nos advierte de la maldad que encierra la murmuración, cuando se despelleja al otro.
¡Qué peligrosa es la serpiente de la lengua! Doméñala antes de que te lleve al abismo de la condenación.