Desde 1984, se han verificado 28 versiones de la Jornada Mundial de la Juventud, que son encuentros de fe convocados por el Papa. Como sabemos, durante estos días el Brasil es el escenario escogido por el Romano Pontífice para reunirse con los jóvenes de más de 180 países que se han dado cita en Río de Janeiro.
Hay quienes critican estos encuentros por las posibilidades de laxitud que se puedan dar por parte de grupos minoritarios, o quien sabe de infiltrados que nunca faltarán, buscando desvirtuar y desprestigiar.
Este fenómeno ya lo había profetizado Jesús: muchos son los llamados, pero pocos los elegidos que llegan hasta la meta. Muchos los que reciben la invitación personal, pero escasos los que se entregan a Él para ser enviados como apóstoles salvadores de la humanidad. Abundan las promesas y los propósitos, pero no sirven de nada. Ya lo manifestó Jesucristo: No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos.
Obviamente en estas grandes concentraciones, como sucede en toda forma de reunión, por más religiosa que pueda ser, habrá quienes se aparten del camino o del objetivo. El mismo Jesús se encontró con esas situaciones, como cuando algunos de sus apóstoles disputaron y pidieron los primeros puestos. Judas traicionó a su Maestro por dinero. También de las JMJ unos sacaran mucho provecho, y otros pasarán sin que la sombra del Sucesor de Pedro les haya servido de nada pues habrán desaprovechado esa gracia.
Pero hay una juventud valiente, noble, luchadora por los valores humanos. No todos los jóvenes han heredado de sus padres y familiares el amor al juego, al sexo, a la droga, al alcohol. Hay jóvenes limpios, con elevados ideales aunque viven en un mundo de tentaciones provocadas por sus mismos engendradores.
La prueba la están dando estos días los más de 350.000 jóvenes que se han dado cita en la JMJ 2013, además de los 60.000 voluntarios que apoyan a la digna verificación del evento.
Durante los días previos, los peregrinos, no turistas, han estado en diferentes diócesis de ese país continente, y además de concurrir a los magnos actos de fe juvenil, participan cada día de las diferentes catequesis que se imparten en 26 idiomas y en 273 sub sedes, en las que los jóvenes oyen hablar de Jesús y de su seguimiento en su propia lengua y con el gozo de un encuentro amistoso entre desconocidos, pero unidos por una misma fe.
El Papa ha dicho durante su homilía en el Santuario de Nuestra Señora de Aparecida:
El «dragón», el mal, existe en nuestra historia, pero no es el más fuerte. El más fuerte es Dios, y Dios es nuestra esperanza. Es cierto que hoy en día, todos un poco, y también nuestros jóvenes, sienten la sugestión de tantos ídolos que se ponen en el lugar de Dios y parecen dar esperanza: el dinero, el éxito, el poder, el placer. Con frecuencia se abre camino en el corazón de muchos una sensación de soledad y vacío, y lleva a la búsqueda de compensaciones, de estos ídolos pasajeros.
José Luis Martín descalzo, sacerdote que tuvo gran experiencia humana en todos los estamentos de la sociedad, y con una lámpara como la de Diógenes, sale a visitar nuestras avenidas, y en su ensayo «Razones para la alegría» nos transcribe sus experiencias:
Es cierto que jamás se vieron tantas caras aburridas y desilusionadas. Y que parecen abundar entre los jóvenes más que entre los adultos. ¿Qué es la droga sino un último afán de escapar de la realidad, como quien, hastiado de los sabores cotidianos, solo tiene paladar para los estridentes? “Tengo un aburrimiento mortal”, nos dicen a veces. Y es cierto: viven en un aburrimiento asesino, que lentamente va asfixiando sus almas”.
Y quizás el gran error está en que hemos pensado que el aburrimiento se mata con diversiones. Y la experiencia nos demuestra a diario que las diversiones son, cuando más, un paliativo, una aspirina que calma el dolor, pero no cura la enfermedad. Quien, porque se aburre, no encuentra otra salida que irse al cine o una discoteca, tiene una gran probabilidad den seguir aburriéndose de otra manera en el cine o en el baile. Contra el vacío, la solución no está en cambiar de sitio, sino en llenarse.
Hay que llenarse de algo trascendente. Hay que hallar un ideal que sacuda el adormecimiento y excite la atención. Hay que aprender una afición que, al par que sea útil, resulte excitante para arrojarse a ella. Hay que enamorarse de un ideal permanente, relacionado con la persona misma, y entregarse a su realización.
¿Qué duda cabe de que la mayoría de los jóvenes peregrinos, desean demostrar que mientras hay muchos miles o millones de jóvenes atrapados en las redes de las drogas, del sexo, o del alcohol, existen muchos miles, para quienes la vida es esfuerzo, es lucha permanente contra los vicios, es gozo de estar unidos a Jesús, es esperanza de que existe un más allá atractivo?
(Dedicado a mi sobrino Stéfano peregrino a la JMJ 2013)